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Sabiduría Y Revelación - Por Saúl Guevara (Estudio No. 827)

 


El Espíritu Santo es quien trae revelación y sabiduría a nuestras vidas. Pablo nos habla de esto y nos enseña a orar e interceder, como se recoge en Efesios 1:15...19. En esta palabra nos enseña que debemos buscar las riquezas espirituales, orar por sabiduría y revelación; recalca la necesidad de que sepamos escuchar la palabra y la revelación que viene de Dios. Amigo mío, déjame decirte que no necesitamos intermediarios ni discursos motivacionales. El único intermediario entre Dios y los hombres es Jesucristo y tenemos que saber escucharle.

 Pablo se apoya en la palabra profética de Isaías sobre Cristo en Isaías 11:1…5 que dice: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñando de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.”

 El Señor fue rechazado y juzgado por la forma en la que sus palabras vinieron a confrontar a la humanidad con la verdad. Jesús nos invita amablemente a ser radicales y a hablar con verdad, a llamar al pecado, pecado, y a lo bueno, bueno. Necesitamos ser confrontados a la luz de su Palabra. La revelación es entendimiento y la sabiduría es la aplicación práctica de ese entendimiento. Hay gente que se queda en la revelación, pero no la lleva a la práctica; sabe lo que tiene que hacer, pero no lo hace, sabe lo que la Biblia dice que no debe hacerse, pero lo sigue haciendo. Entonces, lo que necesitamos es revelación para entender.

 ¿Quieres saber cómo se obtiene esa revelación? ¡El Señor nos habla de muchas formas! A través de sueños, amigos, líderes, prédicas, experiencias y palabras que nos llegan al corazón. ¡Todas estas formas tienen en común que están sujetas a la Palabra de Dios! Eso es lo que nos enseña el cristianismo. Sin embargo, hoy en día, muchas iglesias están haciendo doctrina a partir de sueños y visiones. ¡Claro que creemos en los sueños, en las visiones y en la palabra profética, pero a un nivel personal, no general! Pero, ¿sabes qué? A veces, esos sueños, esas visiones o esas palabras proféticas que en realidad estaban destinadas a una persona en particular, ¡son elevadas a la categoría de dogma y doctrina por nuestros líderes y pastores! Como creyentes, a veces nos encontramos en la tentación de poner nuestra fe y nuestra confianza en estas revelaciones, en lugar de en la palabra de Dios, por pereza de investigar más a fondo. También porque a veces es más fácil pedirle consejo a algún hermano que nos dé una respuesta rápida que ayunar y buscar la voz de Dios por nosotros mismos. Cuídate de aquellos que ponen su fe y su rumbo en visiones. No podemos aceptar cualquier interpretación que se haga de la Palabra de Dios, ni cualquier “nueva” revelación. La revelación irá creciendo conforme avancemos en el estudio de las escrituras. Y aunque podamos recibir revelaciones personales, estas nunca serán visiones nuevas para la iglesia, porque el canon bíblico ya se cerró.

 Debemos aprender a recibir con entendimiento, cómo Dios trabaja. Es necesario que pongamos nuestra mirada en la verdad de Cristo y no en los hombres, porque los pastores y líderes son falibles e imperfectos.

 Nos hemos malacostumbrado a vivir en una “voluntad permisiva de Dios”, donde nos ama y nos acepta, donde queremos hacer las cosas a nuestra manera. Dios nos llama a hacer nuestra voluntad a un lado para dejar que Él empiece en nuestra vida a guiar todo. Y si viviendo en la voluntad permisiva de Dios, consideramos que Dios es bueno, ¿cómo podría ser entonces vivir en su voluntad perfecta? Esto es, abandonarse en el Señor. Pero, nos acostumbramos tanto a tener el control, a vivir en función de nuestras decisiones, y nos resistimos a vivir en la revelación de Dios. Cuando tenemos un sueño, o recibimos una Palabra inquietante, es nuestra responsabilidad doblar rodillas y buscar interpretación; no es el pastor o el ministro quién tiene que decirnos qué hacer o cómo canalizar el mensaje. Cada uno de nosotros es responsable de someterse a la voluntad perfecta de Dios.

