Superando El Fracaso

Desde la caída de Adán en el Edén, el fracaso fue un factor significativo en nuestras vidas.

El fracaso afecta a todos directa o indirectamente. Pero no todos aprenden a recuperarse de él. Afortunadamente, Dios habla del tema con autoridad y claridad. Durante siglos el concepto señalado a través de Isaías ha ayudado a restaurar corazones heridos, vidas destruidas y sueños fracasados.

Dice la Biblia que el Rey Ezequías era uno de los líderes más sólidos de Judá. Asiria había derrotado a Israel y el imperio pagano estaba empeñado en destruir a la nación de Ezequías. En un acto de fe Exequias imploró al Señor por ayuda.
La Biblia dice que Jehová respondió y envió a un ángel que mató a 185.000 soldados asirios en un solo día (2 Reyes 19:35). Otro pasaje que muestra la fortaleza de la fe de Ezequías es cómo Dios lo libró de una enfermedad mortal y le añadió 15 años más de vida.

Pero... algo cambió en Ezequías. Cometió un error... ¡Fracasó! La religión era objeto de burla. Los líderes políticos tomaban decisiones basados en su codicia en lugar de pensar en el pueblo. Una constante amenaza se cernía sobre Judá.

Durante esta penosa situación Dios envió a Isaías con palabras de aliento diciendo al rey y a todos los que habían fallado, pero que podrían experimentar nuevamente la poderosa presencia de Dios.

En Isaías 40:9 se exhorta a subir a una alta montaña. Quizá su fracaso sea tan doloroso que ya no espera escuchar buenas noticias... sin embargo, una respuesta se proclama desde la montaña: "Aquí está su Dios" (Isaías 40:9).

Isaías recuerda a los hijos de Dios que nuestro Padre celestial es una ayuda siempre presente en los momentos de crisis, pero que debemos buscar su provisión, por lo tanto incorporémonos y derrumbemos esas actitudes de fracasado.

No importa cuán difícil sea un juicio, siempre tenemos la buena noticia de que Dios está cerca. Esta exhortación a subir a la montaña implica acción. No se logra nada si sólo nos lamentamos.

Subir a una montaña significa cambiar nuestra posición: es un acto simbólico de romper con la rutina que nos condujo a circunstancias desfavorables. Con un cambio de postura ganaremos y mejoraremos nuestra perspectiva. Al estar inmersos en un problema perdemos nuestra objetividad, por ello la vista desde un lugar elevado restaura una perspectiva clara.

Otro beneficio es experimentar la presencia de Dios. El Salmo 121:1 dice: "Alzaré mis ojos a los montes;¿De dónde vendrá mi socorro?"

Luchemos contra la tendencia de alejarnos da la iglesia cuando atravesamos dificultades.
Resistamos la tentación de quedarnos en casa. Debemos subir a una montaña no importando el esfuerzo, ir a la iglesia, cantar canciones de fe y experimentar el poder sanador de la presencia de Dios.

Una segunda estrategia revelada en Isaías 40.9 es el mandamiento "levanta fuertemente tu voz". Para sobreponernos al fracaso debemos cambiar nuestro vocabulario, ello nos ayudara a cambiar nuestra actitud. Las palabras son herramientas poderosas que pueden construir o destruir un espíritu.

El cristianismo es fe. Somos instruidos a confesar los pecados, reclamar promesas, pedir en fe y cantar alabanzas a Dios. Santiago 3 nos da varias metáforas para ilustrar el poder de la lengua. Nuestro discurso tiene el poder de controlar conductas y afectar vidas. Nuestras palabras son poder puro.

Las palabras tienen el poder de cambiar el cómo nos sentimos y mejorar nuestros destinos. Para elevar la voz con potencia hay que aceptar el desafío de aceptar las promesas de Dios, aún cuando no queramos hacerlo. Debemos cantar alabanzas cuando nos sentimos derrotados.

Debemos obedecer incluso cuando somos tentados a seguir nuestros propios deseos. Cuando estamos tentados a decir "No puedo" nuestra respuesta debe ser "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13)

En lugar de decir: "Tengo miedo", decir: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7)

Nunca decir "Es imposible", sino decir "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18:27)

Al estar tentados a decir "Renuncio", mejor decir "los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. " (Isaías 40.31)

Esperar implica una paciente confianza, incluso cuando las dificultades atacan. En las batallas que libramos no siempre apelamos a la ayuda de Dios. Su fuerza está disponible, pero debemos pedírsela. Jesús dijo: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá." (Mateo 7:7..8). La promesa contenida en Isaías 40:31 es una invitación a confiar en el poder de Dios, no en nuestra fuerza.

Dios creó a los seres humanos como seres sociables, estamos diseñados para vivir en comunidad. Necesitamos de otros para triunfar en la vida. Volar, correr y caminar se describen en Isaías como actividades corporativas.

Pensemos en lo que se nos dice en Eclesiastés 4.9..10: "Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante"


Ayudar a otros a superar el fracaso es gratificante. Todos hemos tenido batallas y fracasos. A pesar de tus fracasos, Dios tiene un plan para tu vida. Cálzate las botas de escalar, templa tu voz y limpia tus ojos. Confía en la Gracia de Dios y no olvides de ayudar a un amigo. ¡Es tiempo de vencer!

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