El Uso de la Palabra "Amén" Por Saúl Guevara


 No digas “amén” a todo.

Desde recién convertido, he visto cómo los hermanos de una y otra congregación decían “amén” cuando el pastor hizo hincapié en alguna afirmación concreta de la predicación.

Después de unos meses y prácticamente sin darme cuenta, me encontré haciendo lo mismo que ellos:
·         El pastor decía: “¡Jesús es el Señor!”, Nosotros contestábamos: “¡Amén!”
·         El pastor decía: “¡El Señor nos ha salvado!” Nosotros: “¡Amén!”
·         El pastor: “¡Gloria a Dios en las alturas!” Nosotros: “¡Amén!”

Decía amén a cada cosa que el predicador expresaba. Me parecía que era parte de mi identidad cristiana.

No obstante, me sentía como imitador de hermanos, como que era un requisito para ser afecto a ellos, a pesar de que yo era un creyente joven todavía, sabía que algo andaba mal.

Empecé a notar que en muchas veces en la predicas no podía decir amén a nada, aunque muchos a mi alrededor decían amen a casi todo lo que el predicador nos decía. Poco a poco iba aprendiendo que no se puede decir amén a todo.

Ahora bien, ¿qué significa la palabra amén?

 “Amén quiere decir: esto es verdadero y cierto”. Es decir, si digo amén a alguna afirmación, significa que estoy aseverando que aquella aserción es verdadera y cierta. Por lo tanto, si algo no es verdadero ni cierto no puedo responder diciendo amén.

Otra cosa que he aprendido sobre el amén es que en muchos pastores se ha convertido en una tradición evangélica más, un poco, así como el llamado al altar para ministrar después del sermón.

Me di cuenta de ello cuando empecé a predicar, en una ocasión en un culto, estaba explicando auxiliándome de un silogismo que no todo lo que parece verdad es verdad y dije: “todos los leones machos a diferencia de las hembras tienen melena” y unos hermanos gritan Amen continuo y digo” por lo tanto todos los hombres machos son melenudos” y nuevamente un grupo dice Amen… tuve que parar el mensaje para explicarle que no podemos decir amén a semejantes afirmaciones ya que son falsas.

En otra reunión pregunté “¿Qué es un nazareno?” y algunos contestaron diciendo amén. Les dije, “Hermanos, he hecho una pregunta. No he afirmado nada. ¿Por qué dicen amén?”


En ambos casos, he visto que usamos el amén muy a la ligera sin realmente procesar bien lo que se está diciendo desde el púlpito. No tengo nada en contra de decir amén. Pero si abusamos del amén se convierte en otra “vana repetición” más, que caracteriza la “palabrería” de los que no conocen a Dios como lo explica Mateo 6:7 “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.”.

Pese a los abusos del amén, acepto de que la expresión tiene y debe sacársele una utilidad se me ocurren tres razones por las que el uso de la palabra en nuestro entorno evangélico es provechoso:

1.- Nos ayuda a interactuar con la prédica

La predicación no es un monólogo. Hay interacción en la predicación. Al decir amén nos convertimos en participantes activos del mensaje. Demuestra que estamos usando la mente, analizando todo lo que el pastor nos va diciendo.

Tristemente se ha perdido el arte de escuchar una predicación en nuestros días. En lugar de seguir la línea de razonamiento del predicador, muchos están simplemente esperando a que levante la voz o que dé alguna ilustración impresionante o qué cuente un chiste o un testimonio antes de decir amén.

Pero allí los predicadores somos culpables también. ¿Acaso no es verdad que tendemos a predicador mensajes así en nuestros días? Nuestro estilo de predicación no fomenta amor por la Palabra sino por el sensacionalismo.

2.- Anima al predicador

Decir amén es una bendición para el pastor también. Cuando ve que el pueblo va asimilando la enseñanza, le entra gozo en el corazón. Al fin y al cabo, no subimos al púlpito con el fin de rellenar un hueco. Predicamos porque creemos que la doctrina importa. Estamos persuadidos de que el bienestar de la iglesia depende de la Palabra expuesta. En consecuencia, cuando vemos cómo los hermanos de la congregación reciben el mensaje, nos da mucha alegría.

3.- Nos ayuda a discernir los espíritus

El uso del amén nos ayuda a “probar los espíritus si son de Dios” (1 Juan 4:1). Hay falsos maestros por todos lados. Cuando viene un predicador desde afuera, hay que asegurarnos de que predica conforme a las Escrituras.


No podemos aceptar la autoridad espiritual de una determinada persona por el mero hecho de haberlo visto en algún poster en las redes sociales. Necesita hablar conforme a las Escrituras.

Por otro lado, y desde una perspectiva mas idiomática, aunque está usado con frecuencia, poca gente sabe el significado de la palabra. La palabra no fue traducida del hebreo AMAN ni el griego AMEN. En el idioma hebreo AMAN es usada como una partícula (nombre genérico que se aplica a las partes invariables de la oración) ambos de afirmación (aserto, declaración solemne) y de asentimiento (aprobación). Por eso usando la palabra afirma (asegura, sostiene) lo
que es dicho y dar aprobación a lo que ha sido oído.

Hay tres clases de uso de la palabra AMÁN o AMÉN en las Escrituras:

1. El uso substitutivo. A veces AMÁN es usada en lugar de un nombre (gramático) como en:  2 Samuel 20:19 donde AMÁN es traducida «fiel». Es igual en Salmo 12:1; 31:23; Daniel 6:4 etc.

2.  El uso afirmativo como en el principio de una verdad tremenda y la palabra AMÉN es traducida «de cierto», ve Mateo 5:18, 26; 6:2, 5, 16, etc.

3.  Luego hay el uso optativo (que pende de opción o la admite; que expresa necesidad o deseo) y es traducida «así sea» como en Deuteronomio 27:15; 1 Reyes 1:36; 1 Crónicas 16:36; Nehemías 5:13; 8:6; Salmo 41:13; 72:19; 89:52 etc.

Conclusión
Con todo, hermanos, los animo a usar el amén de forma sensata y madura. No digan amén porque el pastor haya levantado la voz. Di amén porque está hablando según la bendita, inspirada, infalible, inerrante Palabra de Dios.

Y Ten siempre presente:
Antes de gritar “amén” hay que pensar en que forma está usando la palabra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario