Ser Difrente

Hay personas que todo el tiempo se comparan con otros y aun cuando no lo exteriorizan, en verdad están atentos de lo que otros logran. Observan todo, que, si alguien progresa económicamente, si viajan seguido, la ropa que viste, el auto que maneja, etc. todo está bajo su atenta mirada. Y en vez de ver la prosperidad o bendición en otros con alegría, guardan un resentimiento que se origina en la comparación.

Se preguntan: ¿cómo esa persona que ni cree en Dios y no va a la iglesia, vive en felicidad y abundancia y hasta parece que la vida le sonríe?  En el fondo con esta pregunta, lo que estamos cuestionando es la justicia de Dios. Pensamos que nosotros tenemos más merecimientos para recibir bendición y vemos a los impíos en la posición de estar recibiendo lo que no debieran.

Leemos en Salmos: “No te impacientes a causa de los malignos. Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.” Salmos 37:1

Aunque parezca extraño, en esta situación, nos encontramos como hijos de Dios teniendo envidia de los impíos, como si no fuéramos conscientes de quiénes somos en Cristo, que en El somos diferentes.

El derecho a ser diferente debería ser algo que no hace falta ni discutir. Pero la realidad es que hay que hacerlo y encontramos ejemplos de eso a diario. Desde bullying al niño distinto hasta menosprecio hacia los que no nos parecen iguales a nosotros por los motivos que sean.

Uno de los aspectos del ser humano que está presente desde la infancia y se expresa de manera más conflictiva y contradictoria durante la adolescencia es la necesidad de sentirse único, de sentir que eres alguien “especial”. La mayoría en nuestro interior nos sentimos especiales, por uno u otro motivo.

En la vida del niño se va haciendo una transición, que empieza aproximadamente con un año de edad hacia reconocerse como una entidad separada del resto y adquirir la conciencia del Yo. Ese proceso va pasando por diferentes fases de conciencia de sí mismo hasta culminar hacia los cuatro años. Hasta ese momento los límites entre su propio Yo y el de sus cuidadores eran difusos. Pero a partir de un cierto momento, el niño empieza a reconocerse ante un espejo y decir soy yo, empieza a sentir que tiene un Yo y se da cuenta por tanto que es un ser separado del resto.

Quizás muchas personas no compartan, lo que sí que está claro y es que vivimos en sociedad, lo que nos ofrece muchas ventajas para la propia supervivencia. Pero a la vez nos obliga a sentirnos integrados a sentir que pertenecemos a ese grupo social que nos circunda.

Por tanto, nos debatimos muchas veces entre ese anhelo de ser uno mismo y esa otra necesidad de ser aceptados por el grupo, esa necesidad de aprobación. Esa dualidad se expresa en su punto culminante en la adolescencia, por la necesidad de formar una personalidad, de ser alguien aceptado por el grupo de iguales.

Hoy me gustaría incidir en las dificultades que ya como adultos encontramos para poder sentirnos nosotros mismos y a la vez no tener que vivir al margen de la sociedad. Esa manera en que nos forzamos a no ser disonantes.

Partamos de la base que la sociedad, los medios y la educación tienden a masificar, aunque luego se admire a aquellos que se desvían de la media y son diferentes. Pero diferentes del modo en que la sociedad considera aceptable. Es aceptable, por ejemplo, que una artista sea excéntrica. Porque ser “raro” forma parte del rol natural del artista. Pero ¿admitiríamos eso, aún en menor medida, por poner un caso, de un abogado? Claro que no, de un abogado se espera que vaya con traje y parezca serio y formal. Y si quiere ser más alternativo, sólo podrá ejercer en grupos alternativos y socialmente se le tendrá en menor consideración.

Estamos llenos de prejuicios y a la sociedad de masas le interesa que sea así. A las grandes empresas les interesa que hagamos colas para ser los primeros en comprar sus productos, esos que nos permiten sentirnos exclusivos y diferentes formando parte de un grupo. Pero saben bien lo que hacen al apelar a ese deseo interno de sentirnos únicos.

