Un
fariseo invitó a Jesús a comer. Entró, pues, Jesús en casa del fariseo y se
sentó a la mesa. En esto, una mujer, pecadora pública, al saber que Jesús
estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro
lleno de perfume, se puso detrás de Jesús, junto a sus pies, y llorando comenzó
a bañar con sus lágrimas los pies de Jesús y a enjugárselos con los cabellos de
la cabeza, mientras se los besaba y se los ungía con el perfume. Al ver esto,
el fariseo que lo había invitado pensó para sus adentros: «Si este fuera
profeta sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues en realidad
es una pecadora».
Entonces
Jesús tomó la palabra y le dijo:
—Simón,
tengo que decirte una cosa.
Él
replicó:
—Di,
Maestro.
Jesús
prosiguió:
—Un
prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro
cincuenta. Pero como no tenían para pagarle, les perdonó la deuda a los dos.
¿Quién de ellos lo amará más?
Simón
respondió:
—Supongo
que aquel a quien le perdonó más.
Jesús
le dijo:
—Así
es.
Y
volviéndose a la mujer dijo a Simón:
—¿Ves
a esta mujer? Cuando entré en tu casa no me diste agua para lavarme los pies,
pero ella ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus
cabellos. No me diste el beso de la paz, pero esta, desde que entré, no ha
cesado de besar mis pies. No ungiste con aceite mi cabeza, pero esta ha ungido
mis pies con perfume. Te aseguro que si da tales muestras de amor es que se le
han perdonado sus muchos pecados; en cambio, al que se le perdona poco mostrará
poco amor.
Entonces
dijo a la mujer:
—Tus
pecados quedan perdonados.
Los
comensales se pusieron a pensar para sus adentros: «¿Quién es este que hasta
perdona los pecados?».
Pero
Jesús dijo a la mujer:
—Tu
fe te ha salvado; vete en paz. (NVI)
En
los tiempos de Lucas, en Israel, las mujeres no tenían ninguna representación
social ni religiosa; como antes y ahora la prostituta ha sido vista mal y
condenada socialmente. A pesar de esto,
Jesús a través de una de ellas nos deja una lección.
En
este texto, Lucas se vale de tres personajes:
·
Jesús como el personaje principal de la acción,
revestido con su autoridad de maestro, con su expresión viva de amor y su gran conmiseración
para los repudiados sociales o por el sistema económico y religioso del momento
vivido.
·
Simón el fariseo, hombre que se cree bueno por
ser cumplidor de la ley y que ha invitado a su casa a Jesús, pero que es ajeno
a los valores del reino que quiere instaurar Jesús.
·
Y finalmente, la prostituta, la mujer
despreciada, condenada y repudiada por la sociedad de los hombres.
La
prostituta es la mujer que trasgrede la ley; ella misma en lo personal la hacen
sentirse rechazada, oprimida, separada, excluida, sin derecho a relacionarse
“normalmente” con los otros, sin dignidad. Pero déjenme decirles que es indignante
que nadie condene al cliente.
El
hecho de que la prostituta vaya a aquella comida, aun conociendo su condición,
refleja y nos enseña, que incluso las personas que se sienten pecadores o espurios,
también ellos se acercan a Jesús y expresan la necesidad de su compañía. Es
seguro que aquella mujer debió sentirse aliviada por la actitud de Jesús de no
separarla, de no rechazarla y luego por las palabras de Jesús.
Jesús
da una lección al fariseo y comensales, les presenta la parábola con un mensaje
diáfano, “a quien poco se le perdona, poco amor muestra”
El
que piensa que no tiene pecado pues es un observador de la ley, no tiene la
experiencia de la gratuidad del amor de Dios y no tiene entonces motivos para
el agradecimiento. Cuando sabemos reconocer nuestros errores, las
equivocaciones y el daño que podemos producir, si nos perdonan, nos sentimos
mucho más agradecidos que aquellos que creen que no les tienen que perdonar
tanto.
Ciertamente,
Jesús es el que constantemente nos llama e invita a sentarnos a la mesa con Él,
sin importar nuestra historia, ni quienes somos y mucho menos cuanto tenemos. Él,
con su enorme corazón misericordioso, nos regala su perdón sin condición y a la
vez nos invita a seguir nuestro camino en Paz y con nuestra dignidad renovada.
Tres
frases clave que demuestran lo anterior: “tus pecados quedan perdonados, tu fe
te ha salvado, vete en paz”.
No
es fácil percibir la manifestación del amor de Dios frente a nuestros errores y
debilidades, más aún, cuando hemos arrastrado desde la infancia la imagen falsa
de un dios controlador, castigador, vengativo y rencoroso, arbitrario y
exigente, incapaz de entender nuestras debilidades y dispuesto a abrirnos las
puertas del infierno por caer en el error.
El
evangelio nos muestra que el Dios de Jesús, es un Dios infinitamente compasivo
y misericordioso, Dios de pecadores como nosotros, pero que luchamos para ser
mejores seres humanos siguiendo las huellas de Jesús.
Hoy
a igual que en aquel momento en casa de Simón y que Lucas nos lo ha relatado
Jesús nos ha hablado…
Y
yo te pregunto:
·
¿No es éste el problema de nosotros, que como
cristianos cuánta humanidad hemos perdido?
·
¿Y no es ésta la tarea más urgente el trabajar
por cuánta humanidad podamos recuperar?
En
ti queda.
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