El
abuso, independientemente de su naturaleza, constituye una transgresión moral
para aquellos que lo perpetran y representa una carga significativa y onerosa
para las víctimas. Las víctimas del abuso deben ser consolados en su
sufrimiento, ayudados a superar la vergüenza injustificada y recibir la única
esperanza verdadera que es Cristo.
El
debate actual sobre el abuso ante la existencia de las redes sociales se
distorsiona y enreda rápidamente. Las redes sociales no se han caracterizado
por fomentar un espíritu de caridad ni por cultivar un ambiente intelectual
interesado en distinciones precisas y una deliberación paciente. Otra
dificultad depende de diversos factores como: la personalidad, la posición, la
experiencia o el contexto, aparte de que tendemos a percibir los peligros de
maneras distintas. Para algunos, la preocupación más apremiante es que el abuso
se perpetre, se minimice y se encubra dentro de la iglesia. Para otros, existe
otra preocupación: que el abuso se esté convirtiendo en una categoría
totalizadora.
Me
preocupa que la corrección de los errores de la iglesia en materia de abusos
haya derivado en una corrección malsana manipulada por doctrina de hombres y
que corregir un error puede generar otros nuevos.
Comprendo
que hay puntos que deben aclararse, por lo tanto, permítanme hacer todo lo
posible por expresar la corrección con sinceridad:
a) El
abuso existe en la iglesia.
A
pesar de nuestros esfuerzos por distinguirnos del mundo secular, aún persisten
elementos mundanos en el ámbito eclesiástico. Niños han sido abusados por
adultos. Esposas han sido abusadas por sus esposos y a veces viceversa. Lideres
impositivos de sus propias normas personales. Empleados maltratados por
miembros del personal superior. La iglesia, no siempre ha hecho un buen trabajo
protegiendo a los vulnerables ni exigiendo responsabilidades a los poderosos. Caza
ingenuos, narcisistas y pecadores de toda índole han encontrado en la iglesia
un lugar donde esconderse, y a veces un lugar donde prosperar, en sus actos
oscuros.
b) La
iglesia no siempre ha manejado bien el abuso.
Aun
cuando los líderes no han sido culpables de conductas abusivas ni han intentado
encubrir el abuso, a veces no han manejado las situaciones con fidelidad
bíblica, sensibilidad pastoral y gracia cristiana. Estas fallas incluyen: no
implementar medidas adecuadas, no actuar con prontitud, no guardar la
privacidad según el tipo de abuso, no incluir a las mujeres en casos de
violencia doméstica, aplicar Mateo 18 de forma rígida, tratar las situaciones
de abuso como simples asuntos de reconciliación personal, tardar en escuchar e
ignorar los procedimientos adecuados para denunciar.
c) La
diversidad de maneras para ofender
Podemos
sufrir profundamente tanto por palabras como por acciones, por dolor emocional
como por daño físico, por líderes sutilmente manipuladores como por líderes
abiertamente tiránicos.
d) Las
víctimas necesitan ayuda.
Es
crucial reconocer que las víctimas a menudo enfrentan una sensación de
vergüenza injustificada y necesitan que se les reafirme su inocencia y la
gracia de Dios. Sus clamores a veces no son escuchados; necesitan que las
personas con influencia las escuchen y hablen por ellas y con ellas. Con
frecuencia, necesitan que quienes ostentan el poder intervengan y las protejan.
e) Los
líderes deben ayudar a las víctimas.
Los
que ejercen puestos de autoridad a menudo ven a las víctimas de abuso como
amenazas que deben ser neutralizadas, en lugar de verlas como personas que
sufren y a quienes se debe ayudar y consolar. Los consejos directivos,
presidentes y pastores no pueden dejar de ser líderes sabios y responsables. Ser
buenos administradores no justifica que se trate el abuso como meros asuntos
legales o como desastres de relaciones públicas que deben mitigarse. Debemos
pensar en las víctimas antes de pensar en nuestras propias responsabilidades
institucionales.
Todos
los puntos anteriores no deben subestimarse.
El
tema del abuso se categoriza por sí solo, cualquier intento de matizar o
analizar con objetividad está completamente fuera de lugar. Como resultado, la
gente suele quedar polarizada: o lo entiendes y estás completamente del lado
correcto o eres un opresor y parte del problema.
Existe
la expectativa irreal de que todo artículo en internet, comentario en podcast o
sermón debe expresarse como en una sesión de terapia individual. No fomentamos
el pensamiento equilibrado al convertir internet en un consultorio psicológico,
ni ayudaremos a las víctimas a largo plazo haciéndoles creer que pueden
encontrar la atención que necesitan en desconocidos en línea.
Existe
una tendencia o evasión a no distinguir o evadir la responsabilidad del
abusador y de esta forma, la iglesia falla a las víctimas y encubre al
abusador. Por otro lado, debemos ser cautelosos al acusar, una acusación puede a
veces, ser imposible de probar o refutar, dañando al imputado. No debemos
imputar culpa a cualquiera.
Hay
que tener cuidado de distinguir entre el pecado cometido con premeditación, el
pecado involuntario, los errores honestos y la simple conexión con una persona
pecadora o una situación trágica. Es demasiado fácil difamar a otros sin
pruebas ni el debido proceso. La presunción de culpabilidad no es una forma
cristiana de buscar justicia.
Dado
que abuso es un término explosivo, que avergüenza al acusado y empodera al
ofendido, no debemos usarlo a la ligera. No hace mucho, al decir abuso, todos
asumían un daño físico o una situación sexual. Como mencioné antes, es
importante comprender que existen formas de sufrir graves injusticias sin que
nadie nos toque.
En los
últimos años hemos oído hablar mucho del peligro de la autoridad y con razón.
Hemos presenciado abusos de poder terribles en el mundo cristiano. Las
dinámicas de poder son reales. Pero la respuesta a un incendio en la cocina no
debe ser quemar toda la casa. El abuso de autoridad es una distorsión del
carácter de Dios, pues Él es quien reina soberanamente sobre todas las cosas.
En mi experiencia creo que la mayoría de los pastores merecen el beneficio de
la duda. La mayoría se esfuerza, con sus imperfecciones, por guiar, servir y
enseñar en tiempos cada vez más difíciles. Debemos corregir el abuso donde
exista, sin exagerar el problema, sin cuestionar toda autoridad y sin dañar la
reputación de quienes no merecen ser difamados.
S.A.G. - 09 – NOV – 2025 (Estudio
No. 861)
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Aviso:
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