Muchos se llenan la boca en decirnos que pensemos por nosotros mismos y tengamos ideas propias, pero lo primero que sucede si lo haces es que te miran raro y te critican. Si tu idea tiene éxito, tratan de apropiarse de ella, pero sólo para volverla a meter en el redil del sistema. Las personas libres, que piensan por sí mismas dan miedo. No son fácilmente manipulables.

Lo que olvidamos frecuentemente en ese afán por distinguirnos del resto es que ya somos únicos e irrepetibles, sin necesidad de demostrar nada, ni ser nada en especial. Nuestro Ser es único, aunque luego nuestro comportamiento se asemeje al de muchos otros. Cada uno tenemos una configuración única e irrepetible.

Y a pesar de ser únicos, también tenemos derecho a ser diferentes. Tenemos derecho a pensar de un modo distinto al de la mayoría. Pensar como el rebaño nos limita en muchos aspectos. Y gracias a los medios de comunicación de hoy en día, puedes ser diferente sin sentirte el “rarito”. 

Ahora fácilmente es posible encontrar gente que te acepte tal como eres, que entienda tu modo de pensar, aunque viva a kilómetros y que se una a ti en tu modo de ver y vivir la vida. Ya no tienes por qué sentirte solo por ser distinto de tus vecinos o de la gente que te rodea físicamente.


Pero antes de afirmar que tú eres de los distintos, de los auténticos, mira lo que haces, lo que compras, los lugares a los que vas, como te vistes, qué piensas…y luego contesta con honestidad a la pregunta: ¿eres capaz de disentir del grupo? ¿apoyarías al que disiente, aunque tu opines distinto, en su derecho a disentir?

El principio del ser osado y valiente que prevalece en nosotros los seguidores de Cristo, nos manda a la acción y el ser prudentes nos da el como hacerlo; luego porque no probamos e iniciamos con algo…

…te propongo: “Cambia tu idea de lo que realmente es la belleza”; nuestra sociedad ha reducido la belleza al glamour (*) y lo superficial en lugar de la verdadera belleza, estas son algunas diferencias entre la belleza superficial y la real:

“Si el glamour es el colorete pintado en su cara, la belleza es el resplandor exterior que se ilumina desde el interior.”

“Si el glamour es el traje que le ayuda a hacer una entrada, la belleza es su generoso corazón que hace que su presencia cambie la atmósfera.”

“Si el glamour es el perfume que se aferra a la ropa, la belleza es la fragancia de su vida que perdura mucho después de que has dejado la habitación.”

Es interesante ver cómo la Biblia habla directamente sobre la importancia del interior, en lugar de la superficialidad de la belleza

“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios”. 1 Pedro 3:3…4 NVI.

Recuerde que su cuerpo es templo del Espíritu Santo

Desde luego, no estoy diciendo que debemos dejar que nuestros cuerpos vayan a la ruina. Ellos son un regalo y tenemos la responsabilidad de cuidar de ellos y mantenerlos sanos, cosa que a menudo tiene más trabajo a medida que envejecemos.

“¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios”. 1 Corintios 6:19…20 NVI.

El Espíritu Santo está en nosotros; Demos honor al Él teniendo la actitud correcta con nuestro cuerpo y lo que hacemos para vernos y sentirnos bien, para ello no olvidemos que todo me es licito mas no todo me conviene por lo tanto los parámetros han de ser hagamos todo decentemente y en orden… así y solo así llegaremos a ser auténticamente diferentes.

(*) Glamour es sinónimo de encanto, atractivo, por ende, es todo atractivo o encanto que posee una persona o cosa que la hace resaltar en el entorno que se encuentre. El término glamour proviene de la palabra grammar, vocablo que se usaba para identificar a los sabios que practicaban el ocultismo y la magia negra.

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