El cristiano y la cirugía plástica.


El hecho de que cada día surjan en el mundo cristiano hospitalario mas y más áreas de cirugía plástica y/o estética, (incluimos en ella el área odontológica), es una prueba elocuente del serio e importante desarrollo alcanzado por esta parte de la cirugía. En verdad, la cirugía plástica o -como también se la llama, teniendo en cuenta las leves diferencias de significado- estética o reparadora, ya era practicada desde la remota antigüedad en proporciones y con medios rudimentarios, ha dado pasos de gigante en el presente. A tal clase de autonomía han concurrido, de una parte, el progreso universal de las ciencias médicas; de otra, el crecido número de casos que requieren la intervención del cirujano restaurador.

Podríamos apuntar a la cirugía plástica como una ciencia y un arte, ordenado en sí mismos al beneficio del ser humano y en lo que concierne a la profesión, como una profesión en que se encuentran empeñados importantes valores éticos y psicológicos.

El desarrollo reciente de la cirugía plástica y más propiamente estética, ha tenido vivo durante mucho tiempo en la conciencia cristiana el interés en torno a la licitud de sus intervenciones, particularmente de las encaminadas no tanto a la recomposición funcional, cuanto a obtener un positivo embellecimiento de la persona, por ejemplo, con la modificación de los rasgos  fisonómicos o simplemente con la supresión de las arrugas sobrevenidas por el transcurso natural del tiempo.

La belleza física del ser humano, manifestada principalmente en el rostro, es en sí misma un bien y por lo tanto, apreciable y deseable. Ella es, en efecto, un sello de la belleza del Creador, perfección del compuesto humano, síntoma normal de la salud física. Casi mudo lenguaje del alma, por todos inteligible, la belleza está ordenada a expresar al exterior los valores internos del espíritu.

Cuando estudiamos anatomía artística (el autor aparte de Pastor y Sociólogo, tiene un grado de Licenciatura en Artes con especialidad en Artes Plásticas) aprendemos que la belleza física del cuerpo y del rostro humano exige la perfección de cada uno de los miembros o partes, la armonía entre ellos y sobre todo, la sinceridad en expresar los valores internos del espíritu, papel que es propio del rostro. Respecto a los dos primeros elementos, desde la remota antigüedad existen pautas bien conocidas por los artistas y por los hacedores de la cirugía plástica, como aquel, por ejemplo, que reparte el perfil del rostro desde el arco superciliar a la barbilla en seis medidas iguales; o bien el otro, que establece la perfección de la línea nasal en su derechura. Sin embargo, éstos no pretenden fijar un tipo único de belleza, mucho menos para todas las razas humanas, sino los límites fuera de los cuales están la imperfección y la deformidad. Mientras que la perfección y la armonía de las partes son fácilmente reconocibles y están casi sujetas a medidas, la sinceridad de expresión nace sólo de la intuición de quien observa; y, sin embargo, es elemento más determinante al imprimir en un rostro el sello de la belleza, dando lugar a una variedad casi infinita de tipos.

La moral cristiana, que mira, abraza y regula la totalidad de los valores humanos, no puede menos de asignar a la belleza física el puesto que le compete y que ciertamente, no está en la cima de la escala de valores, puesto que no es un bien ni espiritual ni esencial.

La moralidad de las operaciones de cirugía estética depende de las circunstancias concretas de cada caso. En la valoración moral de éstas, las principales condiciones que se presentan a la cirugía estética, son las siguientes:
·        que la intención sea recta,
·        que la salud general del sujeto esté defendida contra notables riesgos,
·        que los motivos sean razonables y proporcionados al medio extraordinario a que se recurre.

No se legitima una intervención requerida con el propósito de acrecentar la lascivia de seducción o de inducir así fácilmente a otros al pecado; o para esconder un reo a la justicia; o que cause daño a las funciones regulares de los órganos físicos; o que se quiera por mera vanidad o capricho de la moda.

Por el contrario, numerosos motivos legitiman a veces la intervención.

