Cuídate De No Ser Soberbio Por Saúl Guevara (Estudio No. 857)

 


La soberbia se erige como una falta grave, puesto que conduce al ser humano a pensar que puede lograr todo por sí mismo. Por consiguiente, resulta pertinente examinar el proceso de declive experimentado por el soberbio y su impacto negativo en la existencia humana.

 Según las escrituras cristianas, este es el pecado original, cometido por Adán y Eva. El juicio divino hacia el pecado de soberbia conlleva una sanción más severa en comparación con cualquier otro pecado. En el contexto de la teología cristina, se estudia la figura de Satanás como una entidad que, tras optar por el mal, perdió su estado divino de manera definitiva. Adán y Eva perdieron la presencia divina y su vida eterna como resultado de su desobediencia y rebeldía. Al instar a sus discípulos a emular su ejemplo, Jesús les exhortó a “aprender de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29), estableciendo así un estándar de conducta para alcanzar la auténtica condición de cristiano.

 La soberbia implica una falta de humildad y lucidez, así como una predisposición excesiva hacia uno mismo. Sus expresiones más características incluyen la prepotencia, la presunción, la jactancia, la vanagloria y la tendencia a colocarse por encima de los demás. Se trata de un juicio de sí mismo en términos positivos, que lleva a una sensación de ser el centro de todo, manifestando un entusiasmo que se convierte en idolatría personal. Este pecado constituye el origen de la egolatría, de la cual se arraigan todos los demás pecados. Dicho pecado provoca una obstrucción en nuestro entendimiento y comprensión, y nos conduce a un egocentrismo espiritual, lo cual nos lleva a pensar que todos nuestros actos son buenos y virtuosos, cuando en realidad se trata de vicios que están destruyendo silenciosamente nuestro espíritu.

 Hay que reconocer que todos estamos infectados de este virus y se manifiesta de muchas maneras. Puede manifestarse de manera egocéntrica, que es cuando queremos ser el centro de atención de todo y si no lo somos nos ofendemos y nos enojamos, porque nos ataca buscando fama, admiración y vanagloria, buscamos honores encima de los demás y no importa si para ello los pisoteamos o calumniamos, nos empuja a buscar puestos de honor, alabanzas o reconocimientos, al costo de los demás, pero en nuestro favor. Puede manifestarse de forma colérica o impositiva, esta, es la fuerte voluntad en contra de las opiniones de los otros, cuando nos volvemos autoritarios, críticos de los otros, pero que nunca aceptamos una corrección. Este virus también puede camuflarse a forma de sensibilidad, personas que se ofenden fácilmente en lo mínimo y de ahí que guarden rencores y sospechan a todos, y no confían en nada ni nadie.

 Una vez esclarecido el concepto de soberbia y su impacto en el diario vivir, es imperativo reconocer la existencia, por divina gracia, de una solución para enfrentar estos pecados que oprimen el alma.

 En oposición a la arrogancia, se ha establecido la humildad como el antídoto idóneo para contrarrestar este sentimiento tan indeseable. Este término tiene su origen en el latín humilitas, que se traduce como «abajarse». El término «humus» se deriva del latín humus, que significa «suelo» o «tierra». A partir de estos dos vocablos, es posible inferir cómo alcanzar la virtud de la humildad: mediante la abnegación y la humildad. Al reflexionar sobre este acto de humildad, comprendemos nuestra verdadera condición y dependemos completamente de la gracia divina. Es preciso señalar que la única aportación de la que somos responsables es el pecado. Aquellos individuos que encarnan la humildad en su estado más puro son capaces de expresar con convicción: “Tú eres la totalidad y yo soy nada”.

 Contrario a lo que muchos piensan, la humildad no se reduce a una expresión facial o a la pasividad social. Tampoco se trata de ser ingenuo. En cambio, la persona que es humilde es activa en su fe y actúa con sencillez. Además, busca pasar desapercibida, sin buscar la grandeza o la fama que el mundo nos ofrece. El humilde aspira a reconocer su absoluta dependencia de Dios. Ante la magnitud divina, nos percatamos de nuestra insignificancia. La humildad implica una profunda conciencia de nuestra insignificancia y vulnerabilidad ante la grandiosidad divina, así como una aceptación sencilla de nuestra interdependencia constante con los demás y de las virtudes que estos pueden atesorar, a menudo superiores a las nuestras. Ante el Ser Supremo, todos somos iguales. Esta es la única verdad que debe tenerse en cuenta. Por tanto, en lugar de buscar la vanagloria que propone la soberbia, debemos centrar nuestros esfuerzos en cultivar las virtudes, especialmente en la humildad, para contribuir al bienestar de la sociedad. Aquellos individuos que actúan con soberbia y orgullo, destruyen y ahuyentan, mientras que los individuos de naturaleza humilde contribuyen a fortalecer y expandir la fe de los cristianos.

El corazón soberbio hace perder la salvación: Malaquías 4:1 nos avisa: “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama 

El texto bíblico anuncia el día en que Dios viene y los acontecimientos finales, lo insignificantes que serán los soberbios al momento de ser expulsados en el horno de fuego. Estas personas no tendrán principio ni fin y serán olvidadas por Dios, puesto que no tendrán ni rama ni raíz lo que significa que no habrá más como ellos ni de ellos.

 Cuando Dios nos coloque en lugares de importancia puede que nuestro corazón tienda a apartarse de nuestro Dios, de quien debemos todo y por quien somos todo y como resultado perdamos el privilegio más alto que cualquier ser humano puede tener y es el de ser hijos de Dios y herederos de su reino, es por eso que nunca debemos olvidar la bondad y el poder de nuestro Padre quien nos ha escogido.

 En Lucas 1:52 nos damos cuenta que Dios es quien decide que personas están o no en lugares importantes, con todo esto debemos notar que aquellos lugares deben contener la responsabilidad de estar más pegados a la mano de Dios, de no olvidar que por él somos y por él estamos.

 Sí usted ha sido llamado a impactar altas esferas de poder en esta tierra no olvide que sirve a Dios donde está y que su vida debe ser el reflejo de la humildad y sencillez de corazón al reconocer que usted es quien es por Dios y su gracia.

 Recordemos que Dios exalta al humilde al contrario de lo que hemos visto frente a la soberbia. En 1 Corintios 1:29 vemos que tenemos un Dios que posiciona al que el mundo considera débil o necio para llevar las buenas noticias de Salvación.

 De hecho, no sabemos dónde Dios nos coloque durante nuestro caminar por esta tierra aun así pensemos en que todo lo que hagamos y a pesar que haya causado sacrificios de nuestra parte no han sido nada y no serán si no tenemos a Dios de nuestro lado.

 Como consecuencia alejaríamos a quien nos da su gracia para llevar la salvación a muchos, es por esto que debemos orar para que nuestro corazón no se pierda.

S.A.G. - 12 – SEP – 2025 (Estudio No. 857)

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