Ponga mucha atención: “Las encuestas en
nuestras sociedades latinoamericanas están cada día arrojando un número mayor
de personas que dicen que no tienen afiliación espiritual” Cada día más y más
personas expresan su desilusión con las iglesias y dentro de estos, está la
iglesia cristiana.
Dentro de diferentes estudios sociológicos
sobre las religiones en diferentes países, encontramos un común denominador
como una parte del fenómeno y es que las personas no religiosas observan que
las personas religiosas ven una incoherencia del decir y el hacer entre las
creencias y estilos de vida de las personas religiosas.
Como pastor, siempre he observado, denunciado y
criticado que la mayoría de los cristianos no reflejan los requerimientos que
Jesús enseñó; dentro de estos señalamientos incluimos a autoridades religiosas
y feligreses. Su carácter, su relacione, incluso cómo se gasta el dinero no
reflejan con precisión nuestra fe cristiana.
En la época de Pablo la sociedad en la isla de
Creta reflejaba una cultura de moral permisiva, corrupta y desenfrenada, podría
decirse que muy similar a nuestras actuales sociedades, las metas estaban
fijadas en el lujo, el atesoramiento monetario, la depravación sexual, el
irrespeto a la vida, la explotación de los desposeídos, etc. Dentro de esa
realidad cretense, los cristianos convertidos con la llegada de Pablo estaban
de muchas formas adoptando y acondicionándose a ese estilo de vida.
En ese marco referencial, encontramos un líder
eclesiástico llamado Tito y Pablo instruye a Tito para enseñar a los cristianos
a rechazar este estilo de vida inmoral de Creta y vivir como Cristo, dejar de
practicar las costumbres cretenses y ponerse a hacer lo que es bueno según la
enseñanza bíblica. “Recuérdales a todos que deben mostrarse obedientes y
sumisos ante los gobernantes y las autoridades. Siempre deben estar dispuestos
a hacer lo bueno: a no hablar mal de nadie, sino a buscar la paz y ser
respetuosos, demostrando plena humildad en su trato con todo el mundo.” Le
recomendaba según Tito 3:1…2
Ahí está la enseñanza, pero en nuestros días,
muchos creyentes ven el “estar dispuestos a hacer lo bueno” como algo vano,
ante un mundo plagado de maldad, se nos olvida que ello debe ser una cualidad
de vida en los cristianos. Se ora y se ora por un mundo mejor, pero no hacemos
el bien, se nos olvida que “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su
debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos” Gálatas 6:3
El hacer el bien importa mucho a Dios. Este es
un acto o una acción que es importante ahora en nuestras sociedades, como lo
fue durante el tiempo de Pablo.
Las Escrituras son claras que hacer el bien es
algo más que predicarlo es una acción y compromiso en nuestra relación con
Cristo.
Ahora, ¿Qué es "hacer el bien o el estar
dispuestos a hacer lo bueno"?
No se trata exclusivamente de ser una persona
de moral recta o de revisar una lista de buenas acciones y realizarlas. El
hacer el bien debe ser y se trata de una conducta, de una mentalidad, de una
vida de pensamiento y un aspecto relacional que debe activarse en cada
cristiano. Se trata de amarnos a nosotros mismos, a los demás y a Dios; se
trata de hacer como un estilo de vida. Es el hacernos diferentes ante las
mayorías de maldad en el mundo.
El hacer buenas acciones, muestra la porción de
pasión amorosa y llena de gracia que Dios ha dado a todas las personas. El
mensaje de la Palabra Santa es validado por la paz y la pureza en la conducción
de nuestras vidas y la preocupación que tenemos asistiéndonos los unos para con
los otros.
“¡Levántate y resplandece, que tu luz ha
llegado!¡La gloria del SEÑOR brilla sobre ti!” Isaías 60:1 NVI; Dios nos llama
a brillar intensamente. Y En Mateo 5:16 NVI, prácticamente se nos es ordenado:
“Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas
obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.”
