Por Amor A La Mujer NO CALLARE

En el mes de Julio del año 2012, Dios nos puso a publicar dos artículos sobre la violencia familiar en la mujer, desde ese entonces, hemos atendido una buena cantidad de consultas de diferentes mujeres en diferentes naciones; pero también hemos recibido críticas a veces hasta condenatorias de autoridades eclesiásticas de ciertas iglesias cristianas, pero queremos dejar claro, que Por Amor A La Mujer NO CALLARE.

¿Cómo se define la violencia contra la mujer?: La expresión violencia contra la mujer, se refiere a todo acto de violencia basado en el género, que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública, eclesiástica o en la privada.

Todo tipo de violencia vejatoria contra un ser humano, es pecado y pecado no hay grande ni pequeño, pecado es pecado.    El pecado es un estado de servidumbre que tiraniza y distorsiona la vida humana. Es un alejamiento de Dios que conduce a actos pecaminosos de control, vejación y violencia contra el prójimo. Tales actos se justifican a menudo partiendo del supuesto de que unos están llamados a dominar a otros. Por ejemplo, el versículo de Génesis 3:16 “...tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti”, a menudo se utiliza para justificar el control del hombre sobre la mujer. Sin embargo, este pasaje describe el resultado del pecado entrando en el mundo, y de una humanidad caída, más que una indicación de las intenciones de Dios. Esta es una caída en el pecado de la cual Jesucristo ya nos ha redimido

Lo que todavía no se ha divulgado suficientemente desde los púlpitos y los instrumentos educativos de la iglesia es la denuncia abierta de la violencia contra la mujer y la confesión de la iglesia de su incapacidad de contenerla, ya sea por su apatía o alguna de sus prácticas.

Muy a menudo, la iglesia ha abordado la violencia contra la mujer, minimizándola, ocultándola o considerándola un problema ajeno. Por lo tanto, la iglesia debe analizar si ha predicado el Evangelio durante siglos de modo que ha contribuido a la predisposición de los hombres hacia la violencia, a la impotencia de mujeres y niñas y a la tolerancia social de la violencia familiar.

Lo más importante es confesar que también hay violencia dentro de la iglesia, debido a algunas políticas y prácticas que impiden el acceso de la mujer al liderazgo. También existe la realidad del abuso de las autoridades clericales, falta de ética sexual y la falta de voluntad para encarar estas cuestiones con sensibilidad y equidad.

Tenemos que entender por lo menos en forma general estas violencias:
a. La agresión física: Todo daño ocasionado de cualquier manera que deje una marca o magulladura física: golpear con la mano o con objetos; quemar con cigarrillos; patear, esterilización y abortos forzados; mutilación genital, daño a la propiedad, etc.
b. La vejación sexual: Cualquier acción en la que se utiliza a una persona, sin su consentimiento, para satisfacción sexual de otra. Puede tratarse de una subordinada. Puede tratarse de contacto físico como en el caso de la violación, el incesto, la inmoralidad y el acoso sexual de colegas y subordinados mediante contactos, besos, demostraciones de cariño, caricias, penetración vaginal, anal y oral, o cualquier otra actividad que denigra a mujeres y niños para estímulo sexual del autor. También puede darse sin contacto físico mediante miradas sugestivas; comentarios obscenos o licenciosos; obligando a la mujer a mirar pornografía o a ser objeto de ella; exhibiendo los genitales; haciendo llamadas telefónicas obscenas y anónimas, o acosando y persiguiendo, etc.
c. Vejación emocional o psicológica: El ser humano necesita relacionarse por una cuestión de identidad, pertenencia y vida significativa. Esta necesidad de reciprocidad y responsabilidad compartida le lleva a buscar relaciones, mantenerlas e invertir en ellas. Pero si la mujer es considerada un objeto o es manipulada en situación de impotencia, esta necesidad se convierte en abuso y explotación. A continuación, se enumeran algunas formas de esa clase de abusos: 


  • Excluir: Hacer como si las mujeres no existieran, lo que por lo general se expresa mediante el lenguaje corporal; por ejemplo, en la reunión de un comité, se hace caso omiso de las sugerencias y las propuestas de las mujeres.
  • Rechazar: Manifestar el deseo de que la mujer no exista; por ejemplo: “Quisiera que no fueras mi esposa (compañera)”.
  • Aislar: Impedir que alguien apoye a las víctimas o que se tenga contacto con ellas. En algunos casos, después del casamiento, se aleja a la joven mujer del apoyo de su familia para que viva con su familia política que no la ayuda, le niega información sobre su familia y la mantiene encerrada o confinada.
  • Criticar: Sermonear, acosar, insultar, ridiculizar, acusar y denigrar a la mujer cuando está sola o frente a los demás.
  • Amenazar: Con herir o abandonar a la mujer o con lastimar a algunos de sus seres queridos (hijos u otros familiares y aún animales domésticos).
  • Corromper: Utilizar a la mujer para que haga algo ilegal; por ejemplo, prostituirse o traficar y vender drogas, evadir responsabilidades legales como el pago de impuestos.

