Muchos
relacionan equivocadamente la humildad, con la falta de dinero o
pertenencias materiales. La humildad, es la actitud en una persona
que no le permite presumir sus logros frente a otros, jactarse con
sus victorias para humillar, para pisotear.
Humildad
es reconocer las debilidades que tenemos, reconocer nuestras fallas,
nuestras equivocaciones y buscar en todo momento mejorar. La humildad
es el opuesto del orgullo, es actuar sin discriminar a otros por lo
que no son o no tienen, es anhelar que otros crezcan y enseñar lo
que sabemos que con el animo que sean mejores y más que uno.
Lucas
14:7..11Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH): "Jesús
comenzó a referir una parábola a los invitados, cuando advirtió
cómo escogían los lugares de honor en la mesa: "Cuando seas
invitado por alguien a un banquete de bodas, no tomes el lugar de
honor, no sea que él haya invitado a otro más distinguido que tú,
y viniendo el que te invitó a ti y a él, te diga: 'Dale el lugar a
éste;' y entonces, avergonzado, tengas que irte al último lugar.
Sino que cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar,
para que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, ven más
adelante;' entonces serás honrado delante de todos los que se
sientan a la mesa contigo. Porque todo el que se engrandece, será
humillado; y el que se humille será engrandecido."
Si
alguien tergiversa las cosas es por dos razones:
a)
Porque no puede hacer el bien, por no tener capacidad o por pura
frustración;
b)
Porque no le conviene. Todas las personas saben a ciencia cierta lo
que está bien y lo que está mal.
La
gran mayoría estamos convencidos de que nuestra forma de ver la vida
es la forma correcta de ver la vida. Y que quienes ven las cosas
diferentes que nosotros están equivocados.
De
hecho, tenemos tendencia a rodearnos de personas que piensan
exactamente como nosotros, considerando que estas son las únicas
"cuerdas y sensatas". Pero ¿sabemos de dónde viene
nuestra visión de la vida? ¿Realmente podemos decir que es nuestra?
¿Acaso la hemos elegido libre y voluntariamente?
Desde
el día en que nacimos, nuestra mente ha sido condicionada para
pensar y comportarnos de acuerdo con las opiniones, valores y
aspiraciones de nuestro entorno social y familiar.
¿Acaso
hemos escogido el idioma con el que hablamos? ¿Y qué decir de
nuestros pasatiempos? En función del país y del barrio en el que
hayamos sido educados, así nos identificamos con una cultura, una
religión, una política, una profesión y una moda determinada,
igual que el resto de nuestros vecinos.
¿Cómo
veríamos la vida si hubiéramos nacido en una aldea de un pueblo
esquimal? Diferente, ¿no? Y entonces, ¿por qué nos aferramos a una
identidad prestada, de segunda mano, tan aleatoria como el lugar en
el que nacimos? ¿Por qué no cuestionamos nuestra forma de pensar?
¿Y qué consecuencias tiene este hecho sobre nuestra existencia?
En
lugar de humildad, nos llenamos de un orgullo, el cual es como un
albañil especializado en la construcción de murallas que cuanto más
nos protegen, más a la defensiva nos hacen vivir y en cuanto mas a
la defensiva vivimos mas ignorantes somos.
La
ignorancia es el germen de la infelicidad. Y ésta, la raíz desde la
que florecen el resto de nuestros conflictos y perturbaciones. No
existe ni un solo ser humano en el mundo que quiera sufrir de forma
voluntaria. Las personas queremos ser felices, pero en general no
tenemos ni idea de cómo lograrlo. Y dado que la mentira más común
es la que nos contamos a nosotros mismos, en vez de cuestionarnos
nuestro sistema de creencias e iniciar un proceso de cambio personal,
la mayoría nos quedamos anclados en la victimización, la
indignación, la impotencia o la resignación actitudes que nos
ciegan y nos sustentan el creer que la humildad e una tontería.
"Un
día", dice un autor, "caminaba con mi padre, cuando él se
detuvo en una curva; y, después de un pequeño silencio, me
preguntó":
-
Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo más?
- El
ruido de una carreta.
- Sí,
es una carreta vacía.
- ¿Cómo sabes, papá, que es una carreta vacía,
si no la vemos?
- Es
muy fácil saber si una carreta esta vacía por el ruido. Cuanto más
vacía va, mayor es el ruido que hace.
A lo
largo de mi vida, pensando en la carreta vacía, he comprendido que
hay muchos hombres que van por la vida hablando demasiado,
interrumpiendo la conversación de los otros, presumiendo de lo que
tienen, menospreciando a la gente. Entonces, pienso en la carreta.
Hay demasiada gente que está vacía por dentro y necesita hablar y
estar en medio del ruido para acallar su conciencia, porque están
vacíos. No tienen tiempo para pensar, ni para leer y no pueden
soportar el silencio para reflexionar y hablar con Dios. Por eso, la
humildad es la virtud que consiste en callar las propias virtudes y
permitirles a los demás descubrirlas.
Ciertamente
el ignorante en su afán de ocultar su deficiencia, no recurre al
estudio sistematizado que lo sacara de su ignorancia, por el
contrario recurre a la sabiduría de los pasquines, de las
telenovelas y otras tantas formas mas de masificación
seudo-intelectual que el mundo tiene.
Pablo
menciona en Colosenses 2.18 algo que parece ser la humildad, pero en
verdad no lo es. Esta es la humildad fingida y la debemos evitar.
Algunos, al darse cuenta de los méritos de la humildad, la codician
por su excelencia o por la exaltación que buscan. Buscar la humildad
por razones egoístas trae como resultado la humildad fingida.
La
humildad fingida puede ser causa hasta de nuestra perdición. Los que
se sienten orgullosos por su humildad algún día y quizás ya tarde,
se darán cuenta de que era una humildad fingida la que tenían y
entonces será el crujir de dientes.
Esta
anécdota nos ayudara a entender: Cuenta que un científico descubrió
la técnica para hacer copias (clones) de sí mismo tan perfectas que
era imposible distinguirlas del original. Tiempo después, se enteró
que andaba buscándolo el diablo para llevárselo, e hizo doce copias
y pensó: Humildemente me meto entre ellas para que no me reconozca.
Llego el diablo y vio las doce copias, pensó el diablo y se le
ocurrió un plan. Cuando llegó y vio las figuras idénticas dijo:
"El que hizo esto es un genio... pero su trabajo tiene un
defecto". El científico, herido en su orgullo, brincó y gritó:
"¡No! ¿Cuál defecto?" "Éste - dijo el diablillo-
sólo un verdadero humano es tan falto de humildad." Y dicho
esto, se lo llevó en su costal.
Es la voluntad de Dios que seamos exaltados. Pero
su camino a la exaltación es distinto que el camino que llevan los
que quieren exaltarse a sí mismos. Su rumbo es distinto; su destino
también lo es.
La
exaltación a la que aspira el hombre siempre exalta su propia
voluntad carnal, mientras que Dios desea exaltar al hombre según su
imagen y propósito. Para esto, la carne tiene que estar muerta de
tal manera que no responda a los deseos carnales.
Algunos
piensan que los dones espirituales exaltan a la persona que los posee
y por eso los buscan con empeño. Pero la verdad es que el que recibe
dones espirituales auténticos tiene que humillarse más, crucificar
más la carne y entregarse más a Dios.
Dios
no da dones espirituales para promover nuestras propias metas y
aspiraciones. "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios,
para que él os exalte cuando fuere tiempo" (1 Pedro 5.6)
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