Romanos
3.23 NVI “pues todos han pecado y están privados de la gloria de
Dios”
Dentro
de las definiciones hebreas en las que se conceptualiza la palabra
"pecado", encontramos las siguientes dos: "errar el
blanco" y "desviarse del camino". Este concepto puede
ser aplicado al interpretar lo que leemos en Romanos 3:23. Todos
erraron el blanco no alcanzaron la meta. Esto describe la situación
del hombre que ha perdido su primitiva condición, ha sido destituido
de la Imagen de Dios por culpa del pecado. De esta manera la
humanidad quedó marcada para siempre con el sello de la
imperfección.
Para
desarrollar algunos ejemplos, podemos fijarnos en nuestra
imperfección física. Nuestro cuerpo nunca es perfecto, sufrimos
dolores de muelas, deformidades, perdemos el cabello, padecemos
enfermedades y a la postre el desgaste progresivo nos conduce a la
muerte. Cada uno de nosotros en el transcurso de la vida y según
estas imperfecciones se manifiestan, algunas de ellas las logramos
aceptar, aunque a veces con grandes esfuerzos; pero otras de ellas
han llegado a ser para muchos su muerte física.
Pero
como si lo físico no fuera suficiente, más difícil es aceptar las
imperfecciones de nuestra mente; los temores, odios o resentimientos,
egoísmos, culpas, manifestaciones neuróticas, depresión y otras.
Es común encontrar que entre los individuos criados en ambientes
religiosos se encuentre una viva resistencia a reconocer este tipo de
imperfección. Por ejemplo, muchos creen que es obligación estar
permanentemente alegres, debido a la interpretación literalista de
pasajes que nos exhortan a estar gozosos. Ejemplo de ella lo
encontramos en la expresión de respuesta de muchísimos hermanos a
la pregunta ¿cómo estas?, sino responden “en victoria” creen
haber perdido o que perderán algo de lo que tienen, pero: ¿estaremos
siempre en victoria?... Basta recordar que el Señor Jesús dejó de
estar alegre y sintió tristeza en varias oportunidades y aún mas...
Jesús lloró.
Observando
la carta a los Romanos, advertimos que allí se habla específicamente
de la “imperfección moral del hombre”, que queda demostrada por
la imposibilidad de cumplir la ley, concepto que establece también
Pablo en la carta a los Gálatas.
En
ambas cartas encontramos el concepto de "carne", que no se
refiere a nuestro cuerpo, se refiere a la unión de las pasiones del
cuerpo y el alma, que se convierten en el principio de pecaminosidad,
de debilidad moral, que se halla indisolublemente ligado a nuestra
naturaleza y que siempre será parte de nosotros, hasta el día de
nuestra muerte. Un ejemplo práctico de lo anterior, lo podemos
plantear así: si echamos unas gotas de anilina en un vaso de agua,
vemos que ésta se tiñe del color de la anilina. Pero el agua sigue
estando allí y no ha dejado de ser agua; sabemos que en el vaso hay
agua y anilina pero no los podemos separar. Y eso es lo que ocurre
con nuestra naturaleza manchada con el pecado y marcada con la
imperfección.
Reconocer
esta verdad es condición imprescindible para acercarnos a Cristo y
recibir de Dios, el perdón. Ya sea como la experiencia que vivimos
cuando dimos el primer paso de arrepentimiento y de fe, como la
renovación diaria de la experiencia de reconocer nuestra
imperfección y recurrir al Señor, dependiendo de su gracia para
vivir cotidianamente unidos a Él.
No
obstante es común hallar en nosotros la tendencia a pensar que nos
acercamos o nos alejamos de Dios, según tengamos un saldo positivo o
negativo en una especie de cuenta corriente espiritual. Esta actitud
demuestra que de alguna manera creemos que nuestro esfuerzo personal
puede tener el valor de purificarnos y consecuentemente estamos
restando algo de la eficacia salvadora de la obra de Cristo.
Un
ejemplo de ello lo hallamos en el siguiente testimonio de una hermana
ya mayor en edad: “Yo
esperaba que todo ser que aceptaba los preceptos cristianos, que
reconocía a Jesús Cristo como Salvador y Dios su Redentor podía
cumplir a cabalidad todos esos preceptos de la ley en esta vida.
Cuando descubrí que eso no era la realidad, me decepcioné primero
con los mayores congregacionales que estaban en el camino, porque les
observaba ciertas imperfecciones en cuanto al fiel cumplimiento de
todo lo que requería la santidad cristiana; otros pretendían estar
en el camino pero no cumplía con las normas cristianas, cedían a
los impulsos carnales e hipócritamente seguían profesando estar en
el camino que señaló Jesús Cristo. Siendo joven y sin mucha
experiencia real de la realidad de la vida humana en todas sus fases,
me descarrilé y yo también cedí a los impulsos carnales.
Luego,
con mas experiencias, después de muchos tropiezos, muchos errores, y
reconociendo que había otra alternativa a la vida que llevaba sin
satisfacción real, porque siempre me sentía incompleto, que algo me
faltaba. Después de muchos años de vagar en las tinieblas de la
vida, reconocí lo que me faltaba, vi la luz y la busque. Descubrí
que mi vida estaba vacía, le faltaba lo real, mi reconciliación con
mi realidad. Volví a encontrarme con mi Padre, con Dios Creador,
pedí perdón y reconciliación. Mi Padre Dios, me aceptó. No puedo
deshacer el tiempo perdido de mi pasado, pero reconozco que por algo
Dios me permitió llegar a esta edad, entero. Yo he consagrado el
resto de mi vida a servir a Dios Padre con todo lo que él me ha
dado. Todo lo que tengo se lo debo a Dios y se lo he dedicado. He
pedido que me usa como agente de Su amor en esta tierra, esta vida,
donde escasea el amor verdadero de Dios.
Ya
no busco perfección en mi ni en mi prójimo, solo busco servir a
Dios con excelencia y en excelencia. Confiado que la gracia de Dios
me protegerá y me fortalecerá para poder servir Su reino en la
tierra y posteriormente. Dios en su infinita sabiduría no nos hizo
perfecto, imaginase si fuéramos perfectos... No crees que la
arrogancia se hubiera apoderado de nosotros y nos consideramos como
dioses, igual a Creador y Dios. ¿Se acuerdan de la historia de
Luzbel? ¿Cuál es la moraleja del relato? Lo condeno la ambición de
ser como Dios. Lamentablemente esa ambición persiste aun en estos
tiempos. Algunas personas, científicos y otros, que se crean tan
inteligentes que retan a Dios, quieren desconocer su existencia y
reemplazarlo con teorías fantásticas pero baladíes. Al final
siempre terminan reconociendo la existencia del Ser supremo por la
falta de evidencia de lo contrario.”
Por
lo tanto el reconocimiento total de nuestra imperfección es algo por
lo cual debemos seguir luchando en el transcurso de nuestra vida. No
solamente somos "justificados por la fe" al comenzar
nuestra vida de relación con Dios, sino que debemos comprender que
necesitamos de la gracia de Dios para vivir la vida cristiana de
todos los días. VALE LA PENA HACER EL ESFUERZO.
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