En Gálatas 6:1...10 El pasaje bíblico tiene
enfoque a hacer el bien socialmente, un aspecto muy descuidado por la iglesia.
El cristianismo ha sido acusado de practicar un cristianismo del alma y un gran
descuido del cuerpo. Hacer el bien de esta manera, es equivalente a dar
testimonio de Jesucristo como ocurrió en la iglesia primitiva. Ser salvo y
vivir en esta tierra significa mostrar a Dios en nuestra manera de vivir y de
nuestra manera de hacer. Así que, Definitivamente, el mayor bien que podemos
hacerle a esta humanidad, es comunicarle el evangelio sin descuidar aspectos
que deben ser consecuencia de haber tenido un encuentro real con
Jesucristo.
Cuando Dios deposita su Espíritu dentro de
nosotros, nos da poder para decir no a lo que es impío: mentira, engaño,
inmoralidad, falta de preocupación por los demás, etc. Del mismo modo, si
estamos caminando con el Señor, entonces podemos permitir que el Espíritu de
Dios produzca esta transformación real y duradera que es interna y del corazón.
En el Espíritu de Dios, tenemos el poder de
hacer el bien en cada aspecto de nuestras vidas, en nuestras familias, en la
comunidad y lugares de trabajo, para no dejar de hacer el bien y amar a los
demás.
Los seres humanos tenemos una marcada y triste
capacidad de cansarnos de cosas maravillosas. Casi todos podemos recordarnos de
algo que nos haya entusiasmado recientemente, sin embargo, esa alegría ya
desapareció. Cuando vamos por varios días a la playa, el primer día la puesta
de sol nos pareció impresionante y nos hizo tan felices que hasta podríamos
haber cantado. Pero, en los últimos días de la estadía, ya casi ni la notaban.
Los que van de vacaciones se cansan de las
puestas de sol, los millonarios se cansan del dinero, los niños se cansan de
los juguetes y los cristianos se cansan de hacer el bien. Al principio, la
emoción de haber llegado a la iglesia es fuerte, pero ahora están cansados de
hacer cosas buenas. Ya no sienten emoción. Al principio, se sentían puros y
fuertes en el Espíritu Santo… pero ahora se cansaron de hacer el bien. La
energía interior y la alegría se esfumaron. Les parece una tarea rutinaria. Se
sienten desanimados.
Gálatas 6:9 RV dice: “No nos cansemos, pues, de
hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según
tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de
la fe”.
Por supuesto, no significa que nunca podamos
dejar un trabajo u otra cosa, para empezar otro. Si nos preguntamos qué bien es
ese que tenemos que hacer, ese del que no nos tenemos que cansar de hacerlo,
probablemente la mejor respuesta está en los frutos del Espíritu, en Gálatas
5:22: no nos cansemos de ser pacientes, benignos, buenos, fieles, mansos y
tener dominio propio. No nos cansemos de manifestar paz y alegría en todos los
actos de amor hacia nuestros semejantes, nuestros compañeros y sus familias.
Para resumir, no nos desanimemos de ofrendar
nuestro amor, porque si lo hacemos las obras de la carne toman el mando. Y
Pablo dice en 5:21: “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios”. O como Pablo dice en 6:8, si dejamos de sembrar para el Espíritu y
sembramos para nuestra propia carne, no segaremos la vida eterna, sino la
corrupción eterna.
“¿Dónde has estado?” le dijo Eliseo a su
sirviente Giezi.“¿No corriste tras Naamán para pedirle dinero? ¿No tienes más
codicia por llenar tus bolsillos con oro que por glorificar al Dios de Israel?
Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para
siempre. De Dios nadie se burla. Tu codicia se ha vuelto contra ti” (Cf 2 Reyes
5: 25-27). Todo lo que un hombre siembre, eso también segará.
Por lo tanto,
No Nos Cansemos De Hacer El Bien.
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