¿Sabía
Usted que es enteramente posible ser un sabio y sin embargo aparentar
ser un necio tonto?
¿Sabía
Usted que dependiendo del trato que demos a un necio, podemos hacerle
sentir sabio en su propia estima y hacerlo creer que somos nosotros
los tontos?
No se
asombre, pero esto es más común de lo que generalmente pensamos.
Pese a la seriedad de este asunto, no obstante es uno de los aspectos
de la sana doctrina mas comúnmente ignorados y violados por la gran
mayoría de los llamados hijos de Dios.
Uno
de los refranes más conocidos y repetidos en el mundo financiero de
habla hispana, en cuanto a valoración se refiere, procede de las
palabras de Antonio Machado: "solamente el necio confunde valor
con precio".
Cuando
no sabemos manejar esta situación, terminamos tolerando al necio y
al tonto. Esto trae como consecuencia que la sociedad, nuestro
grupo social de acción y hasta nuestra familia, constantemente se
encuentre invadida por gente necia e ignorante que se cree sabia.
Muchos de ellos incluso tienen la osadía de llegarse a instalar como
maestros o doctores de lo que hacen.
El
necio o tonto no se interesa en el entendimiento correcto de las
cosas, sino que fija su interés en lo que su propia mente le pueda
revelar. Es una persona fácilmente atraída y seducida por opiniones
y por lo superfluo. Mientras más complejas y personales, mejor. Le
encantan las opiniones, sobretodo la suya propia, porque se cree
sabio. Es de los que diría: "Todo el mundo tiene derecho a MI
propia opinión" Quieren que los demás sepan la gran sabiduría
que ha descubierto su ignorancia.
Los
tontos y necios lógicamente que hablan necedades. Se centran en
ellos mismos, se basan en sus propias opiniones y haciéndolo,
proclaman su tontedad como dice Proverbios 12:23. “El hombre cuerdo
encubre su saber; Mas el corazón de los necios publica la necedad”
Hablan necedades, porque hablan sin verdadero entendimiento. Ellos
hablan conforme a su corazón y no conforme al conocimiento que viene
de lo alto o que proviene del estudio.
Los
necios pueden hablar mucho, pero no esparcen ningún conocimiento
real. Y es porque hablan conforme a su corazón y muchas veces eso es
por causa de celos, envidias o ambición personal, como advierte
Santiago 3:14: “Pero si tenéis celos amargos y contención en
vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad”
¿Y
por qué será que hablan conforme a su corazón? ¿Por qué será
que les falta entendimiento?
No es
ningún misterio... NO tienen entendimiento porque invariablemente,
no practican los mandamientos como realmente los deben de practicar o
porque nunca llegaron a una formación profesional o técnica formal
y en su frustración han aprendido a aparentar lo que no son. En esto
tienen que ver a veces mucho la influencia de mamá o de papá.
Cuando
"se habla" mas de lo que "se oye," no se le
presta la atención merecida a la sabiduría de los sabios. Entonces,
hablando y hablando lo que sale de su corazón, el tonto crea una
situación a su alrededor de la que no puede escapar... él se dice
sabio y lo que es peor llega a creerse sabio.
Para
salir de la necedad de los tontos, se requiere la sabiduría de la
palabra que sale de la boca de los sabios, pero tenemos que estar
dispuestos a oír esas palabras. Y la primera palabra sabia que
deberíamos de escuchar es la de la Biblia.
"No
hay peor sordo que el que no quiere oír", decimos comúnmente y
la Biblia en los Salmos dejó escrito: "Tienen oídos y no
oirán; tienen narices y no olerán". Estas frases se aplican a
toda persona que por lo general es necia.
Toda
conducta necia daña a los necios, pero también daña al círculo
más próximo del necio y en ocasiones, la necedad de un hombre de
gran influencia, como puede suceder en una familia, afecta a sus
miembros.
Algunos
de nosotros somos por deformación psicológica, necios, aunque jamás
lo admitamos, pues suponemos que necios sólo son los demás.
La necedad es prima de la intolerancia, pues a
toda persona que no piense como nosotros, la acusamos de necia,
porque no podríamos acusarla de intolerante. En este caso, el
intolerante padece de una constante necedad. Dice Cicerón que "es
propio de los necios ver los defectos ajenos y olvidarse de los
suyos", y a tal grado es así, que en el caso de los errores,
toda persona cuando comete un error, procura no volver a incurrir en
él, mientras que el necio, conscientemente, lo vuelve a cometer.
El
necio no sabe con certeza quién es y qué es, como tampoco sabe
quién es y cómo es su prójimo.
Una
vez que el necio ha tomado conciencia de su permanente necedad, lo ha
aceptado, y que desea curarse, ha conquistado lo más importante.
Posteriormente, deberá estar muy vigilante en su conducta con los
demás. No será necesario que pase años investigando su
desafortunada niñez, sino que tendrá que abocarse a vigilar día a
día su conducta, a fin de caer en la cuenta de las distintas maneras
cómo se comporta neciamente.
Esta
es una tarea similar al alcohólico que reconoce que lo es y que se
propone no tomar en las próximas 24 horas. Igualmente, el necio
deberá proponerse esforzarse al máximo en las próximas 24 horas,
de ser tolerante, flexible y renunciar a su loca idea de querer tener
siempre la razón o aparentar la sabiduría que no tiene.
Sólo
a partir de conductas contrarias a su necedad, podrá dejar de serlo
y además, los frutos muy pronto los empezará a cosechar. ¿En
cuánto tiempo empezará a cosecharlos? Los empezará a recolectar
desde el primer día y sorprendentemente, muy pronto verá su vida
enormemente fructífera en todos los sentidos de su existencia.
La
necedad de una persona implica una sordera para escuchar el punto de
vista del prójimo. El necio no se ha dado cuenta de que es
absolutamente imposible que siempre pueda tener la razón.
Alguien
escribió que "Nunca hubo necio alguno que se reconociera
serlo". En la mayoría de los casos, la afirmación de este
escritor es cierta. Pero por supuesto, que el necio puede curarse por
completo, siempre y cuando advierta que su necedad mucho tiene de
miedo y de minusvalía personal.
¡Quién
renuncia a su necedad, se abre a una vida nueva!
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