... Cúrate A Ti Mismo

En esta ocasión, quisiera retomar esas palabras pronunciadas por Jesús y expresar nuevos sentidos a esta locución. La idea es que los médicos, trabajadores de la salud en general, enfermeras, terapistas, odontólogos, psicólogos, los pastores ligados a tareas de sanar e inclusive los que sin tener esos títulos, se atreven a andar aconsejando a cada momento, debemos realmente preocuparnos por curarnos a nosotros mismos. Tenemos que asegurarnos que somos personas sanas si es que queremos brindar salud a los demás.

La historia de este momento de Jesús es mas o menos así: se encontraba Jesús en Nazaret, el pueblo donde vivió su infancia. Allí inaugura su ministerio al leer en la sinagoga un párrafo del profeta Isaías referido al jubileo, luego de lo cual comentó: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros". La gente miró a Jesús con incredulidad; entonces es cuando dijo estas palabras de un conocido refrán de la época: "Médico, cúrate a ti mismo".

Ésta es una parábola muy sencilla, que incluso parte de un refrán muy famoso: “Consejos vendo y para mí no tengo.” Con lo que se entiende por qué no hace milagros en su tierra natal. En primera instancia se puede mirar lo que dice el refrán y analizar por qué los seres humanos actuamos así. La sabiduría popular ha captado muy bien esta actitud nuestra con otros refranes como “en casa del herrero, cuchillo de palo.”

Qué nos pasa ¿por qué somos así? Nos pasamos la vida dando consejos a otros, consejos que nosotros mismos no tomamos. Hablamos de la gente cuando tenemos los mismos defectos. Y lo curioso es que hablamos como si fuéramos perfectos.

El sentido que le da Jesús a esa frase, es para reforzar lo que afirma luego en cuanto a que nadie es profeta en su tierra. Es que sus conciudadanos no daban crédito a que el hijo de un carpintero humilde a quienes todos conocían, fuera el Mesías.

En América (excepto Cuba), la profesión medica recetaria y sus derivados incluyendo las medicinas, se han convertido en verdaderos negocios lucrativos, a costa de ver día a día morir a tantas personas por no tener acceso a la atención medica. Estos sectores elites, se han vuelto poderosos y si no vean al Presidente Obama la batalla que libró para realizar una reforma en salud en los E.U., reforma que aun así no integra a la población total. (En mi país El Salvador, tan solo una ley para control de los medicamentos lleva seis años de discusión en la Asamblea Legislativa) ¿y los cristianos?

Me he preguntado cómo el cristiano involucrado debe de responder a la demanda de brindar salud. Cómo hacer para que nuestra tarea cumpla con el espíritu del jubileo al que Jesús hacía referencia en ese momento y que va a marcar el contenido de su ministerio.

No deja de llamar la atención que el único evangelista que cita este refrán pronunciado por Jesús es precisamente el evangelista Lucas, que era médico. Esto me lleva a hacerme algunas preguntas: ¿Habrá sido Lucas capaz de resolver este dilema de curarse a sí mismo? ¿El haber convivido con personas que estuvieron tan cerca de Jesús y que compartieron esta experiencia con Él, le habrá permitido encontrar la respuesta? ¿El ser escritor de uno de los evangelios y haber visto tantos testimonios, orales y escritos, le habrá posibilitado ser a la postre un médico diferente?

Creo que sí, para el Dr. Lucas, conocer a Jesús no solamente cambió su vida sino también la actitud hacia su profesión. Por ejemplo tomemos el episodio narrado en Lucas 8, en el que Jesús cura a la mujer que toca su manto. Este relato está también narrado en los otros dos evangelios sinópticos, pero hay sutiles diferencias.

Veamos el caso de Mateo, quien pasa por alto mayores detalles médicos. Dice: "Entonces una mujer enferma, que durante doce años había sufrido derrames de sangre, se acercó a Jesús..." (Mateo 9:20). Marcos por su parte, es duramente critico al referirse a los tratamientos médicos por los que había atravesado esta mujer. Luego de describir someramente la enfermedad, dice:"Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía; pero no le había servido de nada, sino que al contrario, iba de mal en peor" (Marcos 5:26).

Lucas, en forma diferente, le da relevancia a la tarea médica, a la enfermedad a la cual describe y refiriéndose a los tratamientos realizados habla de su ineficacia y del dinero y el tiempo invertidos, pero no le asigna mala intención sino impotencia a las posibilidades médicas. Dice: "Y entre ellos había una mujer enferma que durante doce años había sufrido derrames de sangre y había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno la pudiera sanar." (Lucas 8:43).

Me agrada esa forma del Dr. Lucas en cuanto la actitud del terapeuta hacia su profesión y el lugar que ocupa el milagro por la intervención de Dios. Vemos que no es fuerte crítico hacia sus colegas o hacia la profesión médica, sino que pone las cosas en su justo lugar. Reconoce las limitaciones de la medicina, sin que por ello sienta decepción o frustración frente a su tarea.

El Dr. Lucas cita una última opción de curación cuando se apela a la fe del paciente, lo cual aparece en la estructura del relato. Siendo el Dr. Lucas griego de formación universitaria, acepta este milagro sin cuestionamientos científicos, sino explicando lo sucedido con convicción. Vemos a un Doctor en Medicina del evangelio, un médico, certificando cómo una mujer que tocó el manto de Jesús quedó sana al instante cuando la medicina había fracasado vez tras vez durante doce años.

Vi un documental en donde un psiquiatra reflexionaba con estas palabras "Aprendí que sólo el médico que se siente profundamente afectado por sus pacientes puede curar.

Sólo el médico que se ha curado a sí mismo o que está en permanente proceso de curación, puede sanar a otros. No puede hacer por otros, ni en otros, lo que no hizo en sí mismo. Es un médico sano aquél que es humilde, que es solidario con la enfermedad de su paciente porque también él, se siente humano, limitado y enfermo. Todo esto quiere decir que será eficaz en la tarea de sanar, aquel que considere al enfermo como su prójimo, como alguien igual a sí mismo.

Comenzamos preguntándonos cómo "curarnos a nosotros mismos", cómo llevar a cabo una medicina compatible con los principios del Jubileo que enunció Jesús al comenzar su ministerio, para que nuestra tarea sea realmente sanadora (que es precisamente su razón de ser).

Tomamos como modelo a Lucas, a quien Pablo llama en una de sus cartas "el médico amado" (Colosenses 4:14), un médico griego convertido a Cristo y que por su cercanía con Jesús, de quien escribió un evangelio, cambió su vida y la visión a su profesión.

Creo que para nuestros médicos de formación científica, con raíces en el pensamiento griego (hacen el juramento de Hipócrates) y convertidos al evangelio, la respuesta al planteo de curarnos a nosotros mismos se desarrolle en una actitud de confianza que brinda la fe. La salud está más allá de nuestro control, pertenece a Dios.

En cuanto al trato con los pacientes han de tener presente que aun cuando hayan intervenido y realizado el mayor y mejor esfuerzo (y debemos ser responsables en actualizar nuestro conocimiento), en última instancia la salud es un milagro que trasciende nuestra comprensión y debemos ser agradecidos y humildes por ello.

Creo, que los médicos, trabajadores de la salud en general, enfermeras, terapistas, odontólogos, psicólogos, los pastores ligados a tareas de sanar e inclusive los que sin tener esos títulos se atreven, creo que para ser sanos, debemos aceptarnos como médicos heridos, reconocer nuestra humanidad y el compromiso de nuestras emociones en la relación con el paciente. Es necesario despojarnos de toda omnipotencia y aceptar nuestras limitaciones y que esta actitud sea la consecuencia de haber permitido la intervención de Jesús en nuestras vidas. Si actuáramos así, nuestras instituciones publicas y privadas relacionadas a la salud fueran más humanas y efectivas.

Jesús no sólo es Rey de reyes y Señor de señores, sino también Médico de médicos. Él puede curarnos, para que podamos afirmar que a través suyo "nos curamos a nosotros mismos" y así llevar a cabo una tarea de sanidad integral hacia el prójimo (paciente) sufriente que se acerca a buscar nuestro servicio. Entonces estaremos cumpliendo con nuestra misión de sanar.

Lo que Jesús leyó en esa oportunidad, y que se relata en el evangelio de Lucas, es del libro de Isaías 61:1 2: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor."

Amados hermanos todos relacionados al tema, espero que ese día ya haya llegado a vuestros corazones y sino ya es tiempo que tomes en serio la critica... “Medico, cúrate a ti mismo”. Amen.

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