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Dinero: ¿Maldito O Bendito? - Por Saúl Guevara (Estudio No. 843)

 


¡En la vida, el dinero puede ser una bendición o una maldición! ¡Todo depende de lo que decida el que lo tenga!

 Mateo 19:20…22 relata que cierto día, un joven cuestionó a Jesús: “El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”. Muchos usan esto que dijo Jesús para fundamentar la idea de que el dinero es algo malo, dañino; un mal del cual necesitamos librarnos a fin de purificarnos.

 Si lo que Jesús quería era condenar la riqueza, ¿cómo se explica que en la Biblia hay hombres buenos como Abraham, Jacob, Job, Salomón y otros, y Dios no les reprochó su riqueza?

 ¡Es increíble cómo todos hemos oído y hablado sobre alguien que parece y actúa como una moneda de dos caras! Y claro, usamos las monedas como ejemplo porque tienen dos caras.

 ¡El dinero es una bendición en nuestras vidas! Pero, ¡ojo! Porque también puede convertirse en una maldición. ¡Todo lo bueno puede ser mal usado y alterar su propósito! ¡Las consecuencias pueden ser muy malas!

 Dios nos creó y proveyó de todo lo que necesitábamos; nos dio un cuerpo, sopló en nosotros el aliento de vida, nos concedió dones, tiempo y recursos. ¡Y eso no es todo! ¡Qué emocionante es pensar en todo lo que podemos lograr con cada una de esas dádivas! Nos dan la oportunidad de traer grandes alegrías o decepciones inmensas, ¡y eso depende de cómo las usemos! ¡No puedo esperar a aprender más sobre cómo elegir la mejor opción entre las dos caras de la moneda!

 ¡Vamos a descubrirlo juntos! ¿Por qué Jesús le pidió al joven que donara todos sus bienes a los pobres? ¡Qué emocionante sería si Dios le hubiera dado esa orden a Abraham! ¿Te imaginas cómo habría reaccionado Abraham? ¡Qué escena tan épica habría sido si le hubiera dado la espalda en señal de rechazo! ¡Esto es increíble! ¿Sabías que, si el «padre de la fe» estaba dispuesto a sacrificar su mayor tesoro, Isaac, no dudaría en donar sus riquezas materiales si se lo solicitaban? ¡Y eso no es todo! ¿Y qué me dices de Job? ¡Increíble! ¡Dios mismo lo describió como un hombre íntegro, recto, temeroso de Dios y apartado del mal! ¿Puede imaginarse a Job negándose a aceptar un pedido divino? ¡Qué emocionante es saber que Dios lo reconoció como un hombre de principios!

 Al saber de la vida de esos hombres, observamos claramente que Dios reinaba en sus corazones, no las riquezas. El joven rico indagó acerca de lo que debería hacer para obtener la vida eterna; él creía que la salvación era algo que se podía obtener haciendo buenas obras, pero Jesús le mostró que el criterio para conquistarla es amar a Dios por sobre todas las cosas. Esa historia nos enseña que el dinero y las riquezas pueden transformarse en dioses de nuestra vida, sustituyendo así al verdadero Dios y es en este punto que pasan a ser una maldición.

 La Biblia no condena a nadie por rico, si adquirió honradamente su riqueza. La raíz de todo mal no es el dinero, sino el amor al dinero.

 Dios da a los hombres la facultad de enriquecerse; y pone en sus manos su riqueza para que funcione como administrador de Dios, empleando generosamente sus recursos, la riqueza es una bendición, tanto para el que la posee como para el mundo. Pero muchos, sumidos egoístamente en su interés por los tesoros mundanos, se vuelven insensibles a las demandas de Dios y a las necesidades de sus semejantes. Consideran sus riquezas como medio de endiosarse.

Cuando el dinero es usado de manera egoísta, el dinero puede transformarse en un arma de Satanás para destruir nuestra vida. Al apegarnos a él podemos perder de vista las cosas que realmente tienen valor, como la familia, la salud y la salvación. Por eso, varias veces Jesús nos advirtió acerca de este peligro: “Pero ¡ay de vosotros, ricos!” (Lucas 6:24); “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13); “No os hagáis tesoros en la tierra” (Mateo 6:19); “Mirad, guardaos de toda avaricia” (Lucas 12:15).

 Hay que dejar bien claro, que ese peligro no se limita a las personas poseedoras de muchos bienes, ya que el campo de batalla es el corazón. Tanto ricos como pobres deben luchar contra el egoísmo y la codicia. La buena noticia es que Dios, en su infinito amor, proveyó los medios para liberarnos de esos sentimientos y comportamientos destructivos. Cuando seguimos sus orientaciones, el dinero es una bendición en nuestras vidas.

 “..allí estará también tu corazón”. El reformador Martín Lutero solía decir que “tres conversiones genuinas son necesarias: la del corazón, la de la mente y la de la cartera”.

 Toda verdadera conversión es fruto de la obra de Dios en el corazón del pecador, y no sería diferente con relación al dinero. Así, uno de los medios que él proveyó para librarnos del egoísmo y de la avaricia es el acto de donar.

 En nuestra vida podemos observar que muchos ignoran que es la economía, confundiéndola con tacañería y mezquindad. Pero la economía se ajusta perfectamente con la más amplia liberalidad. Efectivamente, sin economía no puede haber verdadera liberalidad. Hemos de ahorrar para poder dar. Nadie puede practicar la verdadera benevolencia sin sacrificio.

 Solo mediante una vida sencilla, abnegada y de estricta economía podemos llevar a cabo la obra que nos ha sido señalada como representantes de Cristo. El orgullo y la ambición mundana deben ser desalojados de nuestro corazón. En todo nuestro trabajo ha de cumplirse el principio de la abnegación manifestado en la vida de Jesús.

 El ahorrar solamente para acumular recursos para nosotros mismos se configura en egoísmo y codicia. Por otro lado, ahorrar para ayudar a otros y contribuir al avance de la predicación del evangelio es juntar tesoros en el cielo (Mateo 6:19). Esta es también la esencia del acto de diezmar y ofrendar. Por medio de este principio, Dios nos va liberando de la tiranía del individualismo.

 Nosotros debemos llegar al entendimiento y conocimiento, que el dinero no es, en sí mismo, una bendición o una maldición; nosotros definimos esto según cómo lo obtenemos, cómo lo usamos y el lugar que le atribuimos en nuestro corazón.

 Alguien dijo: “el dinero es un buen criado, pero un malo señor”. Y al revisar toda la historia de la humanidad, ¡cuánta miseria y dolor vemos que brota del amor a las riquezas! Corrupción, familias destruidas, personas estresadas, enfermas e incluso intentando quitarse la vida; todo por causa de la búsqueda desenfrenada de bienes y posesiones.

 Entonces y terminando, te invito a hacerte la siguiente pregunta: ¿Qué lado de la moneda he elegido?

S.A.G. - 6 – JUL – 2025

(Estudio No. 843)

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