Hemos Aprendido Algo En La Crisis Por Saúl Guevara

 

“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” 1 Tito 4:16

 La idea es poner de relieve una cuestión importante, como los es el cuidado de nosotros mismos. Algunos cristianos por diferentes razones tienen dificultades para aceptar de forma madura y edificante esta exhortación. Pero el texto no deja dudas, todo cristiano y especialmente aquellos que tienen más responsabilidad, deben tener un claro cuidado de ellos mismos.

 Las crisis nos recuerdan que todos somos frágiles y susceptibles a enfermarnos e incluso morir repentinamente. En general los seres humanos hacemos planes para el futuro pensando que tenemos el control de nuestras vidas, pero basta un pequeño virus, un microorganismo que no podemos ni ver, para alterar completamente nuestras rutinas y destruir nuestros planes.

 Dios nos enseña que todos somos iguales y en las enfermedades y crisis no hay diferencia entre personas y afectan a todos por igual. Los seres humanos tratan de marcar diferencias económicas, sociales o culturales, pero el Covid-19 nos recuerda que todos podemos enfermarnos y que todos estamos interconectados y nos necesitamos unos a otros. No importa en qué país vivamos, qué edad tengamos o a qué nos dediquemos, todos somos importantes y necesarios en este mundo.

 Lo que queda demostrado cuando solamente se puede detener la propagación del virus con la colaboración mundial y fraterna de todos.

 Somos enseñados por Genesis 1:27 y nos gusta repetir que: “Todos los seres humanos somos creados a la imagen y semejanza de Dios”.

 La imagen de Dios es la base fundamental para el valor y dignidad de absolutamente todas personas. La Biblia enseña que Dios es el dador de la vida, por lo que desde la concepción hasta la tumba debemos proteger y valorar la vida de todos.

 La vida humana no tiene precio y no importan las consecuencias económicas que una catástrofe como la que enfrentamos traiga, debemos luchar a toda costa por cuidar las vidas de todos. Cualquier llamado a “sacrificar” a unos, como algunos han pretendido en el caso de los ancianos, por el bien de otros es deleznable y contrario a la dignidad dada por Dios a todos los seres humanos.

 No importa si los problemas son pequeños o grandes o si las consecuencias parecen imposibles de soportar, nuestro Dios es la única fuente de verdadera seguridad y podemos confiar en Él. Dios está cercano y es nuestro refugio en medio de las tormentas y las catástrofes que enfrentemos.

 Dios cuida de nosotros como lo menciona el Salmo 121 y podemos corroborarlo a lo largo de toda la Escritura y muchos, sobrevivientes de esta pandemia, lo hemos experimentado en estos meses.

 A los cristianos, “Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, amor y dominio propio” 2 Timoteo 1:7 que nos permite enfrentar las circunstancias confiados y en completa paz (Isaías 26:3).

 El amor al prójimo es la prueba fundamental de nuestra fe. Jesús afirmó claramente en Juan 13:13: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.

 En tiempos de crisis, nuestro genuino amor por los demás es la luz a un mundo oscurecido por los problemas. Este amor es concreto y tiene como ejemplo máximo el amor que Jesús nos demostró al morir por nosotros en la cruz (Juan 13:34).

 Quizá una muestra de ese amor a nosotros mismos puede parecer sencilla, pero es fundamental en estos momentos, como lo es el mantener nuestra “sana distancia” de los demás no necesariamente para cuidarnos a nosotros mismos sino para cuidar a los demás.

 Nuestra perspectiva y misión debe ser el bien común, herencia de nuestra iglesia primitiva, necesitamos hacer lo necesario para proteger el bienestar de todos. Esta crisis mundial por el Covid-19 ha evidenciado la enorme desigualdad social y económica de todos los países, pero que se palpa con más claridad en los países en vías de desarrollo, más ahora, con la adquisición de las vacunas. Tristemente son los pobres los que tendrán el mayor impacto de esta pandemia mundial y todos tenemos la responsabilidad de ayudar a los más necesitados y luchar por reconstruir un mundo en donde haya más justicia y equidad.

 La paz completa y la redención final aún está por venir. Bendecidos en el Señor, los cristianos vivimos con la esperanza de un mundo mejor aún por venir. Esto no quiere decir que en el presente no nos preocupemos por tener un mundo mejor para todos, sino que hacemos lo mejor que podemos en el presente, pero también esperamos la segunda venida de Jesús en donde por fin disfrutaremos de la plenitud de la vida que Dios quiere para todos nosotros.

Paradójicamente ya sea por ignorantes o por descuidados hasta los cristianos bajamos la guardia con el aparecimiento de las vacunas, dando como resultado el aumento mundial de contagios. Debemos entender que la vacuna es un atenuante de la virulencia de la enfermedad, que aun vacunados las medidas de bioseguridad han de mantenerse como es el buen uso de la mascarilla, evitar aglomeraciones, el buen lavado de manos, el cuido y prevención con nuestros adultos mayores, etc.

 Hemos de cuidarnos entre nosotros mismos, no olvidemos que de todo acto daremos cuenta. Como cristianos anunciamos la venida de Cristo, por lo que en las circunstancias a las que nos enfrentamos estos días, los animo a que juntos nos unamos al clamor del apóstol Juan al recibir la promesa de Jesús al final de las Escrituras: “El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” Apocalipsis 22:20.

S.A.G. – 14 – JUN – 2021

 

 

 

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