El
“fruto prohibido” de la Biblia nunca fue una manzana, fue un error de
traducción
Tradicionalmente
se representa el fruto prohibido como una manzana. Muchas personas, cuando
escuchan la frase “fruto prohibido” piensan en la tentación en general,
especialmente en relación a la tentación sexual. Canciones, obras de literatura
y películas sirven para difundir y reforzar este concepto. Sin embargo, cuando
leemos la Biblia nos damos cuenta que el pasaje de la caída en Génesis 3 no
hace referencia a una manzana ni implica que la transgresión de Adán y Eva haya
sido una relación sexual.
Para
cualquier religión, la creencia en aquello que dictan las “sagradas escrituras”
no deja de ser un acto de fe. En la historia de Adán y Eva, la más antigua de
la Biblia, se produjo un error que va más allá de cualquier convicción. Jamás
existió una manzana como “fruto prohibido”, fue un error de traducción.
La
primera descripción del árbol de la ciencia del bien y del mal se encuentra en
Génesis 2:9, donde se describe también la presencia del árbol de la vida.
¨Y
Jehová Dios hizo de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para
comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la
ciencia del bien y del mal. ¨ Génesis 2:9
Como
se nota, el pasaje únicamente describe la ubicación de estos dos árboles, pero
no su especie o su conformación. Las
siguientes referencias al árbol de la ciencia del bien y del mal en la Biblia
son igual de indeterminadas y no ofrecen referencia alguna a la clase de fruto
que este árbol producía.
Los
libros cuentan que Adán fue creado primero, y que Dios, al ver al pobre hombre
solo, se decidió por darle una compañera a partir de una costilla (tampoco se
explica el tipo de ingeniería). La historia hoy tendría difícilmente salida
editorial, pero eran otros tiempos. Según las escrituras bíblicas, el relato
del Jardín del Edén comienza en el libro del Génesis, a partir del versículo 21
del capítulo 1:
Y
creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra.
Al
Dios de la Biblia le gustaba ponerle retos a sus “hijos”, así que decidió
probar la fidelidad y obediencia de Adán y Eva. ¿Qué hizo? Les dijo que
comieran de todos los frutos de los árboles del Paraíso excepto de uno, el cual
les produciría la muerte si comían de él.
El
hombre trata siempre de llenar los huecos en su conocimiento y seguramente a
consecuencia de ello se generaron diversas especulaciones que trataban de
relacionar el fruto prohibido con algún fruto conocido. Las fuentes judías han
propuesto las siguientes: nuez, cidra, vid, trigo, e higo. El higo ha sido la
propuesta más difundida a causa de que la Biblia declara que Adán y Eva se
cosieron delantales con hojas de higuera.
Aparece
en el relato, un personaje secundario, una serpiente parlante que representa el
mal para tentar (y engañar) a Eva.
Al
parecer, antes de la maldición pronunciada en Génesis 3:14…15, la serpiente era
diferente a lo que hoy conocemos como una serpiente. Esta criatura no comenzó
como una serpiente como la conocemos, se convirtió en una.
“La
criatura que tentó a Eva se convirtió en una serpiente, como resultado del
juicio de Dios sobre ella y fue deslizándose lejos entre los arbustos para el
gran horror de Adán y Eva.
Los
espíritus demoníacos, evidentemente, tienen la posibilidad, bajo ciertas
circunstancias, para residir en el cuerpo humano o animal (Lucas 8:33). En esta
ocasión, Satanás escogió residir en el cuerpo de una serpiente antes de la
maldición.
La
mujer no se sorprendió al hablar con la serpiente, porque Adán y Eva tuvieron
una conversación libre con los seres angelicales que a menudo aparecían en
forma de hombres. Si esto es cierto, no era tan extraño para Eva que un ser
angelical pudiera aparecer frente a ella antes de la maldición en forma de
hermosa serpiente.
Lo
cierto es que Eva acaba comiendo del fruto prohibido: una manzana. Luego Eva le
da de comer a Adán y como resultado de ambas decisiones, los dos terminan
siendo expulsados del Paraíso, lo que se ha conocido como el pecado original en
la doctrina cristiana.
Hasta
aquí todo es más o menos conocido, sólo que no es realmente así. El Génesis
jamás nombra una manzana, simplemente se refiere a “la fruta”.
Entonces,
¿quién se inventó todo?
Como
decíamos, para poder explicarlo tenemos que remontarnos al siglo IV d. C.,
cuando el papa Dámaso I ordenó a su principal erudito de las escrituras,
Jerónimo de Estridón, que tradujera la Biblia hebrea original al latín. Un
proyecto revolucionario que le llevó a Jerónimo 15 años y que resultó en la
famosísima Vulgata canónica. Para ello, utilizó el latín hablado por el hombre
común (para el pueblo llano), aunque había una carencia: Jerónimo no dominaba
el hebreo.
Como
resultado de ello, el hombre confundió algunas palabras, siendo el más
importante de los errores el que tenía que ver entre el sustantivo mālus
(manzano) y el adjetivo malus (mal). Para ser exactos, originalmente en el
Génesis dice: lignus scientiae boni et mali (“Dios indica a Adán y Eva que no deberán
comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal”).
Sin
embargo, Jerónimo utilizó erróneamente el término “mal” por “manzana”, de forma
que el vulgo que empezó a leer la nueva versión de la Biblia ignoró las
escrituras originales hebreas y se quedó con la manzana como fruto. Además, en
la Biblia hebrea se usa un término genérico, peri, para la fruta que cuelga del
Árbol del conocimiento del Bien y del Mal.
No
sólo eso, para complicar un poco más las cosas, la palabra malus en tiempos de
Jerónimo (y durante mucho tiempo después) podía referirse a cualquier fruta que
llevara semillas. Una pera, por ejemplo, era una especie de malus, o un
melocotón. Así se explica que el fresco de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel
tenga una serpiente enrollada alrededor de una higuera.
Sea
como fuere, tras la Vulgata, la manzana comenzó a dominar las obras de arte y
de las pinturas pasó a formar parte del imaginario común de la sociedad, siendo
probablemente el Renacimiento el momento que más influyó en la imagen
definitiva de ese “fruto prohibido” como una manzana.
En
cuanto al papel de la Iglesia durante todo este tiempo, fue de absoluto y
completo silencio. Quizás se pensó que la historia quedaba muy bien bajo el
mito de la manzana o quizás muchos ni siquiera lo sabían. Sea como fuere, en
las escrituras originales jamás hubo una manzana para explicar el “pecado
original¨
Ya
estuvo suave, reivindiquemos las manzanas y comámosla con alegría, que son deliciosas
y no son pecado.
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