Cada
dia es mas frecuente observar en todas partes a esos niños de entre uno a ocho
años que pareciera ser que se esmeran por demostrar su mala crianza, pero lo
mas indignante y ciertamente chocante, es ver la pasividad de su papá o su mamá
ante aquella conducta, pareciera ser que están agradados con lo que sus hijos
demuestran, pobre de ellos, porque los hijos son el reflejo de la educación que
sus padres les dan.
Estos son niños demasiado empoderados,
agresivos, poco empáticos y que pueden llegar a las manos con sus familiares
(no digamos un particular) cuando no obtienen lo que desean.
Convivir con un pequeño emperador acarrea tensiones en el hogar que lleva a los
padres a acudir a la consulta psicológica de manera habitual.
Lo
que otorga poder a un niño para proclamarse emperador en su hogar es el hecho
de que los roles de padres e hijos se invierten y se cede el mando a los niños.
Se trata de un problema de gravedad, frecuente en las consultas psicológicas y
consejería cristiana, que conlleva conductas de maltrato psicológico y físico
de los menores hacia su familia; gritos, insultos o agresión física.
Cómo
se fabrica un niño con Síndrome del Emperador (*)
Los
niños con Síndrome del emperador son intolerantes a un no, no que por lo
general, pronuncian en escasas ocasiones sus padres, tampoco son empáticos, por
ello no saben ponerse en la piel de otra persona, ni expresar y gestionar sus
emociones. La actitud con los padres es distante, además de muy exigente y
agresivos; los adultos se muestran consentidores con ellos para evitar
situaciones de tensión en casa.
Esta
conducta tiránica es más habitual que se centre en la madre que en el padre y
suele aparecer o acrecentarse alrededor de los cuatro a cinco años de edad, que
es cuando llega la etapa escolar y comienza a demandársele al niño que sea más
autónomo y haga más cosas por sí mismo, pero como no tienen interiorizadas y
aceptadas normas, límites y tienen todo lo que desean, surgen los problemas en
la convivencia, como las rabietas o el enfado permanente.
Son
personas que no aceptan una negativa como respuesta: Arroja la comida si no le
gusta algún ingrediente, rechaza la ropa si no le gusta, desafía toda autoridad
y hasta escupe una bebida si no es de su agrado.
Cada
vez es más frecuente escuchar términos como “niño tirano” o “niño dictador”. Se
trata de niños que se creen el centro del universo y que todo y todos solo
tienen la tarea de complacerle y trabajar para sus caprichos.
Repetimos,
son personas que no aceptan una negativa como respuesta: Arroja la comida si no
le gusta algún ingrediente, rechaza la ropa si no le gusta, desafía toda
autoridad y hasta escupe una bebida si no es de su agrado… Sin embargo, detrás
de él están los que alimentan esa actitud: Los padres, que lo tratan como si el
sol saliese cuando el niño lo ordena.
Criar
a alguien bajo esos parámetros, dándole tanto poder, puede ser muy peligroso, de
ahí el nombre de “Síndrome del Emperador”.
No
solo será un niño tirano sino también sumamente inseguro, ya que tarde o
temprano chocará con una realidad: descubrirá que el mundo no gira a su
alrededor como los padres le hicieron y propiciaron creer. Por otro lado, ante
la expresión práctica y tangible de su mala conducta, es proclive de recibir
maltrato de la gente que él cree le obedecerá y cumplirá sus caprichos al pie
de la letra. Pero no todos serán como los padres, popularmente se dice
“encuentran padre en la calle”.
Las
conductas de los padres con sus hijos, que influyen para que aparezca el
pequeño tirano que los niños llevan dentro son:
- La excesiva permisividad, que suele ir unida a
progenitores que no dedican tiempo a estar con sus hijos y solapan el
sentimiento de culpabilidad que les genera con consentir todos los caprichos de
los niños, sobre todo materiales.
- La ausencia de límites y normas para evitar los
enfrentamientos con el niño que adopta una conducta agresiva y violenta, que se
proyecta no solo con los padres sino también con los abuelos, los profesores u
otros niños sea cual sea el entorno social que se desarrolla.
- Incoherencia a la hora de trasladar al niño
ciertas normas y falta de acuerdo entre los progenitores a la hora de
mantenerlas, como ordenar todos los días su habitación.
- Pasividad y permisividad de uno o los dos
padres ante las exigencias del hijo, por lo general se manifiesta mas en las
madres. Su pasividad no les permite ver y reconocer en sus hijos, un patrón
continuo de comportamiento desobediente, hostil y desafiante hacia las figuras
de autoridad, el cual va más allá de la conducta infantil normal.
- Consumo de alcohol y/o drogas en el entorno
social cercano del niño, que genera inestabilidad emocional.
La
palabra mágica para prevenir pequeños tiranos es: No
Lo
primero que necesitan los padres es aprender a decir no, reaccionar ante
la situación y empezar a corregirle y a limitar sus acciones y constantes
caprichos. El no, es una acción y palabra preventiva a una posible
catástrofe en el futuro del niño. Esta palabra tan corta (dos letras) es usada
hasta por Dios para evitar catástrofes como cuando dijo a nuestros padres
bíblicos “mas del fruto de ese árbol NO comerás…”
Sin
embargo, en la mayoría de los casos los padres y todos los que fomentan esta
conducta, piensan que es gracioso. No lo ven como algo grave y piensan que, al
crecer, como por arte de magia, lo malo desaparecerá.
