Colosenses 3:13 NVI, dice: “de modo que se toleren unos a
otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro”
La tolerancia es el respeto, la aceptación y el aprecio
por las ideas, creencias y prácticas de otras personas que son diferentes o
contrarias a las propias. Implica tratar a los demás con empatía, comprensión y
sin prejuicios. No es indiferencia ni simplemente "aguantar", sino
reconocer los derechos universales y las libertades fundamentales de los demás.
La mayoría de las personas hemos sido educadas y educamos
según el principio de que, para mantener relaciones interpersonales positivas,
es necesario aceptar, perdonar y tolerar a los demás.
Sin embargo, cabe plantearse la siguiente cuestión:
¿deben fijarse límites a la tolerancia?
En la época de Jesús abundaban la intolerancia y el
prejuicio. Por ejemplo, los judíos y los samaritanos se odiaban (Juan 4:9).
También se consideraba que las mujeres eran inferiores a los hombres. Y, para
colmo, los líderes religiosos judíos despreciaban a la gente común (Juan 7:49).
Sin embargo, Jesucristo era un hombre completamente diferente. De hecho, sus
enemigos lo criticaban diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores, y come
con ellos” (Lucas 15:2 NVI). Jesús era amable, paciente y tolerante; no juzgaba
a la gente, sino que quería ayudarla a conocer a Dios. Todo porque amaba a las
personas (Juan 3:17; 13:34).
Jesús fue el mejor ejemplo de alguien tolerante, pues no
juzgaba a las personas, sino que las ayudaba a acercarse a Dios
El amor se erige como un elemento fundamental para
fomentar la tolerancia, ya que propicia una apertura mental y emocional que nos
permite aceptar a los demás, independientemente de sus imperfecciones y
diferencias. Por ello, la Biblia aconseja: “de modo que se toleren unos a otros
y se perdonen si alguno tiene queja contra otro” (Colosenses 3:13 NVI); “Sobre
todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre
muchísimos pecados.” (1 Pedro 4:8 NVI)
Sin embargo, surge la pregunta: ¿Es necesario tolerar
todo?
En el contexto de nuestras sociedades, resulta imperativo
preservar el orden público. Por lo tanto, es imperativo establecer límites a
ciertas conductas. Es preciso señalar que, cuando la Biblia aborda el tema del
amor, se debe considerar que este no debe manifestarse de manera impropia (1
Corintios 13:5). Aunque Jesús fue ejemplar en cuanto a demostrar tolerancia,
nunca aprobó la conducta obscena, deshonesta, hipócrita ni malvada. Todo lo
contrario, la condenó abiertamente (Mateo 23:13). Por eso pudo decir: “Pues
todo el que hace lo malo aborrece la luz y no se acerca a ella” (Juan 3:20 NVI).
Pablo escribió: “Aborrezcan el mal; aférrense al bien”
(Romanos 12:9 NVI). Y él vivió según esas palabras. Por ejemplo, en una ocasión
vio que ciertos cristianos de origen judío evitaban a los cristianos que no
eran de su raza. Aunque él mismo era judío, los corrigió con cariño, pero con
firmeza (Gálatas 2:11…14). Además, sabía que “Dios no es parcial” y que no
tolera el prejuicio entre sus siervos (Hechos 10:34).
Los cristianos nos guiamos por las normas de la Biblia
(Isaías 33:22). Por tanto, no toleramos la maldad entre nosotros. Para que la una
sociedad cristiana se mantenga limpia, no debe dejarse influir por quienes no
quieren obedecer a Dios. Por eso hemos de ser cumplidores de la instrucción
bíblica: “Quiten a ese pecador de en medio de ustedes” (1 Corintios 5:11…13, NVI).
“Ustedes, que aman al Señor, odien el mal” (Salmo 97:10
NVI)
Algunos argumentan que esta tendencia es inherente a la
naturaleza humana y que siempre habrá individuos que actúan de manera
deshonesta.
Pero dice la Biblia que el profeta Habacuc le preguntó a
Dios por qué toleraba la maldad, y añadió: “Veo ante mis ojos destrucción y
violencia; surgen riñas y abundan las contiendas” (Habacuc 1:3, NVI). Para que
el profeta no siguiera angustiado, Dios le prometió que juzgaría a los
malvados, y le aseguró: “Sin falta se realizará. No llegará tarde” (Habacuc
2:3).
Me gustaría añadir una consideración importante. Es
posible que se formule la suposición incorrecta de que, si una pequeña cantidad
de algo es beneficiosa, una cantidad mayor sería aún mejor. Sin embargo, esta
afirmación no se ajusta a la realidad. Es importante destacar que una
sobredosis de un medicamento puede resultar altamente tóxica. Es crucial
entender que la misericordia sin límites podría entrar en conflicto con la
justicia; de manera similar, la tolerancia sin límites puede conducir al
libertinaje.
El Señor estableció normas para definir los limites
aceptables de tolerancia. Se corre peligro cuando se desobedecen esos límites
divinos. Al igual que los padres enseñan a sus hijos a no correr y jugar en las
calles, el Señor nos enseñó que no debemos tolerar la maldad. “Y entro Jesús en
el templo … y volcó las mesas de los cambistas” (Mateo 21:12; véase también
Marcos 11:15). Pablo especificó algunos
de estos pecados en una epístola a los gálatas, en la que incluyo “adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia, “idolatría, hechicerías, enemistades, iras,
contiendas, disensiones, herejías, “envidias, homicidios, borracheras, orgías,
y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19…21). A la lista de Pablo puedo
agregar la lamentable actitud del fanatismo, la hipocresía y el prejuicio.
Jesús también mostró intolerancia hacia quienes imponía
sus tradiciones y creencias inflexibles a otros. Se opuso firmemente a la
hipocresía religiosa de los fariseos y maestros de la ley. En su Sermón del
Monte, Jesús expuso abiertamente sus enseñanzas erróneas y elevó la verdadera
rectitud por encima de los actos externos de piedad. Exigió una auténtica
transformación del corazón en lugar de la práctica vacía de rituales
religiosos.
En una sociedad caracterizada por su diversidad, resulta
imperativo fomentar la tolerancia hacia opiniones y comportamientos diversos.
Esta capacidad de aceptación mutua es fundamental para el crecimiento personal,
el desarrollo intelectual y el progreso social. No obstante, la aceptación
irrestricta de todas las perspectivas puede conducir a un relativismo moral que
socava los principios y valores necesarios para una sociedad próspera.
Es imperativo ejercer el discernimiento para distinguir
entre tolerar las diferencias de opinión y transigir con los estándares
morales. Implica la capacidad de evaluar ideas y comportamientos en relación
con los principios universales de moralidad, justicia y conducta ética. Al
ejercer el discernimiento moral, las personas y las comunidades pueden defender
sus valores, respetando los derechos y la dignidad de los demás.
S.A.G. - 02 – NOV – 2025 (Estudio
No. 860)
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