Pongámonos Claros, La Tolerancia Tiene Limites Por Saúl Guevara (Estudio No. 860)

 

 


Colosenses 3:13 NVI, dice: “de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro”

 La tolerancia es el respeto, la aceptación y el aprecio por las ideas, creencias y prácticas de otras personas que son diferentes o contrarias a las propias. Implica tratar a los demás con empatía, comprensión y sin prejuicios. No es indiferencia ni simplemente "aguantar", sino reconocer los derechos universales y las libertades fundamentales de los demás.

 La mayoría de las personas hemos sido educadas y educamos según el principio de que, para mantener relaciones interpersonales positivas, es necesario aceptar, perdonar y tolerar a los demás.

 Sin embargo, cabe plantearse la siguiente cuestión: ¿deben fijarse límites a la tolerancia?

 En la época de Jesús abundaban la intolerancia y el prejuicio. Por ejemplo, los judíos y los samaritanos se odiaban (Juan 4:9). También se consideraba que las mujeres eran inferiores a los hombres. Y, para colmo, los líderes religiosos judíos despreciaban a la gente común (Juan 7:49). Sin embargo, Jesucristo era un hombre completamente diferente. De hecho, sus enemigos lo criticaban diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores, y come con ellos” (Lucas 15:2 NVI). Jesús era amable, paciente y tolerante; no juzgaba a la gente, sino que quería ayudarla a conocer a Dios. Todo porque amaba a las personas (Juan 3:17; 13:34).

 Jesús fue el mejor ejemplo de alguien tolerante, pues no juzgaba a las personas, sino que las ayudaba a acercarse a Dios

 El amor se erige como un elemento fundamental para fomentar la tolerancia, ya que propicia una apertura mental y emocional que nos permite aceptar a los demás, independientemente de sus imperfecciones y diferencias. Por ello, la Biblia aconseja: “de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro” (Colosenses 3:13 NVI); “Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre muchísimos pecados.” (1 Pedro 4:8 NVI)

 Sin embargo, surge la pregunta: ¿Es necesario tolerar todo?

 En el contexto de nuestras sociedades, resulta imperativo preservar el orden público. Por lo tanto, es imperativo establecer límites a ciertas conductas. Es preciso señalar que, cuando la Biblia aborda el tema del amor, se debe considerar que este no debe manifestarse de manera impropia (1 Corintios 13:5). Aunque Jesús fue ejemplar en cuanto a demostrar tolerancia, nunca aprobó la conducta obscena, deshonesta, hipócrita ni malvada. Todo lo contrario, la condenó abiertamente (Mateo 23:13). Por eso pudo decir: “Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz y no se acerca a ella” (Juan 3:20 NVI).

 Pablo escribió: “Aborrezcan el mal; aférrense al bien” (Romanos 12:9 NVI). Y él vivió según esas palabras. Por ejemplo, en una ocasión vio que ciertos cristianos de origen judío evitaban a los cristianos que no eran de su raza. Aunque él mismo era judío, los corrigió con cariño, pero con firmeza (Gálatas 2:11…14). Además, sabía que “Dios no es parcial” y que no tolera el prejuicio entre sus siervos (Hechos 10:34).

Los cristianos nos guiamos por las normas de la Biblia (Isaías 33:22). Por tanto, no toleramos la maldad entre nosotros. Para que la una sociedad cristiana se mantenga limpia, no debe dejarse influir por quienes no quieren obedecer a Dios. Por eso hemos de ser cumplidores de la instrucción bíblica: “Quiten a ese pecador de en medio de ustedes” (1 Corintios 5:11…13, NVI).

 “Ustedes, que aman al Señor, odien el mal” (Salmo 97:10 NVI)

 Algunos argumentan que esta tendencia es inherente a la naturaleza humana y que siempre habrá individuos que actúan de manera deshonesta.

 Pero dice la Biblia que el profeta Habacuc le preguntó a Dios por qué toleraba la maldad, y añadió: “Veo ante mis ojos destrucción y violencia; surgen riñas y abundan las contiendas” (Habacuc 1:3, NVI). Para que el profeta no siguiera angustiado, Dios le prometió que juzgaría a los malvados, y le aseguró: “Sin falta se realizará. No llegará tarde” (Habacuc 2:3).

 Me gustaría añadir una consideración importante. Es posible que se formule la suposición incorrecta de que, si una pequeña cantidad de algo es beneficiosa, una cantidad mayor sería aún mejor. Sin embargo, esta afirmación no se ajusta a la realidad. Es importante destacar que una sobredosis de un medicamento puede resultar altamente tóxica. Es crucial entender que la misericordia sin límites podría entrar en conflicto con la justicia; de manera similar, la tolerancia sin límites puede conducir al libertinaje.

 El Señor estableció normas para definir los limites aceptables de tolerancia. Se corre peligro cuando se desobedecen esos límites divinos. Al igual que los padres enseñan a sus hijos a no correr y jugar en las calles, el Señor nos enseñó que no debemos tolerar la maldad. “Y entro Jesús en el templo … y volcó las mesas de los cambistas” (Mateo 21:12; véase también Marcos 11:15).  Pablo especificó algunos de estos pecados en una epístola a los gálatas, en la que incluyo “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, “idolatría, hechicerías, enemistades, iras, contiendas, disensiones, herejías, “envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19…21). A la lista de Pablo puedo agregar la lamentable actitud del fanatismo, la hipocresía y el prejuicio.

 Jesús también mostró intolerancia hacia quienes imponía sus tradiciones y creencias inflexibles a otros. Se opuso firmemente a la hipocresía religiosa de los fariseos y maestros de la ley. En su Sermón del Monte, Jesús expuso abiertamente sus enseñanzas erróneas y elevó la verdadera rectitud por encima de los actos externos de piedad. Exigió una auténtica transformación del corazón en lugar de la práctica vacía de rituales religiosos.

 En una sociedad caracterizada por su diversidad, resulta imperativo fomentar la tolerancia hacia opiniones y comportamientos diversos. Esta capacidad de aceptación mutua es fundamental para el crecimiento personal, el desarrollo intelectual y el progreso social. No obstante, la aceptación irrestricta de todas las perspectivas puede conducir a un relativismo moral que socava los principios y valores necesarios para una sociedad próspera.

 Es imperativo ejercer el discernimiento para distinguir entre tolerar las diferencias de opinión y transigir con los estándares morales. Implica la capacidad de evaluar ideas y comportamientos en relación con los principios universales de moralidad, justicia y conducta ética. Al ejercer el discernimiento moral, las personas y las comunidades pueden defender sus valores, respetando los derechos y la dignidad de los demás.

S.A.G. - 02 – NOV – 2025 (Estudio No. 860)

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