Poder y control: Cuando la relación entre un hombre y una mujer se basa en la reciprocidad, el respeto, el compartir y el amor, puede ser muy provechosa para ambos. Pero no siempre es así. Algunos hombres, han sido condicionados para controlar, tienden a recurrir a la intimidación, el aislamiento y el abuso emocional. Si no hay intervención desde el principio este proceso puede tornarse en maltrato físico. Solo el abuso verbal puede ser muy dañino. Crea pérdida de autoestima y dudas acerca de la propia capacidad de hacer frente a la situación. La crítica continua desmoraliza y crea una dependencia artificial del victimario. En el mundo actual este abuso es muy frecuente en las parejas en donde la muer es una profesional y el hombre no.

Sexualidad y matrimonio: Se considera al matrimonio una institución ordenada por Dios. Esta opinión es real si ambos cónyuges lo consideran así. Pero muchos hombres todavía defienden la supremacía masculina y el patriarcado en lugar de la reciprocidad. En la mayoría de los casos, los votos de matrimonio y los sermones de la ceremonia se traducen en características que sientan las bases de una relación desigual. Considerar que el cuerpo de la mujer es para goce del hombre y que el deber primordial de la mujer es procrear, nutrir a la familia, ocuparse de la planificación familiar, supone una pesada carga para la mujer. El tabú de que no hay que hablar de sexo en público, el analfabetismo de la mujer y la falta de conocimiento de su propio cuerpo, se suman a estos problemas. Además, las consecuencias morales poco claras respecto al embarazo no deseado, el aborto, el infanticidio femenino y los métodos de planificación familiar someten a la mujer a sentimientos de culpa, vergüenza, desaprobación social y severo castigo. En algunas culturas, si la mujer está divorciada se la priva de sus hijos.

La iglesia a menudo permanece en silencio en las culturas que apoyan la poligamia. A veces se excluye de la familia a las mujeres que no pueden concebir. Hay una creciente necesidad de comprender diferentes orientaciones de vida. La iglesia tiende a esquivar las discusiones abiertas o evita tomar decisiones sobre estos temas que podrían ser causa de división. Especialmente, cuando el VIH/SIDA continúa causando estragos en países y comunidades. La iglesia a menudo ha sido reacia a cuestionar tales prácticas culturales dañinas o a ofrecer consejo ético

Conceptos teológicos que afectan a las víctimas de la violencia: Las mujeres violadas y los niños y niñas víctimas de vejaciones sexuales tienen problemas con el concepto de Dios omnipotente, omnipresente y omnisciente. Se sienten culpables porque Dios ha visto todo. Se sienten enfadados porque Dios todopoderoso no acudió en su ayuda. Entonces, le echan la culpa a Dios o se sienten traicionados. Algunos aspectos de la teología tradicional tienden a condicionar a la mujer a una vida de sufrimiento, sacrificio y servidumbre. Ello ha dado lugar a que el sufrimiento se considere bendición de Dios para edificación personal y expiación de los pecados de los demás.

La interpretación errónea del hecho de que Dios enviara a su hijo unigénito a sufrir, se ha utilizado a veces para justificar y permitir un sufrimiento injusto. Una teología semejante ha acallado a las víctimas, obligándolas a soportar el dolor. El sufrimiento en la cruz debe interpretarse como una expresión del amor de Dios para vencer al mal.

El auto sacrificio voluntario de Jesús fue para reconciliación eterna, haciendo innecesario que alguien más tuviese que sufrir injusticia. Las mujeres abusadas ¡Pueden identificarse con el Cristo victorioso! Las alienta a salir del círculo vicioso de la violencia, el temor, modelos y hábitos relacionados con su papel de víctimas.

Según Pablo, Cristo liberó a los seres humanos para que fuesen libres, no para que sufriesen: Gálatas 5:1 “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”

Dios se identificó a sí mismo con Jesucristo, como víctima y sacrificio y por lo tanto está de lado de las víctimas y de quienes sufren opresión. La cruz debe proyectarse no como un llamado al sufrimiento sino como un compromiso con la Pascua de un nuevo comienzo generador de vida, una Pascua de dignidad y fortaleza, una afirmación de vida y un legado de unión y comunidad.

Y por ello les guste a algunos y a otros no… Por Amor A La Mujer NO CALLARE

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