Hablando de Sabihondos

Muchas veces nos admiramos de las plagas de Egipto desatadas por Moisés en el poder de Jehová o nos admiramos de lo que se lleva la oruga y el saltón, pero poco reparamos en los productos del mundo cotidiano, que también produce verdaderas plagas, entre ellas el sabihondo. Este día voy a hablar sobre los "sabihondos", esos personajes que aparentan tener conocimientos plenos sobre cuantos temas podamos imaginar; pero que, en realidad, tan sólo ocultan su profunda ignorancia en discursos vacíos, dándose una relevancia que jamás tendrán, por mucho empeño que pongan.

¿Qué adonde los encuentra?, están ahí, en su oficina, en su trabajo, en su vecindario, en la televisión, en el periódico, en su iglesia, en fin son tan comunes que los hallamos por todos lados y nos los aguantamos a fuerza de costumbre. Como a veces me sale más de alguno de estos tipos en los estudios y antes que me vayan a criticar o corregir, permítanme hacer este testado: 

¿Sabihondo o sabiondo, son válidas ambas? ¿Cuál es la más usada?

Copiamos lo que dice el Diccionario panhispánico de dudas: sabiondo(da)  Coloquialmente, '[persona] que presume de sabia sin serlo': «Oye, sabionda, cuérdate de que aquello se gasta» (Álvz Gil Naufragios [Cuba 2002]). Lejos de ser una falta de ortografía, la forma sabiondo es la originaria, ya que esta voz parece proceder de la forma reconstruida del latín vulgar sapibundus (adjetivo derivado de sapere 'saber'); enseguida, y por influjo de hondo ('profundo'), surgió la variante sabihondo, que está desplazando en el uso culto actual a la forma originaria: «Escribí un artículo refutando al sabihondo doctor, pero no me lo publicaron» (T Ballester Filomeno [Esp. 1988]).

Habiéndome curado en salud, sigamos adelante.

Los "sabihondos" son fácilmente distinguibles, principalmente porque hablan mucho y dicen poco. Opinan de todo, a veces incluso con razón, pero siempre terminan en puras tonterías. Su ego desmedido les lleva a autorecertarse tantas medallas que acostumbran que al final el peso vence y terminan por caer.

¿Quién no conoce a alguno/a? Para nuestra prueba de paciencia, abundan. Plagan la tierra con sus múltiples respuestas. De todo saben, de todo opinan, ofrecen consejos a diestro y siniestro e incluso se atreven a dar lecciones morales. ¡Dios mío, qué elementos!

Nadie es perfecto, todos tenemos defectos que salen a relucir, principalmente cuando compartimos la diaria convivencia, sin embargo hay personas fáciles de llevar y otras que nos resultan verdaderamente incómodas, "insoportables". Nos molestan, irritan o exasperan, son capaces de despertar nuestros peores instintos son relaciones tóxicas.

Algunas veces no es sencillo identificarlos, porque nadie es insoportable todo el tiempo. A veces son camaleónicos y cambian su actuación en función del ambiente o de las personas con las que se encuentran. Alguien que es insoportable para cualquiera de nosotros, puede no serlo para otras personas. La mayoría de la gente que catalogamos como personas "insoportables" suelen tener serios complejos y buscan a través de actitudes erradas llamar la atención de los demás, logrando sin querer el efecto contrario.

Son fáciles de detectar, pues generan malestar a su alrededor. Ellos piensan que está muy bien ser como son y se justifican constantemente ante las críticas de terceros. Su frase predilecta es "yo soy así", dando a entender que están conformes y no piensan cambiar. Su autocrítica se encuentra por el suelo, por lo cual rechazan toda tentativa de ayuda, no entienden por qué los demás no los comprenden. A veces disfrutan el malestar que ocasionan en su entorno, no poseen capacidad de empatía y por lo general su inteligencia emocional es baja.

