Durante los últimos 47 años este programa evangelístico de cuatro minutos ha proclamado la buena noticia de Jesucristo alrededor del mundo hispanohablante por conducto de la radio, la televisión y la prensa. Un Mensaje a la Conciencia se transmite todos los días más de tres mil quinientas veces en 30 países y vía Internet (www.conciencia.net). Aparte de ser escuchado en todos los países de Latinoamérica y en España, el programa también se transmite en emisoras hispanohablantes de países como Suecia, Noruega, Francia y Australia.
El Hermano Pablo comenzó a producir Un Mensaje a la Conciencia en 1964, en la Republica de El Salvador, sin imaginarse jamás el impacto mundial que su programa tendría en el futuro lejano. Nacido en1921, aun sigue en plena forma y continúa su programa predicando y enseñando en toda Latinoamérica. Él y su esposa Linda han sido reconocidos por toda Iberoamérica como pioneros de la fe. ¡Su resistencia y su pasión perdurable son extraordinarias!
En 1996, el Hermano Pablo le cedió a Carlos Rey la administración del ministerio con la tarea de grabar los nuevos programas. Siendo hijo de misioneros él mismo, Carlos aprendió el español antes que el inglés y creció con una pasión de evangelizar al mundo perdido empleando los medios de comunicación. Carlos ha mantenido el formato del programa (una ilustración seguida de una aplicación moral y espiritual) y le ha añadido un componente cultural. Muchos de sus programas contienen ilustraciones tomadas de nuestra historia, literatura, lengua y folclor. Este enfoque particular ha contribuido a abrir puertas para que el programa se transmita como un aporte educativo, social y cultural.
La idea de grabar en el lugar de los hechos surgió de un esfuerzo por que el programa sea más atractivo para las estaciones seculares y comerciales. Estas estaciones transmiten Un Mensaje a la Conciencia a fin de ayudar a rescatar los valores perdidos de nuestra sociedad. La verdad moral impacta al radioescucha o al televidente, y el tesoro espiritual le sigue muy de cerca.
Dios está usando Un Mensaje a la Conciencia para llegar a la conciencia de hispanohablantes que tal vez nunca visiten una iglesia. Un fiel radioescucha testimonio lo que sucedió cuando se encontraba en un restaurante donde se escuchaba una emisora radial popular a través del sistema de sonido del edificio. Al oír la música de apertura de Un Mensaje a la Conciencia, los clientes dejaron de conversar para escuchar atentamente. Al concluir el programa, muchos de los clientes comenzaron a hablar acerca del tema del programa.
La Asociación Hermano Pablo ha vivido cuarenta años de extraordinario éxito, pero está consciente de que aún falta mucho por hacer. Millones de hispanohablantes todavía no han recibido un testimonio eficaz del Cristo vivo. Un Mensaje a la Conciencia sigue proyectándose hacia el futuro con la meta de dar a conocer a todo hispano del mundo que el Cristo del pesebre, de la cruz y de la gloria desea tener una relación personal con cada uno de nosotros.
Un Mensaje A La Conciencia (Carlos Rey): Un Rancho Y Un Lucero
"Alfredo Edgardo Espino Najarro nació... el ocho de enero de 1900... en Ahuachapán, ciudad del occidente salvadoreño, (donde) pasó su niñez e hizo sus estudios primarios en escuelas de la localidad.... (Su) obra poética..., (Jícaras tristes, publicada) por primera vez en 1936, ocho años después de (su) muerte (prematura,... llegaría a ser) lectura necesaria para los escolares urbanos y rurales",(1) afirma el prologuista Francisco Andrés Escobar.
"No hay escuelita en El Salvador donde no se declamen sus poemas con halagadora complacencia",(2) dijo el poeta José Luis Silva. He aquí uno de esos bellos poemas de Espino acerca del campo salvadoreño que tanto amaba:
Un día -¡primero Dios!-
Has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.
¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...
Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.
Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...
Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...
Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "te quiero"
y huele a sendas en flor...(3)
"Cuando al final de (su) vida... (Alfredo Espino) quiso afirmarse con independencia en el plano del amor,... perdió la partida. Se enamoró de Blanca Vanegas,... una muchacha de condición humilde. La madre del poeta... se opuso resueltamente al noviazgo y al matrimonio... por razones de orden social -diferencia de clases- o de orden emocional -(estaba) dispuesta a organizar los máximos y los mínimos detalles en la vida del hijo-.... Esto golpeó con fuerza al poeta",(4) comenta Escobar.
No es de extrañar que Alfredo haya sufrido una gran desilusión debido a eso: admiraba la sencillez de la vida del campo, y en poemas como este, titulado "Un rancho y un lucero", lograba de manera envidiable ponerse en el lugar del modesto campesino que no concibe nada mejor en esta vida que la felicidad que produce el amor sin pretensiones.
Menos mal que, a diferencia de la madre de Espino, el Padre celestial no se opuso a que su Hijo Jesucristo viniera al mundo para establecer una relación estrecha con todo el que quisiera ser hijo de Dios, cualquiera que fuera su condición social. Más bien, Dios envió a su único Hijo al mundo precisamente con ese fin.
Y lo hizo por la misma razón que movió a Alfredo Espino: un "te quiero". Fue un amor tan profundo que lo llevó hasta la cruz a morir por nuestros pecados, a resucitar al tercer día, y a ascender al cielo, donde nos ha preparado una vivienda como ninguna otra, con un jardín como el del Edén que "huele a sendas en flor", en el que algún día podamos participar en la cena de las bodas del Cordero y vivir eternamente con ese Cordero de Dios, Jesucristo mismo, que es el brillante lucero de la mañana.(5)
(1) Francisco Andrés Escobar, "Con el alma descalza": Introducción a Jícaras tristes (Santa Tecla, El Salvador: Clásicos Roxsil, 2001), pp. 8,9,13,41.
(2) José Luis Silva, Jícaras tristes (Santa Tecla, El Salvador: Clásicos Roxsil, 2001), contraportada.
(3) Alfredo Espino, Jícaras tristes (Santa Tecla, El Salvador: Clásicos Roxsil, 2001), p. 75.
(4) Escobar, pp. 19,20.
(5) Jn 1:12; 3:16; 14:2-3; 1Co 15:3-4; 2Co 11:2; Ap 19:7,9; 22:16
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