David y sus hombres estaban en el desierto de Judá. Estaban escondidos
porque sabían que Saúl y un ejército de tres mil soldados buscaban a David para
matarlo. Una noche, David y sus hombres encontraron el lugar donde Saúl y sus
hombres estaban durmiendo. Con mucho cuidado, David y un soldado suyo llamado
Abisai llegaron hasta Saúl. Abisai le pidió a David que lo dejara matar a Saúl.
Pero David no lo dejó y le dijo: “¿Quién ha alargado la mano contra el ungido
de Jehová y ha quedado inocente?”. Y luego añadió: “¿quién
extenderá su mano contra el ungido de Jehová y será inocente?” 1 Samuel
26:8…12.
David sabía que Saúl era rey de Israel porque Jehová lo había elegido.
Tenía muy claro que, si quería ser leal a Jehová, tenía que respetar a Saúl.
Por eso ni siquiera pensó en hacerle daño. Hoy día, Jehová también espera que
todos sus siervos seamos leales a él y respetemos a quienes él ha dado
autoridad.
A veces pensamos que fidelidad y lealtad son sinónimos, pero no es
así, aunque el significado de ambas palabras se complementa para ayudarnos en
nuestra relación con otros.
Fidelidad es la virtud de dar cumplimiento a una promesa. Al ser una
virtud, significa que está en nuestro interior y que es posible aprenderla. Sin
embargo, la fidelidad está sujeta a un contexto. Cuando firmamos un contrato de
trabajo, podríamos ser fieles a las condiciones establecidas, pero al variar la
circunstancia, podría terminar. Damos lo que está pactado en la medida que
recibimos. Entonces, somos fieles porque respetamos el contrato, pero no somos
leales.
La lealtad implica fidelidad a pesar de cualquier circunstancia. Por
eso, una pareja que ha jurado ser fiel en lo bueno y en lo malo, en la salud y
en la enfermedad, está prometiendo lealtad mutua. Cuando somos leales cumplimos
lo que prometimos en medio de cualquier situación, positiva o negativa. Hasta
un perro es fiel, pero si lo tratas mal, dejará de serlo porque no sabe ser
leal, su fidelidad depende de la circunstancia.
David reconocía que Saúl era el ungido de Jehová, aunque Saúl le
perseguía para matarlo, David fue leal al rey hasta el último momento. Por esta
razón luego de llevarse la lanza y la vasija de agua del rey como evidencia,
David le habla a Saúl y pone a Jehová por testigo del acto de lealtad que ha
realizado.
Se dice que la lealtad tiene tres ingredientes:
-
El honor: cualidad moral que nos lleva al más
severo cumplimiento de los deberes morales, respecto al prójimo y a uno mismo,
-
La fidelidad: lo que se refiere a cumplir con
los compromisos adquiridos, y
-
La gratitud: lo que se refiere a corresponder y
devolver lo recibido.
Lealtad, “es la virtud que
exige honor, fidelidad y gratitud”.
La lealtad jamás promete recompensa alguna. Una vida que se basa en la
lealtad se fundamenta y construye sobre una roca fuerte e inamovible.
Hoy en día, se vive en medio de una naturaleza que se basa en “seguir o
estar con algo o con alguien solo cuando todo está bien” pensamiento y actitud
que ha acarreado grandes problemas y situaciones vergonzosas para las
sociedades.
El presentar como condicionados los fundamentos que se han sostenido
por años de historia, ha provocado el caos y la degradación moral como
espiritual.
La Biblia, la sana doctrina, la función correcta del Espíritu Santo,
la lealtad a los absolutos, a los valores y principios originales sostienen una
gran lucha y una fuerte oposición a causa de la influencia postmodernista.
Elementos como el individualismo, el relativismo, el humanismo, el empirismo y
el egoísmo, entre otros, han provocado un alejamiento más extenso entre el
hombre y Dios.
Hoy en día, el hombre se ha olvidado de ser leal. No se sabe cómo ser
digno de confianza ni como confiar en alguien más. Muchos no conocen el
significado valioso que hay en esta expresión. Esto ha llevado a la humanidad a
alejarse de su Creador, pecando y traicionándole con su proceder.
La lealtad no resulta a causa de un sentimiento afectivo, sino que es
el resultado de una deliberación mental para elegir lo que es correcto. Cuando
se encubre las faltas de una persona, sea un amigo, familiar etc., eso lo
convierte en cómplice, algo muy diferente a la lealtad.
A través de la historia particular de cada nación existieron hombres y
mujeres que dejaron huellas imborrables. Hechos que se basaron en la lealtad a
su patria, a su pueblo, a sus principios, a su familia, entre muchas más.
Hoy en día para muchos todo eso ha quedado en el olvido, cuando se
observa como el hombre fácilmente traiciona lo que antes creía, todo por un
poco de dinero, de fama, de posiciones, de posesiones o cualquier otra cosa que
le traiga beneficio personal.
Sin embargo, en lugares como China la violación a la lealtad aún se
sanciona con la muerte.
Como hijos de Dios no se puede caminar igual que el mundo. Las
Escrituras enseñan que el creyente debe ser luz para el mundo.
No se puede pretender ser leal a Dios y comportarse desleal con el
prójimo. Se debe aprender a ser leal a Dios, al hermano, a la familia, etc. La
Iglesia debe ser un buen ejemplo para el mundo de lo que significa ser leal. El
creyente debe dejar evidencia de la lealtad para con Dios, su Palabra, sus
mandatos y su voluntad.
Nuestras iglesias necesitan una buena dosis de la vieja lealtad.
Necesitamos pastores que estén dispuestos a ser leales a la Palabra de Dios.
Requerimos líderes que no teman defender la verdad a cualquier precio.
Necesitamos miembros, hombres y mujeres fieles, que estén dispuestos a caminar
en amor y unidad, aun cuando el mundo intente hacer lo posible para dividirnos.
Las iglesias en todas las altitudes del mundo, tienen listas
interminables de sermones populares, en vez de mantenerse leales al verdadero
mensaje.
Los predicadores motivan con estrategias de mercado en vez de decir la
verdad con amor.
Los feligreses prefieren que los entretengan y los consuelen en vez de
que los inspiren y los desafíen.
¿Qué puede hacer que todo eso cambie? ¿Qué hace que una congregación
se convierta, de un club campestre en la luz del mundo?... La lealtad.
La lealtad hará que su hogar sea seguro y estable en tiempos de
incertidumbre. Cuando uno lee la parábola de los dos constructores, observa que
Cristo afirmó lo siguiente: "Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron
vientos, y golpearon contra aquella casa" (Mateo 7:25). Nunca fue cuestión
de si, sino de cuándo.
Hoy no hay que ver muy lejos para encontrar personas que están pasando
por momentos difíciles. Los creyentes, y también los no creyentes, soportan las
tormentas de la vida. Pero aquellos que tienen un hogar construido en base a la
lealtad a la Palabra de Dios y a la lealtad mutua pueden resistir cualquier
desafío.
Amado hermano, la lealtad es un asunto serio y real, la lealtad no
toma vacaciones, ni vacila, sino que debe ser vivida y practicada, solamente
así se podrá vencer los ataques del enemigo y se avanzará con la frente en
alto. Sin lealtad nunca entenderá como vivir de verdad y ser útil.
Que Dios nos ayude a entender la carga grande que implica ser leal.
Luchemos por lograr la lealtad que Dios demanda, no le defraudemos, no pequemos
contra Él desobedeciendo y olvidando sus preceptos. Sea leal con Dios y con su
prójimo, demos la cara por Aquel que nos ha dado todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario