Sabiendo De La Mansedumbre


Si nos pidieran imaginar una acción de mansedumbre, bien pudiéramos imaginar a una madre que toma a su recién nacido hijo de la cuna, lo sostiene suave, delicadamente, le acaricia y besa su cabeza, lo mueve despacio y lo sostiene sin apretarlo demasiado.

Cuando hacemos ejercicios mentales la mansedumbre nos evoca, amor, ternura. sometimiento, entrega, etc.

Moisés fue de esa clase de hombre, Números 12:3 dice: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra”, aceptaba la crítica sin resentimiento. Este comentario en cuanto a su mansedumbre surge en el momento aquel cuando Miriam y Aarón, sus hermanos, murmuraron contra él. En realidad, era una queja injustificada contra Jehová, queja que él rápidamente notó y censuró. Números 12:1...15

Mas adelante, Jesucristo, incluso después de resaltar la hipocresía de los escribas y fariseos, explicó el espíritu de la mansedumbre y mostró como se sentía verdaderamente frente a aquellos que se oponían a él. En Mateo 23:37 se lamenta: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”

Tener estos sentimientos hacia otro ser humano es una muestra de mansedumbre.

Jesús dijo en Mateo 11:29: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.

Pablo reforzó esta idea en 2 Corintios 10:1: “Yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, más ausente soy osado para con vosotros”. Pablo incluyó las palabras ternura y humildad conjuntamente con mansedumbre.

Estas palabras ayudan a mostrar que la mansedumbre requiere de humildad, porque junto con el orgullo y sentimientos de superioridad vienen reacciones bruscas y de terquedad, como las de un instigador, llegando a las muestras de malas crianzas y hasta la falta de consideración y respeto. 

¿Qué es la mansedumbre?

Como mansedumbre se denomina la condición de manso. Se refiere a la docilidad, suavidad o benignidad en el carácter o en el trato. La palabra, como tal, proviene del latín mansuetūdo, mansuetudĭnis. La mansedumbre es un valor altamente apreciado para quienes se someten a la disciplina religiosa, pues implica una gran humildad y autocontrol, así como una gran obediencia y una rígida observancia a las normas.

La mansedumbre, confundida a veces con debilidad, supone una gran fuerza interior y una enorme seguridad de lo que uno piensa y siente para enfrentar situaciones difíciles o adversas sin tener que utilizar a la violencia verbal y/o física, como también no caer preso de sentimientos de cólera y rencor. En este sentido, la mansedumbre nos ayuda a desarrollar el autodominio y a fortalecer nuestras convicciones personales, morales y espirituales.

Como mansedumbre también se designa la actitud o el comportamiento de un animal que no es bravo o salvaje. De este modo, podemos hablar de la mansedumbre en animales como las vacas, los elefantes, las jirafas, etc.

Por otra parte, podemos decir también que es la actitud humilde y tierna de querer ayudar a otras personas sin predilecciones. Esta actitud proviene de un real espíritu de amor por el prójimo, teniendo una verdadera y genuina preocupación por su bienestar. Esta actitud se muestra en la forma en que pensamos y tratamos a los demás.

¿Por qué Dios quiere que demostremos mansedumbre?

Filipenses 4:5 nos dice que “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”. ¿Por qué quiere Dios que las personas con las que Él está trabajando se preocupen por pensar, actuar o hablar de manera gentil? Dios tiene todo el poder en el universo, sin embargo, es muy manso con nosotros y Él quiere que nosotros aprendamos a ser como Él. Así cuando Él nos dé poder, sabrá que no lo vamos a utilizar de manera egoísta, cruel o imprudente.


Dios quiere y nos enfatiza la mansedumbre que Jesús mostró con la mujer que fue sorprendida en adulterio (Juan 8:1…11). En lugar de estar llenos de orgullo y de lanzar la primera piedra al pecador, debemos de manera gentil decirle a la persona que se vaya y no peque más. Éste es un ejemplo de mansedumbre del cual Dios quiere que aprendamos.

En Hechos 17 nos comparte un ejemplo ingeniosa e interesante de mansedumbre dice que Pablo inició su mensaje a los atenienses teniendo en cuenta los antecedentes y la situación del pueblo con todos sus dioses. Empezó diciéndoles que eran muy religiosos y después comentó acerca de un altar que había visto con la siguiente inscripción: “al Dios no conocido”. “Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (v. 23).

Ésta fue una manera amable de mitigar la idea de docenas de dioses y centrarse en el verdadero Dios. Aunque algunos se burlaron, otros quisieron escuchar más, incluso otros se unieron y creyeron.

Imagínese que Pablo no hubiera sido amable en esta situación y hubiera dicho: “pueblo de Atenas, han pecado gravemente con sus terribles dioses, Oren por misericordia pecadores malvados para que no sean derribados como los impíos” ¿Hubiera tenido seguidores? Probablemente no.

Podemos hallar ejemplos contrarios como cuando dos de los discípulos dieron un ejemplo de falta de mansedumbre: Lucas 9:51…56 relata a Jesucristo viajando con sus discípulos hacia Jerusalén. Cuando intentaron pasar a través de una aldea samaritana, sus habitantes no los quisieron recibir su aspecto; entonces Jacobo y Juan, que también eran conocidos como “hijos del trueno”, Marcos 3:17, le preguntaron a Jesús: “¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (v. 54).

Jesús los reprendió y les dijo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas”. Jesús estaba interesado en servir a esas personas, no en venganzas ni en demostraciones orgullosas de poder.

La mansedumbre por lo regular se asocia con algo débil, pero cuando vemos que se considera un resultado (fruto) del Espíritu Santo actuando en nosotro y que ser manso requiere la fuerza del autocontrol, consideración, tacto y preocupación, entonces y solo entonces la vemos de una manera totalmente distinta.

Después de un “arrebato emocional” o de “vociferar” discúlpese cuanto antes. Somos seres humanos con emociones muy poderosas y esto nos puede pasar, pero una persona mansa se dará cuenta que las cosas que dijo podrían haber afectado a otras personas y pedirá perdón, buscará corregir y alcanzar el auto control necesario para que esos arrebatos no se repitan en el futuro.

Pensemos qué refleja nuestra actitud. Por ejemplo: ¿Cuándo vemos a alguien haciendo algo malo, estamos prestos a golpearlo? O, en lugar de eso, ¿tenemos listo un cuaderno con ideas de cómo ayudar a la persona a superar el pecado? Teniendo estas situaciones en mente, a menudo nos puede ayudar a darnos cuenta de nuestra falta de mansedumbre y eventualmente nos va a ayudar a preferir un cuaderno o la Biblia en vez de un palo y duras palabras.

Ser manso implica que debemos ser sabios y amorosos al expresar nuestras creencias a los demás. Dios muestra un amor firme y enseña duras lecciones a los seres humanos, pero siempre bajo la perfecta definición de mansedumbre.

La invitación del profeta Sofonías todavía se extiende a los mansos de la Tierra: “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová” Sofonías 2:3.

Ahora es nuestro turno, pensemos y actuemos.


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