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Pregunto: ¿Qué pasaría si tratásemos a nuestra Biblia como
tratamos a nuestro teléfono móvil?
¿Y si la lleváramos a todos lados en nuestra cartera o
bolsillo?
¿Y si regresáramos a casa si se nos hubiera olvidado?
¿Y si la revisáramos varias veces al día?
¿Y si la usáramos para recibir mensajes del texto?
¿Y si la tratáramos como si no pudiésemos vivir sin ella?
¿Y si la ofreciéramos como regalo?
¿Y si la usáramos mientras viajamos?
¿Y si la usáramos en caso de emergencia?
Pero ahora viene la pregunta del millón: ¿dónde está su
Biblia?
Ah, y les cuento la mejor ventaja: a diferencia de nuestro
teléfono móvil, no tenemos que preocuparnos de que nuestra Biblia se quede sin
saldo… ¡porque Jesús ya pagó la cuenta!
Hace algunos días, mientras leía el informe de nuestra
pastora congregacional relacionado a una reunión con uno de los ministerios de
la iglesia, caía en cuenta que no solo yo sufro el problema de los celulares en
los cultos y recordaba cierta ocasión en que invitado a predicar a una iglesia
amiga, comenzó a sonar un teléfono celular (móvil), que parecía no pertenecer a
nadie porque todos se miraban como acusándose unos a otros; algunos sonreían y
nadie lo apagaba. Ya, sintiéndome incómodo con aquella interrupción, dije a los
hermanos: “Por favor, respondan a la llamada del diablo y díganle que en el
Nombre de Jesús deje de molestar”. Todos rieron y por coincidencia el dueño del
móvil logró en ese momento apagar el impertinente sonido de su teléfono.
Les refiero este incidente para ilustrar la peligrosa
dependencia que muchos tenemos con el teléfono. Me pregunto si acaso esta habla
de una realidad con la que evitamos ver: la soledad. ¿Es nuestro juguete
tecnológico y las redes sociales un placebo-antídoto contra la soledad? En los
momentos de silencio que resultan incómodos para algunos lo más fácil parece
ser mandar un whatsapp, sumergirse en Facebook o Twitter. ¿Qué explica el
masivo apego y dependencia a estas redes y al aparato que nos las facilita?
Si bien es cierto que la tecnología nos ha alcanzado y que
nos ha facilitado la vida, también es muy cierto que nos hemos vuelto esclavos
de ella. Y uno de los aparatos que se han vuelto indispensables en la vida de
las personas es el celular.
He visto personas ponerse triste cuando no tienen su
celular y algunas hasta llorar y deprimirse porque no pueden comprarse la
última versión. Cosa que no sucede con la Biblia, si alguien olvida su Biblia
no pasa nada, pero si es el teléfono se siente solo, aislado y hasta deprimido.
¿Es posible cuestionarnos en algún momento y ser honesto
consigo mismo y responder esta pregunta? ¿Amamos más a nuestro celular que a la
Biblia? Tal vez nuestro corazón dirá ¡Noooo! Pero nuestros hechos dirán lo
contrario.
¿No estaremos cayendo en un moderno estilo de idolatría?
Jesús dice: Lucas 12:34 “Porque donde esté vuestro tesoro, allí también estará
vuestro corazón”
La celebración del culto máxime en el momento de lectura y
compartimiento de la Palabra demanda silencio que, lastimosamente, no se respeta
porque pareciera que lo importante es la actividad telefónica y así perdemos el
valor de todo aquello que es gustar la interioridad, la exquisita e inagotable
intimidad con Dios.
¡Sí! Porque el silencio en esos momentos no es ausencia de
palabras, sino presencia total del Señor, que es la Palabra que se hace carne.
Por ello, el silencio en aquel momento, es un momento privilegiado para estar
con Dios.
Satanás sabe muy bien de esto, por ello aprovecha todos los
recursos que tiene a mano para distraer a los creyentes. Ya sea a través de
meme, vídeos graciosos, política, etc. Satanás utilizará lo que pueda para
quitarnos ese momento de silencio y con ello el enfoque en Dios.
Pero ¿saben ustedes cuándo tiene que comenzar este
silencio? En casa, antes de asistir al culto, a solas, darnos unos minutos y en
nuestro silencio interior, descubrir dónde estamos, qué estamos haciendo con
nuestra vida, cuáles son nuestras heridas y dolores; así luego, durante el
momento del culto en ese silencio, podremos dejarnos visitar por el único capaz
de penetrar en las hendiduras de la piedra de nuestro corazón: Jesucristo.
Porque solo Él, convierte corazones de piedra en corazones de carne.
Es verdad que el celular hoy en día es una herramienta
indispensable y necesaria para la comunicación. Pero, ¿Es la Iglesia el lugar
adecuado para mensajearnos con nuestros amigos?
Es incomodo estar sentado a lado, al frente o atrás de
alguien que está mensajeando por celular. Lo peor del caso es que nos creemos
superdotados, que podemos estar mirando al pastor mientras estamos escribiendo.
Lo que no nos damos cuenta es que el sonido que hacen las teclas (aun si está
el teléfono en silencio) es incómodo y no permite que otras personas se puedan
concentrar.
Jesús dijo: “Mi casa será casa de oración”, “pero ustedes
la están convirtiendo en cueva de ladrones”.
No crees que es horrible que mientras otras personas tratan
de escuchar lo que Dios quiere hablar tú estés irrespetando el culto de esa
manera. Estoy seguro que si Jesús estuviera en cuerpo presente en la Iglesia
destruiría tu celular. Estas irrespetando a la Iglesia, al Pastor, a los
Hermanos, a Jesús, a Dios, a el Espíritu Santo y lo más importante te estas
irrespetando a ti mismo.
Si vas a la Iglesia los domingos es porque Dios
específicamente te escogió para hablarte ese día. Ir a la Iglesia es un
privilegio que no todos tienen. Dale a Dios el lugar y el respeto que se merece
cuando estas en su casa. Si vas a la Iglesia vas a Alabar y Glorificar su Santo
nombre. No vas a mensajearte o a conversar con tus amigos durante el culto.
Se respetuoso y apaga tu teléfono o simplemente no lleves
el celular a la Iglesia. Vas a ver como Dios te bendice por prestarle atención
y respeto.
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