Para estas personas existe un antídoto. Tenemos que crear una barrera psicológica que nos proteja de su contaminación emocional, descargar nuestra tensión y respirar profundo antes de responderles mal. Es importante revisar cuando alguien nos resulta "insoportable" y pasado este examen, debemos ponernos en su lugar, comprender lo que hay detrás de su conducta, desenmascararlos sanamente, mostrarles con afecto lo "insoportables" que pueden llegar a ser y las consecuencias que les puede traer. Si no escuchan ni cambian, entonces la mejor táctica es distanciarse o reducir la relación a lo mínimo posible.

Existen dos tipos de sabihondos: aquellos que realmente saben y aquellos que no. Ambos pueden resultar tediosos.

El verdadero experto suele sentirse superior y hacer que la gente alrededor se sienta estúpida e inferior. No suelen permitir que se les ayude en nada y prefieren hacerlo todo ellos mismo porque así es mejor. Si debes tratar con un verdadero maestro, no dejes que su comportamiento realmente te haga sentir inferior, trata de defender tus ideas y posturas. Auto-respetarte puede llevar a que el otro también te respete.

 En caso de que se trate de un falso sabihondo o charlatán la cuestión es más simple. Suele bastar con mostrarles que están hablando de más, para que se callen. El que sabe, sabe... y además no necesita hacer alardes artificiales para que los demás nos demos cuenta de ello. Bastan unos cuantos argumentos, un discurso bien hilado y las pequeñas dosis de humildad que desconocen los "sabihondos".

La Palabra de Dios apunta: “No seas sabio en tu propia opinión” Proverbios 3:7

¿Quién es sabio verdaderamente? ¿Es aquel que cree saber algo?

Quienes pretendan vivir independientemente, basados en su propio conocimiento y su razón, caerán en el mundo de la moralidad, en lo que considere bueno o malo a su propio criterio. La persona sabia, según la Biblia, es aquella que establece en su vida los principios divinos y se dirige por ellos; es capaz de establecer la diferencia y escoge el camino que Dios le ofrece antes que sus propios caminos, es aquel que s deja moldear y no se resiste a experimentar el amor y la voluntad de su creador. Tal vez te resistas en un prejuicio religioso a conocer de El, pero intenta abrir un espacio para saber de lo que quiere para tu vida, es de inteligentes hacerlo.

Hace unos días leí una ilustración que me hizo reflexionar sobre Los sabihondos los invito a leerla:.

Una araña tejió una hermosa red en una casa vieja. La mantenía limpia y reluciente para que las moscas la favorecieran. Tan pronto como recibía una, la limpiaba para que las otras moscas no sospecharan nada.

Una vez llego una mosca sabihonda zumbando por la limpia telaraña. La vieja araña la invito: -entra, siéntate

Pero la mosca sabihonda le respondió: - No, gracias. No veo a otras moscas en tu casa y sola ¡no entro yo!

Pero luego vio en el suelo un gran número de moscas danzando sobre un pedazo de papel castaño ¡le encanto! No tenia miedo si muchas moscas lo hacían, de manera que se prestó para el aterrizaje. Instantes antes de posarse, una abeja le dijo: -¡no aterrices allí tonta! ¡es papel de moscas!

Pero la sabihonda mosca le respondió: ¡Absurdo! Esas moscas están bailando, ¡hay una multitud allí! ¡Todas lo están haciendo! ¡Tantas moscas no pueden haberse equivocado!

Bueno... Ya sabes lo que paso. Murió allí mismo.

Dios ha prometido guiarnos cuando no podamos ver y nos rodea de seres que nos aman, que nos protegen y que muchas veces nos indican cual es el camino a seguir, pero nosotros, así como la mosca sabihonda, elegimos lo que a nuestro parecer es lo correcto y así quedamos.

No permitas que eso ocurra. Acuérdate de los consejos que Dios nos ha dejado: en la multitud de consejos esta la sabiduría; no seas sabio en tu propia opinión. Amen.

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