En La Vida Y En El Trabajo, Échale Leña Al Fuego

Levítico 6.12..13 “Mientras tanto, el fuego se mantendrá encendido sobre el altar; no deberá apagarse. Cada mañana el sacerdote pondrá más leña sobre el altar, y encima de éste colocará el holocausto para quemar en él la grasa del sacrificio de comunión.  El fuego sobre el altar no deberá apagarse nunca; siempre deberá estar encendido.” NVI

Es muy difícil separar totalmente la vida profesional de la vida personal. No es común el que ocurra que una persona que sea un líder en su trabajo, en cambio se comporte de manera conformista y sin mayor empuje en su vida privada.

El líder suele actuar con el mismo nivel de auto exigencia, de búsqueda de la excelencia y de comportamiento ético en todos sus ámbitos de actuación: profesional, familiar, personal, conyugal, etc. Los mismos principios de actuación que aplica en el trabajo tales como: honestidad, dedicación, innovación, decisión, preocupación por las personas, comprensión, etc., aplicará en su vida ordinaria.

El líder debe ser una persona congruente, calificado y capacitado en mantenerse fiel a sus principios y de no renunciar a ellos en pro de la consecución de sus objetivos. El líder tiene que ser capaz de defender sus principios, aunque esto le pueda suponer problemas o contratiempos profesionales. La vida, pasión y muerte de Jesús, nos enseña muchísimo sobre la fidelidad a nuestros principios.

El liderazgo, el ser capaz de defender apasionadamente unos ideales, exige una gran solidez en las propias convicciones, que sólo es posible cuando éstas se asientan en principios inquebrantables. Es fundamental que el líder mantenga una vida equilibrada, dedicando tiempo no sólo a su vida profesional, sino también a su vida personal y familiar.

El liderazgo implica un nivel de responsabilidad y de presión, requiere de visión, esperanza, fe, y optimismo. Demanda de mucha persistencia y dedicación, exige capacidad y habilidad para persuadir, animar, motivar, etc., que tan sólo una persona con una vida muy balanceada será capaz de dar lo mejor de sí misma y estar a la altura a de las circunstancias.

Para que una persona pueda desarrollarse en todos sus ámbitos y no dejar que al final termine apagándose es fundamental aprovechar el tiempo al máximo. Hay que sacarle tiempo al tiempo; el tiempo es un bien escaso que hay que saber optimizar.

El tiempo pasa rápido y cada día cuenta: un día que no se aproveche es un día perdido.
El líder no se puede permitir el lujo de perder el tiempo.

Vivir intensamente, aprovechando el tiempo al máximo, no implica vivir aceleradamente; el liderazgo hay que ejercerlo a lo largo de toda la vida, es una carrera a largo plazo, por lo que exige dosificar las fuerzas y no quemarse o frustrarse en un esfuerzo alocado.

El vivir intensamente permite atender todas las facetas humanas: personal, familiar, social y profesional, no dejando ninguna de ellas desatendida.

Aprovechar el tiempo exige planificación:
El líder tiene muchos asuntos que atender y sólo una buena organización le va a permitir poder desenvolverse y dedicar el tiempo a lo realmente importante y no perderlo con temas menores. Si no lo hace así, el día a día le terminará absorbiendo, impidiéndole ocuparse de aspectos más estratégicos, perdiendo poco a poco la perspectiva del largo plazo.


El líder tiene que saber priorizar: distinguir qué es lo realmente importante, aquello que demanda su atención y qué no lo es.

El líder tiene que saber delegar: es imposible abarcarlo todo. El líder se centrará en lo esencial y delegará en su equipo otras obligaciones.

Resulta muy útil fijar al comienzo de la semana o antes, la agenda de los próximos días, señalar aquellas actuaciones que uno debe realizar, fijar los objetivos que se quieren conseguir en los días venideros. Esta es una de las mejores formas de evitar que los proyectos se vayan posponiendo y nunca se terminen de abordar.

Por ejemplo: si el líder busca mejorar su conocimiento bíblico, se puede fijar como meta diaria apartar veinte a treinta minutos y si puede más, fijando en su agenda la hora, obligación que respetará escrupulosamente ante otras actividades. Si quiere mejorar la comunicación con su equipo, fijará, por ejemplo, una reunión semanal a tal día y a tal hora, que será de obligatorio cumplimiento.

Al final de la semana evaluará en qué medida ha cumplido los objetivos y en qué medida estos le permiten avanzar hacia sus objetivos. Aquellas metas semanales que no hubiera cumplido tratará de hacerlo en la semana siguiente, realizando un esfuerzo adicional con vista a mantener el calendario previsto.

En la planificación hay que buscar tiempo para la lectura, para el deporte, para el ocio y muy especialmente, para la familia. De hecho, el líder debe auto limitarse el tiempo que dedica al trabajo. 

Muchos líderes presumen de estar todo el día en la oficina. Probablemente estén perdiendo el tiempo, además de estar desatendiendo a su familia, a sus amigos y a sus propias inquietudes personales.

En la porción de la Escritura para este estudio, Levíticos 6:12..13, la sabiduría de Dios nos brinda un principio para aplicar a todas las áreas de la vida, que nos ayudara a vivir de forma plena en todo. 

Hoy hay muchas personas que, ejerciendo el liderazgo, un tropiezo ha causado que caigan en depresión, iniciándose así, lo que podría ser el inicio del apagarse de una estrella y también hay muchas más que ya están totalmente apagadas. Ya no hay brillo en su mirada, no hay expectativas sobre su futuro y sobre todo, se perdió toda esperanza.

Lo curioso es que, en la mayoría de los casos, estas personas no estaban así, es decir, se apagaron con el tiempo a pesar de haber estado encendidas en otro momento.

La Escritura hoy nos da tres indicaciones para una vida plena, sea que estés iniciando una nueva etapa o necesites retomar cosas en tu vida.

1:  echar leña. Si quieres que el fuego no se apague debes colocar leños a cada área de tu vida.
* En lo espiritual: congrégate regularmente y ejerce tus dones.

2: cada mañana. Esto significa prioritaria y permanentemente, es decir, siempre y sobre todas tus cosas.
* En tu matrimonio: cultiva el amor continuamente como lo primordial en tu relación.

3: acomoda el holocausto. Revisa permanentemente que tus prioridades no se desacomoden, en otras palabras, que no consuman la importancia las cosas triviales y pequeñas, son esas “pequeñas zorras” las que te pueden llevar a perder el orden prioritario de tu vida.
* En tu vida: primero Dios, segundo la familia, tercero tu vocación.

Por último, entiende que esta tarea la tienes que hacer tu y no otro, es decir, tu como sacerdote de tu vida, de tu familia, de tu trabajo, etc. No sigas esperando que otros lo hagan. 

Ya es tiempo que obedezcamos a Dios echando leña al fuego en cada área de nuestra vida para poder vivir de forma encendida y para encender a los que nos rodean.

Espero que ahora pienses y busques los leños necesarios para que eches más leña al fuego y avives esa llama que Dios puso en ti.

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