Y
por supuesto que no es así y se necesita enderezar la conducta lo antes
posible.
Si
los padres intervienen, tal vez (léase bien tal vez) hasta los doce años es
posible corregir el rumbo. Media vez que inicie la edad de socializar con niños
de su edad y al entrar a la adolescencia será mucho más difícil. Incluso
llegará un momento en que se dará cuenta que los que le permitían todo le han
hecho un enorme daño y utilice de forma manipulativa la culpa de estos. De hecho, en muchos casos estos niños tiranos
agreden a sus padres, ya sea verbal o físicamente. En otras palabras, si no
quieres en tu hijo un maleante, educa a tiempo.
La
clave, como casi siempre, pasa por quienes los educan: es decir los padres y
algunas veces los abuelos. Pero si en casa se sientan las bases correctas, se
respetan y mantienen, es más fácil que entren en razón.
Hay
algunos niños más proclives que otros, especialmente los hijos únicos, los que
padecen enfermedades que a la vez pueden ser provocadas de forma inconsciente.
A veces es el hermano pequeño en otras, el mayor; también puede ser adoptado,
hijos de padres mayores. Las estadísticas dicen que este fenómeno se da más
entre clases altas y medias, y entre niños que niñas.
Poner
límites, pocos, pero claros, es fundamental y esa es tarea de los padres. Ellos
son los primeros que deben educarse.
Cubrir
las necesidades de nuestro hijo es muy diferente de cubrir sus caprichos.
Cuando no sabemos distinguir entre lo que es necesidad y lo que es capricho,
nos sentiremos en la obligación de llenar cualquier requerimiento que el niño
nos haga y eso originará un terrible daño en los padres y también en los hijos,
convirtiendo a este último en un ser malcriado y caprichoso que se echará a
perder.
·
Lo que puede hacer
Tome
el control. Su hijo no aceptará que usted es quien manda
si usted no toma las riendas. Sin dejar de ser cariñoso, tiene que hacerse
respetar. Unas décadas atrás, algunos “expertos” empezaron a decir que la
palabra autoridad era muy fuerte. Incluso hay quienes piensan que tratar de
imponer la autoridad es una “falta de ética” y un acto “inmoral”. Pero la falta
de dirección clara confunde a los hijos y no los prepara para la vida. Es más,
podrían terminar siendo unos consentidos que piensan que tienen derecho a todo.
Proverbios 29:15 “La vara y la corrección dan sabiduría; Mas el muchacho
consentido avergonzará a su madre”
Discipline
a su hijo. Algunos diccionarios definen la disciplina como
“instrucción de una persona con el objetivo de que aprenda a obedecer o a controlarse
por medio de reglas y de castigos”. Por supuesto, jamás se debe ser irrazonable
o maltratar al niño. Pero si no se le castiga conforme a lo que ha hecho, nunca
mejorará. Proverbios 23:13 “No rehúses corregir al
muchacho; Porque si lo castigas con vara, no morirá”
Sea
claro y directo. Hay padres que tratan de maquillar las
órdenes. Por ejemplo, le dicen al niño: “Mi lindo, ¿quieres recoger tu cuarto,
por favor?”. Tal vez piensen que es una cuestión de modales. Sin embargo, eso
les quita autoridad, pues le da la opción al niño de desobedecer. En vez de
dejar que el niño decida si quiere obedecer, hay que darle órdenes claras y
directas. 1 Corintios 14:9 “Así
también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo
se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire.”
Sea
firme. Si le ha dicho que no al niño, no cambie de opinión.
Además, presente un frente unido con su cónyuge. En caso de que le haya dicho
que lo va a castigar, no se eche atrás. Tampoco se ponga a negociar con el niño
explíquele porque lo castiga y castíguelo. Será mejor para su hijo y para usted
si se asegura de “que su Sí signifique Sí, y su No, No”. Santiago 5:12 “Pero, sobre todo, hermanos míos, no
juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino
que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación”
La
familia no es ni una democracia ni una dictadura. Dios creó la familia para que
los hijos reciban la guía que necesitan para madurar como buenos ciudadanos. La
disciplina forma parte del proceso de educación. Si disciplina a su hijo con
cariño, lo ayudará a que sea obediente y a que se sienta seguro y querido.
Para
concluir recuerde que la obediencia se aprende. Pero antes de averiguar cómo enseñarle
a su hijo a obedecer, es necesario que entienda por qué se porta mal y vera que
es casi seguro que la causa es su proceder permisivo como padre o madre de ese
niño.
Y
recuerde: Instruye Al Niño En Su Camino Y Evita
Criar Tiranos
(*) El Síndrome del Emperador, síndrome del niño tirano o síndrome del niño rey, es un trastorno de conducta que afecta a los niños.
Principalmente se inicia en el hogar, cuando el niño comienza por desafiar al
padre y a la madre y más adelante lo hace con cualquier persona. Este trastorno
se caracteriza por el sentimiento de autoridad que puede llegar a tener un
menor de edad hacia los demás; por lo regular esto ocurre por darle privilegios
desmesurados al niño o niña que la padece, dándole todo lo que quiere sin
ningún tipo de condición. En definitiva, se propicia que entre en una dinámica
de comportamiento en la que los caprichos son satisfechos en el momento, por lo
que se convierten en necesidades. De esta manera, cuando el niño o niña no obtiene
lo que quiere, tiende a enojos extremos que pueden terminar en agresiones
verbales y físicas junto con aires de autoridad.
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