Algunas deformidades o también imperfecciones son causa de frustraciones psíquicas en el sujeto o se convierten también en obstáculo para las relaciones sociales        y familiares o en impedimento, especialmente en personas dedicadas a la vida pública o al arte, para el desarrollo de su actividad.

Cuando la reparación estética no es posible, las escrituras cristianas, en su inagotable riqueza, están en condición de sugerir los motivos e inspirar la fuerza que hacen tolerar con serenidad los defectos físicos permitidos por los designios divinos.

Considerada así la belleza física a la luz cristiana y respetadas las condiciones morales indicadas, la cirugía estética, lejos de oponerse a la voluntad de Dios cuando restituye la perfección a la obra máxima de la creación visible, el hombre, antes parece que la secunda y que le rinde más claro testimonio a su sabiduría y bondad.

De acuerdo con la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos, los procedimientos quirúrgicos más comunes, son con fines cosméticos, aumento y/o elevación del busto, liposucción, (la extracción de grasa del cuerpo), estiramiento facial, levantamiento de los párpados, glúteos y otras partes del cuerpo; tratamiento de várices en las piernas, inyecciones de botox o grasa, remodelación de nariz y rostro. Aproximadamente dos millones y medio de estadounidenses se sujetan a esta clase de procedimientos quirúrgicos cada año, invirtiendo mucho dinero y sacrificando tiempo y comodidad.  América Latina muestra también cada día un auge mayor para este tipo de intervenciones quirúrgica. Pero debemos tener presente que cuando la motivación de una persona para someterse a cirugía es el de la vanidad, esa persona se ha convertido en su propio ídolo.

La Biblia nos advierte que no seamos vanos o engreídos: Filipenses 2:3..4 “3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;  4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” y que no atraigamos la atención sobre nosotros mismos por nuestra apariencia física 1 Timoteo 2:9 “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos,”. Por otra parte, este tipo de intervenciones presentan el problema del costo. La mayoría de las compañías de seguros no cubren los costos asociados con cirugías cosméticas, así que los gastos salen del bolsillo del paciente.

Para los países pobres como los latinoamericanos y aun para la extensa mayoría de migrantes en los Estados Unidos, esta es una consideración importante, porque casi toda la gente tiene una familia cuyas necesidades debe atender y los gastos por la cirugía plástica jamás deberán anteceder a las necesidades de la familia. La Biblia también nos dice que necesitamos usar sabiamente el dinero que Dios nos ha confiado (Proverbios 11:24-25; Lucas 16:10-12). Dentro de todas las consideraciones, no hay que dejar por fuera el riesgo de caer en manos de charlatanes o de profesionales no preparados o autorizados para el ejercicio de estos tratamientos quirúrgicos, altamente numerosos son los casos de en donde el supuesto remedio, en este caso la cirugía, sale peor y más caro que la cura. Las deformaciones a consecuencia de una mala praxis generalmente son irreversibles.

Lo más importante que debe hacerse antes de tomar la decisión de someterse a una cirugía plástica, es consultar a Dios acerca de este asunto. La Biblia nos dice que a Dios le interesa cada problema y preocupación que tenemos, así que debemos llevarle a Él nuestros problemas (1 Pedro 5:7). A través de la sabiduría y guía del Espíritu Santo y la Palabra de Dios, tendremos la habilidad para tomar decisiones que le agradarán y lo honrarán. "Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada." (Proverbios 31:30).

Aún el cirujano plástico más hábil, no puede detener el paso del tiempo y todas las cirugías cosméticas eventualmente llegarán al mismo resultado: el envejecimiento. Aquellas partes del cuerpo que fueron levantadas, se colgarán de nuevo y aquellos rasgos faciales que fueron alterados cosméticamente, eventualmente se arrugarán. Es mucho mejor trabajar en embellecer al ser interior "el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios." (1 Pedro 3:4). Amen.

4 comentarios:

  1. muy bueno pastor su articulo estaba buscando algo asi q me hablara de este tema soy cristiana, tuve mi bebe reciente vivo estados unidos y su articulo me vino como anillo al dedo gracias dios lo bendiga

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