Con amor y cariño a los que se van.
La Biblia, de Génesis a Apocalipsis, cuenta la
historia de los migrantes de Dios. Comenzando con el mandato de migración
en Génesis 1:28 (“llenad la tierra”) y terminando con la congregación de
los redimidos de toda nación, pueblo, lengua y tribu en la Ciudad de Dios, se
encuentra en sus páginas la crónica de una nueva vida anunciada.
El mensaje de la Biblia lo constituye la nueva
vida y no hay nadie que entienda mejor el concepto que los que buscan un nuevo
hogar. La misión de Dios para la humanidad, anticipando su caída en pecado y
proveyendo a su Hijo para la redención, siempre implicaba el movimiento de la
humanidad a todo el mundo. En Génesis vemos la expulsión del Edén, el
exilio de Caín, el refugio de Noé, el peregrinaje de Abraham, el tráfico humano
que arrastró a José a Egipto, el éxodo, la conquista, y el establecimiento de
Israel como nación. Sigue el cautiverio babilonio, la restauración en
Judea y Galilea, la diáspora de Israel a todas las naciones y todo eso tan
solamente en el Antiguo Testamento.
El Nuevo Testamento presenta al Inmigrante
Máximo que se traslada de la diestra de Dios en el Cielo para cumplir con la
misión de redimirnos en la cruz. En sus últimas instrucciones a sus
seguidores, les envió a todas las naciones en la Gran Comisión (Mateo 28:19).
Continua el libro de Los Hechos con sus relatos del movimiento cristiano
que primero se llamaba “El Camino” (Hechos 9:2) en honor a su líder “el camino,
la verdad, y la vida.” El resto del Nuevo Testamento presenta reportes
del camino que orienta a los que viajan con Dios hacia el Reino de los Cielos.
La mudanza y la migración no representan una
consecuencia improvista en el plan de Dios. Aunque existen períodos de
asentamiento en la historia de todos los pueblos, tarde o temprano, toda
familia de la tierra tendrá sus episodios de desplazamiento y desarraigo.
No se puede evitar y no se debe resentir. Con el movimiento, las
familias avanzan paso por paso a la vida nueva que les espera.
Los inmigrantes deben saber que tienen un lugar
especial en el corazón de Dios. La lectura de la Biblia a través de la óptica
de la migración revela que Dios mantiene un plan amoroso para ellos.
Todo el tiempo los inmigrantes han sido
considerados como invasores, pero las leyes de los distintos países, con
el tiempo, legalizaron y dieron facilidades a los inmigrantes. Por ellos,
en casi todos los países tenemos a inmigrantes legales e ilegales
Las migraciones son un hecho constante en las
raíces de nuestra historia humana. Las migraciones no borran la memoria de la
identidad del inmigrante. Esta siempre está presente y es reiteradamente
releída como ingrediente de fortalecimiento y de sentido de pertenencia, frente
a los nuevos retos de vida.
Las naciones y sus pueblos necesitan conocer la
historia de sus orígenes. En este sentido el recuerdo de las raíces y la
afirmación de ellas, da vitalidad a pueblos y personas que viven en la tierra
que no habitaron sus antepasados. El desarraigo es una experiencia inevitable
en todas las migraciones, no sólo en las forzadas militarmente, sino también en
las voluntarias.
El tema de la Migración, es un asunto
candente en nuestros días, es importante hacer algunas puntuaciones a la luz de
los textos bíblicos.
Es necesario recalcar que todo el mundo tiene
derecho a emigrar e inmigrar, si se desea, para mejorar las condiciones de vida
o para huir de situaciones de muerte.
El inmigrante no debe ser maltratado ni
discriminado, pero tampoco debe este imponerse en el país donde inmigra, debe
someterse a las leyes de ese país. Es cierto que no deben ser maltratados, al
contrario, debe ser acogido como huésped, pues todos, en alguna medida hemos
sido migrantes.
Así como los desplazamientos militares son
despreciables y marcan el dolor a través de varias generaciones, así también es
despreciable llegar a otras tierras y dominar y discriminar a los nativos. Los
extranjeros, deberían ingresar con humildad y entrelazar sus sueños con los
habitantes del lugar y recordar que ellos son extranjeros siempre.
La existencia explícita de leyes que protejan a
los inmigrantes es indispensable para el desarrollo de las sanas relaciones
interhumanas.
El inmigrante tiene
derecho a guardar los recuerdos de su identidad, a alimentarse de sus propias
raíces. Esto se facilita si se une a los demás inmigrantes de su cultura,
formando “colonias patrias” y si mantiene algún contacto con su propia lengua,
sin complejo de inferioridad, es indispensable. Todo ello le da al inmigrante
sentido de pertenencia y le ayuda a enraizarse, el tiempo que quiera, en el
lugar que desee, siempre y cuando cumpla las leyes de ese país.
El Dios de la Biblia explícitamente se coloca
como aquel que defiende al forastero pobre, al inmigrante que no tiene quien le
defienda, pero estos en humildad deben someterse a la nación donde ellos
llegan.
La tierra prometida requiere de gente comprometida:
Génesis 12:1..2 “1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré
de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”.
Por lo general se hace énfasis en el versículo
2, pero no tanto en las condiciones establecidas en el versículo 1. A la tierra
prometida la alcanza la gente comprometida y la gente comprometida tiene, como
rasgo distintivo, ser desprendida. Esto aplica al tiempo, a las
relaciones, a los recursos, a las energías y a todo lo que se necesita entregar
a cambio de lo que se quiere alcanzar.
Aquí vemos tres instrucciones precisas que Dios
le da Abraham para poder ingresar a la tierra prometida:
1. Vete
de tu tierra: para
ir a una nueva tierra se debe dejar la actual.
·
Lugar
de residencia: país, ciudad, barrio.
·
Entorno:
otra cultura, personas distintas a tí.
·
Lo
conocido: introducirme en nuevos ámbitos.
2. De tu
parentela: la
tierra prometida es para ti y no necesariamente para los demás.
·
Familia:
estar dispuesto a marchar y también a dejar marchar a los demás.
·
Amigos:
establecer nuevas relaciones de acuerdo al proyecto a concretar.
·
Círculos:
desarrollarme en nuevos ámbitos.
3. De la
casa de tu padre: para
crear tu propia casa, debes dejar la paterna.
·
Mandatos:
cambiar de profesión más allá de la trayectoria familiar.
·
Modelos:
el que sirvió para esta tierra puede no ser el apropiado para la nueva.
·
Tradiciones:
que son de tropiezo para desarrollarme en la actualidad.
En este día Dios te recuerda que hay una tierra
prometida para ti y que si te comprometes a poseerla la alcanzarás y serás
bendecido y de bendición.
Dios no contempla darnos una vida fácil y
cómoda por este lado del Cielo. Nuestra ciudadanía real nos espera en el mundo venidero
y viviendo como extranjeros y peregrinos de Dios, no hay hogar terrenal que nos
pueda satisfacer. Como Abraham, esperamos “con confianza una ciudad de
cimientos eternos, una ciudad diseñada y construida por Dios.”
Oro para que puedas ser una persona
comprometida con la tierra prometida y recibas toda la bendición de Dios.
Benditos Sean
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