Juan 11:35 "Jesús lloró"
Muchos lloramos fácilmente, lloramos al ver algo triste y
lloramos por cualquier emoción. Por lo general, no nos sentimos cómodos
llorando delante de los demás.
Como cristianos, ¿cómo debemos responder a esto? ¿Cuándo
debemos llorar? ¿Y qué dice Dios sobre nuestras lágrimas?
En nuestras sociedades occidentales, a la gran mayoría se
nos enseña que llorar es vergonzoso y que no hay que hacerlo. Crecemos
avergonzados por llorar y, lo que es peor, nos preocupa que los demás piensen
que somos débiles y torpes.
Nuestro problema con el llanto es que nos expone y
permite que otros vean nuestros sentimientos más íntimos. Nos obliga a ser
vulnerables y honestos con alguien, y requiere humildad, ya que, al hacerlo,
admitimos que somos débiles y sentimentales.
.Como cristianos, no necesitamos encontrar nuestra
identidad para tenerlo todo bajo control o demostrar que nuestras vidas son
perfectas. El evangelio nos ha liberado de eso. Nuestro valor y justicia han
sido perfeccionados en Cristo, quien promete usarnos en nuestra debilidad.
Nuestra salvación depende de confesar nuestra debilidad e impotencia para
recibir el perdón y la salvación.
Las lágrimas pueden delatar nuestra debilidad. Pero lo
que deberíamos hacer es admitir nuestra debilidad. Pablo dice que podemos
jactarnos de nuestra debilidad "para que el poder de Cristo more en
mí" (2 Corintios 12:9). ¿No le parece maravilloso que la fortaleza de
Cristo se pueda manifestar a través de la debilidad de nuestras lágrimas?
Quizá otra razón por la que nuestra cultura se siente
incómoda con el llanto es porque muestra la fragilidad del mundo. A menudo, la
gente prefiere creer que la vida es buena y que no hay motivo para llorar. Las
redes sociales nos bombardean con pensamientos y memes que nos dicen que
siempre debemos mirar el lado positivo. Pero la verdad es que las relaciones se
rompen, las personas se enferman, se lastiman e incluso mueren. Sufrimos
desilusión, rechazo y pérdida de muchas maneras. Entonces, ¡por supuesto que
habrá lágrimas!
Como hijos de Dios, no debemos tener miedo de admitir que
este mundo está lleno de sufrimiento y tristeza, ya que eso no pone en riesgo
nuestro propósito o valor. Podemos afrontar el sufrimiento y llorar, sabiendo
que la redención y la restauración vendrán. Cuando hablamos de la muerte de los
cristianos, Pablo nos dice: "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis
acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no
tienen esperanza" 1 Tesalonicenses 4:13.
A diferencia de las personas que no conocen a Cristo,
nosotros tenemos una esperanza real gracias a la resurrección. No tenemos que
fingir que la vida siempre es color de rosa, porque sabemos que no es así. Pero
el Señor nos ha prometido a los que creemos en Él que un día limpiará toda
lágrima de nuestros ojos y no habrá más muerte, luto, llanto ni dolor.
Apocalipsis 21:4...5.
Jesús ciertamente lloró. No fue porque fuera débil, sino
porque era humano. Sus lágrimas son un ejemplo para nosotros. Al acercarse a
Jerusalén en un pollino, lloró por la ciudad ante su ceguera y rechazo hacia Él
como Mesías (Lucas 19).
La muerte es un enemigo contra el que Jesús vino a
luchar. Lloró por la muerte y nosotros también deberíamos hacerlo. ¿Con qué
frecuencia lloramos por los perdidos y recordamos la eternidad que enfrentan
sin Jesús?
Jesús lloró ante la tumba de Lázaro, lo cual es un
poderoso recordatorio de que la muerte no es como las cosas deben ser. No
debemos pasar por alto la muerte, evitar hablar de ella o pretender que es
natural y benigna. La muerte es un enemigo que Jesús vino a vencer. Lloró por
la muerte y nosotros también deberíamos hacerlo.
También es apropiado llorar por nuestros pecados. Al fin
y al cabo, fue nuestro pecado lo que llevó a Jesús a la cruz. La Biblia
registra innumerables casos en los que el pueblo de Dios lloró por sus pecados.
Tras el pecado de David, este escribió: "Mi sacrificio, oh Dios, es un
espíritu quebrantado" (Salmo 51:17). Después de que Pedro negó conocer a
Jesús, "lloró amargamente" al darse cuenta de lo que había hecho
(Mateo 26:75).
Nuestro pecado debería entristecernos. Nos separa de Dios
y nos conduce a la muerte. Pero, alabado sea Dios, porque no tenemos que llorar
para siempre, ya que "si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonarnos" (1 Juan 1:9).
A veces, es bueno llorar. Incluso es bueno llorar en la
iglesia, mientras adoramos junto a nuestros hermanos y hermanas y permitimos
que la verdad de las Sagradas Escrituras penetre nuestros corazones y
emociones.
Recuerdo que, dos semanas después de la muerte de mi
madre, asistí a un servicio en la iglesia. Cuando comenzó la primera alabanza,
no pude evitar derramar lágrimas. Una hermana se acercó sigilosamente, me
abrazó y lloró conmigo. Nadie reaccionó de forma exagerada ante mis lágrimas ni
pareció sentirse incómodo.
Cuando lloramos, también podemos consolarnos unos a otros
con la esperanza que tenemos en Él, sabiendo que un día convertirá todos
nuestros llantos en cantos de alegría.
Hay una esperanza para aquellos que hemos aprendido a
llorar: Salmo 56:8 Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en
tu redoma; ¿acaso no están en tu libro?
Llorar es bueno. Es darle al Señor la oportunidad de
consolarnos y preguntarnos como le preguntó a la Magdalena: «Mujer, ¿por qué
lloras? ¿A quién buscas?» (Juan 20:15). El sufrimiento de María por la muerte
de Jesús se ve llevado hasta el paroxismo al responder: "Se lo han
llevado, y no sé dónde lo han puesto".
Jesús era para María todo su sentido, su Maestro, su
Salvador, su Señor, su Amigo. Estaba tan
necesitada de su presencia física como el niño del pecho de su madre. ¿Cómo
pensar en organizar de nuevo su vida sin Él?
Se sentiría identificada con la expresión de Pedro: "¿A quién
iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna".
Los salmos saben convertir las lágrimas en oración. Ponen
palabras a los sentimientos de Magdalena y de todo cristiano afligido. Las lágrimas deben ser nuestro pan día y
noche.
Ahora, mi amado hermano, si quiere llorar, ¡llore!
S.A.G. – 8 – FEB – 2025
(Estudio No. 823)
Si deseas escribirnos, puedes hacerlo a:
igelrenuevo@gmail.com
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