De La Avaricia... El Avaro

La avaricia es el afán excesivo de poseer y de adquirir riquezas para atesorarlas o la Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones.

La avaricia, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento.

"La avaricia (del latín "avarus", "codicioso", "ansiar") es el ansia o deseo desordenado y excesivo por la riqueza. Su especial malicia, ampliamente hablando, consiste en conseguir y mantener dinero, propiedades y demás, con el solo propósito de vivir para eso".

El hombre quiere poseerlo todo para tener la impresión de que posee un valor señorial.

Este problema existe en todas las sociedades y Dios lo planteaba tan aborrecible para El, como lo leemos en Malaquías 1:10: "¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda." Tenían un apasionado interés egoísta. Hacían algo en espera de algo. Ni aun la recompensa futura que tú y yo esperamos es motivo para servir hoy a Dios.

La avaricia es un pecado contra la caridad y la justicia. Es la raíz de muchas otras actitudes: perfidia, fraude, perjurio, endurecimiento del corazón.

Teólogos y científicos han observado la psicología del avaro y han comprendido la perversión moral y psicológica de tal hombre.

El avaro se aparta de los demás, se encierra en sí mismo y se impone una austeridad que va incluso en contra de sus necesidades vitales. Come menos de lo necesario, pierde horas de sueño (para velar su fortuna), vive en la obsesión del robo o del incendio.

Mateo 6:24 dice "Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero"

He oído decir que una persona dominada por la avaricia raramente es consciente de serlo, sin embargo esa ansiedad de tenerlo todo, ese apego fuerte y egoísta a los bienes materiales, lo hace una persona destacable en su forma de ser en el sentido contrario a los valores morales del hombre de bien.

Para el avaro, su fin es juntar, acaparar, es amigo de la conveniencia personal y a pesar de que conviven a nuestro lado, nunca son amigos de alguien por amor.

La avaricia es un deseo enfermizo, de cualquier cosa, no solo de dinero, es el acopio del egoísmo, no sabe de la bondad y generosidad y se niega a ayudar en las necesidades del prójimo.

En efecto el avaro es un ser que no le gusta compartir, es incomunicativo, no conoce la solidaridad, nada de lo que le ocurre a los demás le importa y por tenerlo todo es capaz de asociarse a la soberbia y porque no decirlo llegar hasta el robo por esa excesiva pasión de atesorar todo lo que se imagina.

La avaricia esta delante de nuestro ojos, lo que sucede es que parece que hablamos poco de ella o no la asociamos a las cosas rutinarias de la vida, pero nuestra sociedad esta en medio de ella. En efecto, la avaricia es la mejor aliada de la sociedad consumista, debemos tener el mejor automóvil, el mejor reloj, la mejor y última innecesaria novedad de la tecnología. Lo esencial no es que tengamos más o menos bienes materiales, sino la forma en que los usemos.

Ejemplo de ello son los celulares, muchos andan con lo ultimo en celulares y solo pueden hablar por ellos y al final la avaricia los hace ni hablar, solo que los llamen.

Nuestro noticieros hablan diariamente de los modernos "Avaros", aquellos que a toda costa no piensan más que en enriquecerse, esos que buscan ocupar puesto de privilegios, incluso en el gobierno para tener algo mas y enriquecer sus arcas personales, o aquellos que les gusta en la política controlar todo o los que hacen de la corrupción y el soborno un arte para tener algún bien.

La paradoja es que los avaros en muchas situaciones viven como un pobre para morir como ricos. Dice el Señor en Lucas 14:33: "Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Se dice que el décimo mandamiento proscribe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de lo pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales: Cuando la Ley nos dice: "No codiciarás", nos dice, en otros términos, que apartemos nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece.

Decía Mahatma Gandhi; En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos.

El avaro nunca duerme con los dos ojos cerrados, siempre piensa que mientras duerme le quitaran lo que tiene, esta pendiente en sus sueños de su caja de caudales y cuando despierta lo atrapa el temor de haber perdido su tesoro. Lo triste es que los hombre ricos y avarientos, no guardan para los años de pocos recursos, tampoco lo hacen para dar a sus parientes y amigos cuando estos no tienen.

