Nota del Autor
Durante los tres próximos domingos, nos
ausentaremos de nuestros estudios. Dios ha sido tan amable de concedernos un
viaje a Málaga, España, para acompañar a nuestra hija menor, Tiki, quien espera
junto a su esposo Esteban, la llegada de su primer hijo, varón que también se
llamara Esteban y si bien es cierto que no estaré a la par de mi hija en el
nacimiento de este varón, si es cierto que hoy que llego aprovechare para
bendecirlo y presentárselo al Señor. Así que mi amigo lector nos veremos hasta
el domingo 11 de enero de 2026 y que las bendiciones de Dios para ese año, sean
proliferas en todos nosotros, siendo toda la gloria solo para El.
Ahora
a nuestro estudio:
Al
inicio de cada nuevo año, se presta especial atención a los denominados “propósitos”
de año nuevo, en los que las personas establecen la determinación de abandonar
hábitos nocivos, adoptar nuevas prácticas o reformular su perspectiva de vida.
Lamentablemente, estas promesas personales suelen ser de corta duración y el
incumplimiento puede conducir a un estado de desmotivación.
La
práctica de hacer resoluciones de Año Nuevo se remonta a más de 3,000 años con
los antiguos babilonios. Hay algo en el inicio del nuevo año que nos hace
pensar en un nuevo comienzo, una nueva etapa. En realidad, no hay diferencia
entre el 31 de diciembre y el 1º de enero. Nada místico ocurre a la media noche
del 31 de diciembre. La Biblia no habla en favor ni en contra del concepto de
la resolución de Año Nuevo. Sin embargo, si un cristiano desea hacer una resolución
de Año Nuevo, ¿qué clase de resolución debería hacer?
Las
resoluciones de Año Nuevo más comunes son la determinación de dejar de fumar,
dejar de beber, manejar el dinero más sabiamente y pasar más tiempo con la
familia. Para ellas, la resolución más común de Año Nuevo es sin duda el bajar
de peso, juntamente con hacer más ejercicio y comer más sanamente. Todos estos
son buenos objetivos. Sin embargo, 1 Timoteo 4:8 nos enseña a mantener el
ejercicio físico en perspectiva. “Porque el ejercicio corporal para poco es
provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida
presente, y la venidera.” La gran mayoría de las resoluciones de Año Nuevo, aún
entre cristianos, tienen que ver con el aspecto físico. Esto no debería de ser.
Muchos
cristianos determinan orar más, leer la Biblia todos los días e ir a la iglesia
más regularmente. Estos son objetivos fantásticos. Sin embargo, estas
resoluciones fallan tanto como las no espirituales, porque no hay poder en una
resolución de Año Nuevo. Tener determinación para comenzar o terminar cierta
actividad no tiene ningún valor, a menos que se tenga verdadera motivación para
hacer o dejar de hacer esa actividad.
Filipenses
4:13 nos dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Juan 15:5 nos
enseña: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en
él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Si
Dios es el centro de tus resoluciones de Año Nuevo, hay posibilidad de tener
éxito, dependiendo de tu compromiso para hacerlo. Si es la voluntad de Dios que
algo se cumpla, Él te ayudará a realizarlo. Si una resolución no es para honrar
a Dios o no está de acuerdo con la Palabra de Dios, no recibiremos ayuda de
Dios para llevarla a cabo. Salmo 37:5-6 dice: “Encomienda a El Señor tu camino,
y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, tu derecho como el
mediodía."
En
Génesis, el Señor se encuentra con Abraham y le dice: "Mas yo estableceré
mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que
viene" (Génesis 17:21). Más tarde, Dios pregunta: “¿Hay para Dios alguna
cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida,
Sara tendrá un hijo" (Génesis 18:14). La palabra hebrea para “tiempo” en
estos versículos, tiene una variedad de significados que incluyen “tiempo
establecido”, “temporada” o “fiesta”, y es el mismo término que Génesis usó
para describir la designación de Dios del sol y la luna: "Dijo luego Dios:
Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y
sirvan de señales para las estaciones, para días y años" (Génesis 1:14). Las
palabras de Dios a Abraham y Sara subrayan que la promesa y la presencia divina
son tan confiables como el ciclo de días, meses y años.

Desde
un razonamiento judío, la razón para conocer las “estaciones” o “tiempos” que
Dios estableció en la creación era seguir el calendario festivo, que marcaba la
certeza de la providencia de Dios sobre Israel a lo largo de cada año.
Levítico, introduce las “fiestas” con la misma palabra vinculándola a períodos
anuales específicos: "Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las
convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos" (Levítico
23:4).
Para
los antiguos israelitas como para los cristianos practicantes de hoy, estos
recordatorios de calendario de la presencia y las promesas de Dios se renuevan
en los mismos tiempos señalados cada año. Las Escrituras de Israel dan fe del
restablecimiento continuo de las bendiciones divinas, no solo el “año que viene”,
sino el siguiente y el siguiente. Por lo tanto, en lugar de centrarse en los
propósitos humanos este nuevo año, los lectores de la Biblia pueden confiar en
la promesa segura de Dios sobre su fidelidad continua al pacto este año y en
todos los años venideros.
Y que
toda la gloria sea para Dios.
S.A.G. - 14 – DIC – 2025 (Estudio
No. 866)
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