¡Esto es increíble!
¿Habrá alguna diferencia entre estar juntos y estar unidos? ¡Por supuesto que
sí! Alguien tuvo la brillante idea de usar dos gatos para explicarlo. ¡Sí, dos
gatos! ¿Cómo es eso posible? ¡Pues muy sencillo! Amarramos las colas de los
gatos (por favor, no lo intenten en casa) y los colgamos de un tendedero de
ropa. ¡Y así veremos la diferencia entre estar juntos y estar unidos!
Los gatos estarán
juntos, porque sus colas estarán amarradas. pero eso no significa que estén
unidos. ¡Al contrario!, se pondrán a reñir y a rasguñar hasta que algo suceda. Me
pregunto: ¿sucederán cosas similares en la iglesia? ¿Habrá casos de iglesias
donde los hermanos están juntos, pero no están unidos?
¡Por supuesto que los
hay! Cuando el mundo ve la falta de unión, se pregunta si realmente servimos a
un Dios de amor. ¡Y cuando los hermanos nuevos observan esa falta de unidad en
la iglesia, se desaniman! ¡Pero Jesús oró para que nosotros tuviéramos la unión
que Él tiene con su Padre! ¡Es algo muy importante para Él!
Las divisiones en la
iglesia han sido un problema desde el comienzo. La iglesia empezó como un grupo
de judíos que reconocieron a Jesús en el cumplimiento de las escrituras judías.
Y como judíos, seguían observando sus costumbres judías. ¡Pero, en el propósito
de Dios, estaba que los gentiles entráramos en la Iglesia!
¿Sabes lo que pasó
cuando esto sucedió? ¡Empezaron los pleitos! La religión judía tenía reglas
que, después de la venida de Cristo, ya no se aplicaban. ¡Pero eso no es todo!
algunos de los judíos que habían aceptado a Jesús todavía no comprendían que ya
no era necesario hacer esas cosas! Ellos veían a sus hermanos en la iglesia que
no observaban estas reglas y los consideraban libertinos, y los otros, en
cambio, los menospreciaban como ignorantes.
En su carta a la
iglesia romana, Pablo dedica más de un capítulo a esta situación. Pablo sabía
que uno de esos grupos tenía la razón. Sin embargo, él se enfocó más en la
importancia de mantener la unión de la iglesia. Es posible tener la razón, pero
puede estar equivocado por tener una actitud equivocada.
Leamos Romanos 14:1…12:
“Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno
cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que
come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come;
porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su
propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor
para hacerle estar firme. Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga
iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.
El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día,
para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a
Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. Porque
ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos,
para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que
vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y
resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que
viven. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué
menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de
Cristo. Porque escrito está: Vivo yo,
dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a
Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”
Las cuestiones que se
mencionan aquí nos pueden parecer extrañas, porque ya no son controversiales
para nosotros. Sin embargo, podemos aprender mucho de las enseñanzas que el
apóstol nos da acerca de cómo manejar estas cuestiones dentro de la iglesia.
Lo primero que menciona
es el asunto de la comida. En el Antiguo Testamento, había toda una serie de
reglas acerca de lo que se podía comer. Aparte de esto, los judíos evitaban
comer carne que había sido ofrecida a un ídolo, para no contaminarse de la
falsa adoración. Algunos llevaban esto a un extremo y no comían carne, porque
no podían tener la seguridad de que la carne que compraban había sido
sacrificada primero a un ídolo.
Es a esta gente que
Pablo se refiere en el verso 2 al hablar de los que sólo comían verduras. No
eran vegetarianos, sino que evitaban la carne para no comer carne contaminada.
Jesús declaró que toda la comida es limpia. Esto significa que lo que comemos
no tiene nada que ver con nuestro estado espiritual. Puede afectar nuestra
salud física, pero no tiene nada que ver con nuestra salud espiritual.
Algunos, sin embargo,
no comprendían esto. Eran débiles en la fe. Su fe no había crecido para poder
comprender que las antiguas reglas de la alimentación ya no se aplicaban a su
situación.
¿Cómo responder a estas
personas en la iglesia?
Pablo dice: Recíbanlos,
pero no para entrar en discusiones. En otras palabras, no es necesario que
estemos de acuerdo en cada punto. Si alguien piensa de una forma diferente que
nosotros, pero no se trata de un punto principal de la fe, debemos de aceptarlo
como hermano y no entrar en discusiones ni pleitos.
Tenemos que proteger la
unión, porque todos somos siervos de un mismo Señor. Si Dios ha aceptado a tu
hermano, ¿quién eres tú para rechazarlo? Si Cristo incluye a tu hermano en su
iglesia, ¿quién eres tú para excluirlo?
Pablo menciona también
otra cuestión que causaba divisiones en la iglesia. Se trataba de los días. En
el Antiguo Testamento, se observaba el sábado como día de reposo dedicado al
Señor. Ya en la iglesia primitiva había cambiado el sábado.
Sin embargo, había
personas que no habían llegado a comprender este punto y seguían guardando el
sábado y los días festivos. ¿Qué dice Pablo? Que el que guarda el sábado lo
hace para el Señor y el que no lo hace también vive para el Señor. Lo
importante es que cada uno esté plenamente convencido de lo que hace.
Al final de nuestros
días, todos seremos juzgados por el Señor. Por lo tanto, dejemos de juzgarnos
unos a otros, Dios se encargará de arreglar las cosas. No nos corresponde a
nosotros hacerlo.
Ahora bien, hay dos
casos en los que sí tenemos que juzgar. Dios nos llama a ser tolerantes, pero
la tolerancia tiene sus límites. El primer caso es el de una falla moral. En 1
Corintios 5, por ejemplo, Pablo le dice a la congregación de Corinto que ellos
tienen que juzgar el pecado moral y expulsar al pecador de la congregación. En
este caso, un hombre vivía en pecado con su madrastra. Pablo no les dice que
sean tolerantes, sino que llamen al pecado por su nombre. Aunque nunca dejemos
de amar a nuestros hermanos, no debemos de confundirnos y pensar que este
llamado a la tolerancia se extiende al grado de tolerar el pecado.
El otro caso es el de
falsa doctrina. Si alguien empieza a enseñar cosas falsas en contra de: las
doctrinas básicas de la fe, de Jesucristo, de la salvación, o acerca de la
Biblia, no lo podemos aceptar. Tenemos que ser como los berréanos (Hechos 17:10...11),
que examinaban las Escrituras para ver si lo que se les predicaba era la
verdad.
Sin embargo, solemos
ser muy tolerantes con los pecados de otros y a veces hasta con la falsa
doctrina, pero nos dividimos por cuestiones insignificantes. Dios puso en su
iglesia a los Pastores para que cuando usted vea un caso de estos, hable con
los Pastores y sean ellos quienes los traten.
Hasta el día de hoy, la
mayoría de los problemas en las iglesias tienen que ver con cuestiones de
ritual, no de moral. Cosas como estilos musicales, el uso del velo, el tipo de
danza o de himnarios y otras cosas parecidas, cuando no son cuestiones trascendentes.
Unos levantan las manos al adorar, mientras que otros lo ven como algo extraño.
¡Los dos adoran al mismo Señor!
Dios nos está llamando
a proteger la unión de su pueblo. Él nos llama a recordar que Él es quien nos
va a juzgar. No dejemos que las divisiones por cosas insignificantes nos
separen los unos de los otros. Caminemos en unión, para que el mundo pueda ver
el amor de Cristo.
S.A.G. - 23 – MAR – 2025
(Estudio No. 829)
Si deseas escribirnos,
puedes hacerlo a:
igelrenuevo@gmail.com
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