Sentimientos De Esta Época... Jesús Lloró (Juan 11:35)


Existe una diferencia entre emociones y sentimientos, es nuestro deber el valorarlos como parte de nuestra persona creada por Dios, aprender a controlarlos y expresarlos; y conocer los sentimientos que el Señor desea desarrollar en los cristianos.Todos los seres vivos tienen emociones y estamos en una época del año en donde muchos de ellos afloran. El ser humano ha sido creado con emociones y también con sentimientos. Jesús, como humano, tuvo emociones y sentimientos: lloró en la tumba de su amigo Lázaro; se alegró al compartir con sus discípulos; se enojó con los mercaderes del templo y con la torpeza de Pedro.

No somos sólo racionalidad, también tenemos sentimientos. Una persona sin sentimientos es alguien que no procede con misericordia, que es malvado, daña a personas y a animales. Quienes valoran más la razón que los sentimientos, llaman sentimentales e ingenuos a los que dejan fluir sus emociones y los que prefieren el sentir a la razón, llaman fríos a los que dan más relevancia a las razones. Ambos poseen razón, emociones y sentimientos. Los llamados fríos, no es que no tengan emociones, sino que no las dejan fluir, las controlan. Los llamados emocionales también pueden ser razonables.

En la vida de fe, en especial en el culto, hay distintas maneras de vivir estos fenómenos como también diferentes grados de emocionalismo. Una es la fe con expresión de la emoción y los sentimientos; otra es aquella con un mayor control de las emociones. Pero siempre habrá sentimientos. Ambas maneras tienen plena validez. Veamos algunas definiciones para aclarar mejor este punto tan importante en la vida humana y cristiana. Las emociones son agitaciones del ánimo producidas por ideas, recuerdos, apetitos, deseos, sentimientos o pasiones; son estados afectivos de mayor o menor intensidad y de corta duración. Una emoción se puede definir también como una conmoción afectiva de carácter intenso o agitación del ánimo acompañada de fuerte conmoción somática.

Los sentimientos son tendencias o impulsos, estados anímicos orgánicos. Un sentimiento es un estado afectivo de baja intensidad y larga duración. Son también estados de ánimo. Vienen de los sentidos. Una pasión es un estado afectivo muy intenso y de larga duración. En cambio el schock emocional es un estado afectivo intenso de muy corta duración. El sentimentalismo es el carácter o cualidad del que muestra demasiada sensiblería, es decir sensibilidad exagerada. La sensibilidad es aquella capacidad propia de los seres vivos de percibir sensaciones y de responder a muy pequeñas excitaciones, estímulos o causas; es la capacidad de responder a estímulos externos.

Por otro lado las emociones ejercen una influencia enorme en nuestro modo de pensar y actuar, a tal grado que llegan a convertirse en motor de nuestra conducta. A veces nos abruman las emociones. Es parte del proceso de madurar aprender a refrenar las emociones. Hoy hasta se habla de una "inteligencia emocional". Las Escrituras dan un gran valor al autodominio, autocontrol, dominio propio o templanza. Son emociones muy fuertes en nosotros las siguientes: Duelo, Depresión, Confusión, Decepción, Indignación, Irritabilidad, Hostilidad, Cólera, Miedo, Pánico, Melancolía, Decepción, Nerviosismo, Consternación, Terror, Fobia, Pesimismo, Satisfacción, Euforia, Éxtasis, Placer, Gratificación, Felicidad, Rabia, Furia, Resentimiento, Desesperación, Temor, Aprehensión, Ansiedad

Pero ahora nos referiremos a aquellos sentimientos positivos que Dios desea desarrollar y afianzar en nosotros como Su pueblo. La Biblia aconseja ciertos sentimientos en el cristiano, animados por la fe en Jesús y el amor que ha sido derramado en nuestro espíritu. Estos son sentimientos positivos que ayudan al crecimiento personal y de la Iglesia. Los hombres que no tienen buenos sentimientos de amor, misericordia, dulzura, hacia sus prójimos cosecharán daño para sí mismos. Es lo que Job nos señala en Job 24:20: "Los olvidará el seno materno; de ellos sentirán los gusanos dulzura; Nunca más habrá de ellos memoria, Y como un árbol los impíos serán quebrantados." . La vergüenza es una emoción y un sentimiento que se tiene cuando uno se percata de que ha actuado mal ante Dios y ante los hombres. También nos ocurre al darnos cuenta de una debilidad nuestra.