El avaro además, si presta es usurero. Pero por lo general, el avaro casi nunca presta, por que siempre ve la posibilidad de perder lo que tiene. En cambio el hombre generoso no tiene temor a prestar, porque sabe que si luego no tiene, habrá otro como el del cual recibirá ayuda.

El hombre mísero consigo mismo, por mucho que tenga, nada puede dar. El avaro no puede regalar un calzado al descalzo, porque los suyos ya no resisten otro paso, como ni siquiera puede dar de comer a un niño pobre, ya que no gasta para alimentar los suyos. Sin embargo, lo mas triste del avaro, es que vive pobre toda su vida y cuando muere es rico en fortuna y de nada le sirve.

Escucha esto. Dios desea que le ofrezcas servicio solamente por amor a Él, aunque jamás y nunca recibas una recompensa.

El sufrido Job afirmó: "He aquí, aunque él me matare, en él esperaré" (13.15a). Esto quiere decir que aunque Dios me mate, aunque no haya futuro para mí, aunque me elimine para siempre, yo confiaré en Jehová” Job no era como los avaros que pasan esperando que Dios les de. El avaro dice a Dios: te doy para que me des. Te sirvo para que me bendigas. Te adoro para que me exaltes.

Dios demanda del cristiano, que le entreguen la vida a Él. Te está pidiendo que digas: "Derramo todo a tus pies, oh Dios. Si tú me coronas, me regocijaré, porque tendré una corona para arrojarla a los pies de Jesucristo".

Amados hermanos la clave es “creer como niños, por ello hoy no terminare con Amen, sino que con el siguiente cuento... espero aprendas.

Había una vez un hombre sabio, gran matemático, al que en cierta ocasión un hombre muy rico y muy avaro le pagó un gran tesoro por encontrar la forma de obtener el máximo beneficio en todo lo que hiciera, pues su gran sueño era llenar de oro y joyas una inmensa caja fuerte que había fabricando él mismo.

El matemático estuvo encerrado durante meses en su laboratorio; cuando pensaba que había encontrado la solución, descubría errores en sus cálculos... y vuelta a empezar. Una noche apareció en casa del hombre rico con una gran sonrisa en la cara: "¡lo encontré!", le dijo, "mis cálculos son perfectos". El avaro, que al día siguiente partía para un largo viaje y no tenía tiempo de escucharle, le prometió el doble del oro si se quedaba a cargo de sus bienes poniendo en práctica sus fórmulas. El matemático, entusiasmado por su descubrimiento, aceptó encantado.

Cuando algunos meses después el avaro regresó, encontró que no quedaba nada de sus antiguas posesiones. Furioso, fue a pedir explicaciones al matemático, quien tranquilamente le contó sus planes: había regalado todo a todo el mundo. El hombre rico no podía creerlo, pero entonces el matemático le explicó:
Durante meses estuve analizando cómo puede un hombre conseguir el máximo beneficio, pero siempre estaba limitado, porque un hombre sólo no puede hacer mucho. Entonces comprendí que la clave era que fueran muchos los que ayudaran a conseguirlo, y así fue como resultó que ayudar a todos era la mejor forma de que cada vez más gente contribuyera a conseguir nuestro propio beneficio.

Desengañado y furioso, el avaro se marchó desesperado tras haber perdido todo por culpa de un loco. Pero mientras caminaba cabizbajo y pensativo, varios vecinos corrieron a preocuparse por él. Todos habían sido beneficiados cuando el matemático repartió sus bienes, y se sentían tan honrados de poder ofrecer su casa y todo lo suyo a alguien tan especial, que hasta discutían por poder ayudarle. Durante los días siguientes, el avaro estuvo comprobando los efectos de lo que había planeado el matemático: allá donde iba era recibido con grandes honores, y todos se mostraban dispuestos a ayudarle en cuanto estuviera en su mano. Y comprendió que su no tener nada le había dado mucho más.

De esta forma, rápidamente pudo volver a crear florecientes negocios, pero desde entonces, siguiendo el consejo de su brillante matemático, ya no volvió a acumular sus riquezas en una caja fuerte ni nada parecido. En su lugar, las repartía entre cientos de amigos, cuyos corazones se convertían en la más segura, agradecida y rebosante de las cajas fuertes.

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