¿Angustiada/o? - Por Saúl Guevara (Estudio No. 811)

 


Salmo 18:6: “En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos”

 En la vida hay momentos de alegría y de tristeza. No siempre lo que hacemos sale bien y cuando esperamos la solución por parte de Dios podemos llegar a situaciones que sean obstáculos para recibir las promesas de Dios.

 ¿Qué hacemos mientras esa promesa se cumple?

 Antes que David fuese rey, sufrió amenazas y persecución. La promesa ya existía, sin embargo, sufrió en el proceso. Cuando esperamos respuestas de Dios, puede invadirnos la angustia, un sentimiento feo que nos ataca, pero Dios es nuestra roca, fortaleza y libertador (2 Samuel 22:1…3).

 Muchos atravesamos tiempos muy difíciles y es cuando la angustia provoca que dudemos de las promesas de Dios. En esos momentos, dudamos del futuro, nos llenamos de incertidumbre y la inseguridad nos apresa. Pensamos: “¿Y si Dios no me ha escuchado?”

 No sé cuál ha sido la excusa de Satanás para envenenar tu mente y acorralar tu fe, pero Dios te hará verdaderamente libre de angustia. Lo que aprendemos de esa prueba es a gozarnos en medio de la dificultad. No perdamos nuestra fe, siempre recordamos de dónde Dios nos había sacado y hacia dónde nos llevaría.

 La angustia trae ansiedad, insomnio, irritabilidad, dolores físicos, pero hay una forma de derribar la angustia y es doblar rodillas para orar y alabar a nuestro Padre, tal como David lo hacía, incluso cuando su alma estaba abatida y turbada. Queremos que nuestra oración sea escuchada por Dios, (Salmo 18:6) y te aseguro que así es, pero la aflicción impide que lo veamos.

 La angustia no es un pecado, sino una debilidad y podemos hacer algo para fortalecernos y evitarla, es como ejercitar un músculo para que no se atrofie.

 Si quieres ser fortalecido, no será por tus méritos o por lo bueno que seas, sino por la gracia de Dios. Él no busca súper hombres y mujeres, sino personas que reconozcan su debilidad y estén dispuestos a ser fortalecidos por Su gracia (2 Corintios 12:9…10). En medio de la angustia no hay espacio para los milagros. Es como querer meter nuestro cuello en un anillo. La angustia nos agobia al punto que la fe no cabe. Entonces dile: “Padre, bástame Tu gracia y en mis debilidades, obra con Tu fortaleza.”

 La palabra angustia viene del latín que significa angostura y se refiere a un espacio donde no hay mucho cupo. Estar angustiado es como el boxeador que su adversario arrinconó contra las cuerdas para golpearlo; por muy fuerte que sea, caerá derrotado si no sale de ahí. Por eso, la instrucción del entrenador es: “Sal de esa esquina, quítate, muévete”.

 Igualmente, Dios nos pide que nos movamos, que salgamos de ese rincón, que busquemos un espacio más amplio. Antes de ver las promesas cumplidas, la primera respuesta de Dios será darnos un lugar espacioso: 2 Samuel 22:19…20: “Me asaltaron en el día de mi quebranto; más Jehová fue mi apoyo, y me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí”. El boxeador esta arrinconado y recibiendo golpes no puede escuchar, pero al moverse, podrá despejarse y tendrá una visión diferente. Tu entrenador quiere guiarte, pero si estás como el avestruz con la cabeza metida en la tierra, no tienes espacio para discernir nuevas ideas y enfrentar el problema. En esa esquina, la fe solo alcanza para resistir los golpes.

 Nosotros queremos respuestas inmediatas, pero en momento de angustia, Dios nos dice que nos pondrá en lugar espacioso, donde podremos escucharlo y seguir Sus instrucciones: Salmo 118:5: “Desde la angustia invoqué a JAH, y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso”.

 

Entonces, las cosas comenzaran a cambiar, ya no solo recibimos golpes, sino que podemos contraatacar. Sin angustia, podemos analizar y reaccionar de acuerdo a lo que Dios quiere que hagamos. Al diablo le fascina angustiarte, ese es su trabajo, pero Dios quiere liberarnos de la angustia. Aunque todavía tengas dificultades en el trabajo, en el matrimonio, en la familia, Dios te dará un corazón libre de angustia para que tu fe crezca. Las respuestas están fuera de la angustia, no en la angustia.

 En el peor momento, lo que se te afinará es el oído (Job 36:15…16). Así sucede con los boxeadores que ya no ven, solo escuchan a su entrenador que les indica hacia dónde golpear. A veces la vida nos ha dejado heridos, deprimidos, pero no estamos solos ni desamparados; Dios desea hacernos libres en el nombre de Jesús. La angustia es como basura que ocupa esa mesa donde Dios quiere servirte un banquete, así que debes limpiarla de tristeza, depresión y pensamientos negativos para que Él pueda servir todo lo bueno que tiene para ti. No importa el valle de oscuridad que atravieses, Su vara y Su cayado te sostendrán, te dará fuerzas para salir de allí. Dios aderezará mesa (Salmo 23:1…5), pero debes limpiarla, poner orden y la angustia no seguirá deteniéndote. ¡Lo que te espera es una buena comida sobre una mesa limpia!

 David estuvo en angustia, pero la superó Salmo 4:1: “Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración”.

 Dios fortalecerá tus pies para que avances donde hay más espacio, donde usarás tu fe y tus manos no solo para protegerte de los golpes, sino para pelear. Tu round está por terminar. Desde que te subiste al cuadrilátero de la vida, Dios te garantizó que serías vencedor. Declaro que la angustia se ha ido, que comienza tu conquista, que Dios te da espacio para la creatividad, las nuevas ideas y las oportunidades, para que la fe se transforme en certeza y en realidad.

 La tribulación y angustia no pueden separarnos del amor de Cristo, nada puede derribarnos porque somos más que vencedores Romanos 8:35…38: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir”.

 Dios tiene la victoria y la pone en tus manos, solo debes limpiar la mesa de tristeza, desconfianza, temor, dolor y ansiedad. Cuando el diablo venga a golpearte, ya no te encontrará en la esquina, sino que dispuesto a darle puntapié, mordida y trompón. Entonces, se alejará porque contra ti sabe que perderá la pelea.

S.A.G. – 17 – NOV – 2024

(Estudio No. 811)

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