En el Nuevo Testamento, Pablo espera que todos los cristianos sintamos de una misma forma, con respecto a Dios, nosotros mismos, la vida y el prójimo: "Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 15:5,6). La unanimidad en el sentir es deseable para el progreso de la obra de Dios: "Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor" (Filipenses 4:2). El regocijo, la alegría en el servicio, debe ser un signo de nuestro caminar como iglesia (Filipenses 4:4). Pedro también recalca la importancia de tener todos un mismo sentimiento, caracterizado por la compasión, el afecto fraternal, la misericordia, la amistad, la mutua bendición y la convivencia pacífica: "Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables" 1 Pedro 3:8..11.

Hay una diferencia entre emociones y sentimientos. Como humanos tenemos ambos. El Señor desea que aprendamos a controlar nuestras emociones, pero que a la vez desarrollemos sentimientos positivos de amor y unidad. En ese sentido de amor y unidad, aprovechando la época de fin de año, es que quiero compartir este delicado cuento titulado “La Asamblea de Regalos de Fin de Año”: Aquel año la asamblea estaba llena. A ella habían acudido todos los jugueteros del mundo y muchos que no eran jugueteros pero que últimamente solían asistir y los que no podían faltar nunca, los repartidores: Santa Claus y los Tres Reyes Magos. Como todos los años, las discusiones tratarían sobre qué tipo de juguetes eran más educativos o divertidos y sobre el tamaño de los juguetes. Sí, sí, sobre el tamaño discutían siempre, porque los Reyes y Papá Noel se quejaban de que cada año hacían juguetes más grandes y les daba muchos problemas transportar todo aquello...Pero algo ocurrió... se coló un niño. 

Nunca jamás había habido ningún niño durante aquellas reuniones y para cuando se dieron cuenta, un niño estaba sentado justo al lado de los reyes magos, sin que nadie fuera capaz de decir cuánto tiempo llevaba allí. Y mientras Santa Claus discutía con un importante juguetero sobre el tamaño de una muñeca muy de moda y éste le gritaba acaloradamente "¡gordinflón, si estuvieras más delgado más cosas te cabrían en el trineo!", el niño se puso en pie y dijo:
- Está bien, no discutáis. Yo entregaré todo lo que no puedan llevar ni los Reyes ni papá Noel. Los asistentes rieron a carcajadas durante un buen rato sin hacerle ningún caso. Mientras reían, el niño se levantó, dejó escapar una lagrimita y se fue de allí cabizbajo. Aquel fin de año fue como casi todos, pero algo más frío. En la calle todo el mundo continuaba con sus vidas y no se oía hablar de todas las historias y cosas preciosas que ocurren en fin de año. Y cuando los niños recibieron sus regalos, apenas les hizo ilusión y parecía que ya a nadie le importase aquella fiesta.

En la conferencia de regalos del año siguiente, todos estaban preocupados ante la creciente falta de ilusión con se afrontaba aquella época. Nuevamente comenzaron las discusiones de siempre, hasta que de pronto apareció por la puerta el niño de quien tanto se habían reído el año anterior, triste y cabizbajo. Esta vez iba acompañado de su padre. Al verlo, los tres Reyes dieron un brinco: José... y corriendo fueron a abrazarlo. Luego, el hombre se acercó al estrado, tomó la palabra y dijo:
- Todos los años, mi hijo celebraba su cumpleaños con una gran fiesta, la mayor del mundo y lo llenaba todo con sus mejores regalos para grandes y pequeños. Ahora dice que no quiere celebrarlo, que a ninguno de ustedes en realidad le gusta su fiesta, que sólo quieren otras cosas... ¿se puede saber qué le han hecho?. La mayoría de los presentes empezaron a darse cuenta de la que habían liado. Entonces, un anciano juguetero, uno que nunca había hablado en aquellas reuniones, se acercó al niño, se puso de rodillas y dijo:
- Perdón, mi Dios; yo no quiero ningún otro regalo que no sean los tuyos. Aunque no lo sabía, tú siempre habías estado entregando aquello que no pueden regalar ni los Reyes, ni Santa Claus, ni nadie más: el amor, la paz, y la alegría. Y el año pasado los eché tanto de menos... perdóname.
Uno tras otro, todos fueron pidiendo perdón al niño, reconociendo que eran suyos los mejores regalos, esos que colman el corazón de las personas de buenos sentimientos y hacen que cada fin de año el mundo sea un poquito mejor...


Ahora respóndete sin emociones, sino con tus sentimientos: 
¿No habrás dejado a Dios de lado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario