Salmo 18:6: “En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a
mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus
oídos”
En la vida hay momentos de alegría y de tristeza. No siempre
lo que hacemos sale bien y cuando esperamos la solución por parte de Dios
podemos llegar a situaciones que sean obstáculos para recibir las promesas de
Dios.
¿Qué hacemos mientras esa promesa se cumple?
Antes que David fuese rey, sufrió amenazas y persecución.
La promesa ya existía, sin embargo, sufrió en el proceso. Cuando esperamos
respuestas de Dios, puede invadirnos la angustia, un sentimiento feo que nos
ataca, pero Dios es nuestra roca, fortaleza y libertador (2 Samuel 22:1…3).
Muchos atravesamos tiempos muy difíciles y es cuando la
angustia provoca que dudemos de las promesas de Dios. En esos momentos, dudamos
del futuro, nos llenamos de incertidumbre y la inseguridad nos apresa. Pensamos:
“¿Y si Dios no me ha escuchado?”
No sé cuál ha sido la excusa de Satanás para envenenar tu
mente y acorralar tu fe, pero Dios te hará verdaderamente libre de angustia. Lo
que aprendemos de esa prueba es a gozarnos en medio de la dificultad. No perdamos
nuestra fe, siempre recordamos de dónde Dios nos había sacado y hacia dónde nos
llevaría.
La angustia trae ansiedad, insomnio, irritabilidad,
dolores físicos, pero hay una forma de derribar la angustia y es doblar
rodillas para orar y alabar a nuestro Padre, tal como David lo hacía, incluso
cuando su alma estaba abatida y turbada. Queremos que nuestra oración sea
escuchada por Dios, (Salmo 18:6) y te aseguro que así es, pero la aflicción
impide que lo veamos.
La angustia no es un pecado, sino una debilidad y podemos
hacer algo para fortalecernos y evitarla, es como ejercitar un músculo para que
no se atrofie.
Si quieres ser fortalecido, no será por tus méritos o por
lo bueno que seas, sino por la gracia de Dios. Él no busca súper hombres y
mujeres, sino personas que reconozcan su debilidad y estén dispuestos a ser
fortalecidos por Su gracia (2 Corintios 12:9…10). En medio de la angustia no
hay espacio para los milagros. Es como querer meter nuestro cuello en un anillo.
La angustia nos agobia al punto que la fe no cabe. Entonces dile: “Padre,
bástame Tu gracia y en mis debilidades, obra con Tu fortaleza.”
La palabra angustia viene del latín que significa
angostura y se refiere a un espacio donde no hay mucho cupo. Estar angustiado
es como el boxeador que su adversario arrinconó contra las cuerdas para
golpearlo; por muy fuerte que sea, caerá derrotado si no sale de ahí. Por eso,
la instrucción del entrenador es: “Sal de esa esquina, quítate, muévete”.
Igualmente, Dios nos pide que nos movamos, que salgamos
de ese rincón, que busquemos un espacio más amplio. Antes de ver las promesas
cumplidas, la primera respuesta de Dios será darnos un lugar espacioso: 2
Samuel 22:19…20: “Me asaltaron en el día de mi quebranto; más Jehová fue mi
apoyo, y me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí”. El
boxeador esta arrinconado y recibiendo golpes no puede escuchar, pero al
moverse, podrá despejarse y tendrá una visión diferente. Tu entrenador quiere
guiarte, pero si estás como el avestruz con la cabeza metida en la tierra, no
tienes espacio para discernir nuevas ideas y enfrentar el problema. En esa
esquina, la fe solo alcanza para resistir los golpes.
Nosotros queremos respuestas inmediatas, pero en momento
de angustia, Dios nos dice que nos pondrá en lugar espacioso, donde podremos
escucharlo y seguir Sus instrucciones: Salmo 118:5: “Desde la angustia invoqué
a JAH, y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso”.
Entonces, las cosas comenzaran a cambiar, ya no solo
recibimos golpes, sino que podemos contraatacar. Sin angustia, podemos analizar
y reaccionar de acuerdo a lo que Dios quiere que hagamos. Al diablo le fascina
angustiarte, ese es su trabajo, pero Dios quiere liberarnos de la angustia.
Aunque todavía tengas dificultades en el trabajo, en el matrimonio, en la
familia, Dios te dará un corazón libre de angustia para que tu fe crezca. Las
respuestas están fuera de la angustia, no en la angustia.
En el peor momento, lo que se te afinará es el oído (Job
36:15…16). Así sucede con los boxeadores que ya no ven, solo escuchan a su
entrenador que les indica hacia dónde golpear. A veces la vida nos ha dejado
heridos, deprimidos, pero no estamos solos ni desamparados; Dios desea hacernos
libres en el nombre de Jesús. La angustia es como basura que ocupa esa mesa
donde Dios quiere servirte un banquete, así que debes limpiarla de tristeza,
depresión y pensamientos negativos para que Él pueda servir todo lo bueno que
tiene para ti. No importa el valle de oscuridad que atravieses, Su vara y Su
cayado te sostendrán, te dará fuerzas para salir de allí. Dios aderezará mesa (Salmo
23:1…5), pero debes limpiarla, poner orden y la angustia no seguirá
deteniéndote. ¡Lo que te espera es una buena comida sobre una mesa limpia!
David estuvo en angustia, pero la superó Salmo 4:1: “Respóndeme
cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste
ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración”.
Dios fortalecerá tus pies para que avances donde hay más
espacio, donde usarás tu fe y tus manos no solo para protegerte de los golpes,
sino para pelear. Tu round está por terminar. Desde que te subiste al
cuadrilátero de la vida, Dios te garantizó que serías vencedor. Declaro que la
angustia se ha ido, que comienza tu conquista, que Dios te da espacio para la
creatividad, las nuevas ideas y las oportunidades, para que la fe se transforme
en certeza y en realidad.
La tribulación y angustia no pueden separarnos del amor
de Cristo, nada puede derribarnos porque somos más que vencedores Romanos 8:35…38:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por
causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de
matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir”.
Dios tiene la victoria y la pone en tus manos, solo debes
limpiar la mesa de tristeza, desconfianza, temor, dolor y ansiedad. Cuando el
diablo venga a golpearte, ya no te encontrará en la esquina, sino que dispuesto
a darle puntapié, mordida y trompón. Entonces, se alejará porque contra ti sabe
que perderá la pelea.
S.A.G.
– 17 – NOV – 2024
(Estudio
No. 811)
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