 En el cristianismo hay muchas expresiones sobrenaturales que se han hecho comunes y atribuibles al Espíritu Santo; esto, siempre debe analizarse con cierta cautela. El indicador de la acción genuina del Espíritu Santo es que haya fruto de transformación. Efesios 3:3…4 dice: “Que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo”.

 Lo que Dios quiere revelarnos a nosotros, es el conocimiento de Cristo. El Espíritu Santo quiere revelarnos cómo es Jesús, para que seamos como Él. Ese es nuestro estándar, nuestra razón de ser. No se trata de lo que podamos hacer por Él, sino cómo es Él, cómo podemos ser más como Él y cómo acercarnos a Él, y ser transformado por Él para que algo suceda, como sucedió con Pablo. Pablo no recibió su evangelio, no fue enseñado por los discípulos, y eso no fue inconveniente para escribir dos terceras partes del nuevo testamento; fue la persona que recibió más revelación. Recibió el misterio de la Iglesia, fue al tercer cielo, y recibió su revelación directamente de Dios. Es necesario ir a su palabra para ser transformados. Nada sustituye la revelación directa de Dios.

 La revelación va de la mano con la sabiduría, la dirección va de la mano con la capacidad. Dios revela, no al que está capacitado, sino al que no lo está; porque cuando Dios revela capacita; cuando da una dirección, prepara a la persona para la misión; y se glorifica en las personas menos aptas desde los criterios humanos.

 Hay dos razones por las que nosotros necesitamos revelación. En primer lugar, porque necesitamos comprender la riqueza de Dios. Cuando recibimos revelación, vivimos confiados, porque conocemos la abundancia y sobre abundancia de lo que Dios ha puesto en nosotros. Y en segundo lugar, porque cuando recibimos revelación, conocemos el poder que ha sido puesto en nosotros. Sobre este segundo aspecto es preciso detenerse. Creemos que no es prudente minimizar la obra del enemigo como hacen algunos creyentes. Pero tampoco somos partícipes de darle un lugar de autoridad más alto del que le corresponde. Esto porque hoy día mucho cristiano se mueve más en el temor a Satanás que en el temor a Dios. La Biblia dice que toda autoridad le fue dada a Jesús, en los cielos y en la tierra. Así, el mismo espíritu de Dios que habitaba en el Señor Jesús, nos fue dado a nosotros, y el poder de Dios está en nosotros. Esto no significa que no debamos pedir ayuda, sino que entendamos que el poder de Dios está en nosotros y somos capaces de operar; debemos permitirnos ser usados, ser un instrumento para el Señor.

 2 Corintios 12:7 dice: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.”

 La revelación, puede llevarnos al orgullo y a hacer que se eleve nuestro ego; inclusive cuando se nos hacen reconocimientos por lo que Dios ha hecho por medio de nosotros, solemos aplacarlo diciendo: gloria a Dios. Pero si somos honestos, nos gusta que se nos reconozca, sentirnos aprobados, aceptados y honrados. Pero si queremos ver la gloria de Dios en nuestras vidas y ser usados por el Señor, lo primero que sucederá, es que seamos procesados en nuestro orgullo; y generalmente, tendremos que pagar el precio en nuestra carne. Pablo tuvo que dejar su trabajo, vivir como pobre, ver la escasez, fue insultado, golpeado, apedreado, vituperado. Asimismo, nosotros seremos machacados en nuestro ego y nuestro orgullo. Vendrán pruebas, pero en medio de la prueba saldremos vencedores. Recordemos esto: “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí.”

S.A.G. – 09 – MAR – 2025

(Estudio No. 827)

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