Lo Que No Se Dice De La Cigarra Y La Hormiga

Marcos 9:40 “Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es”

Deseo compartir un fragmento de lo que escribió La Fontaine: 
"Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano. 
Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación. 
- Te pagaré la deuda con sus intereses; - le dijo - antes de la cosecha, te doy mi palabra. 
Mas la hormiga no es nada generosa, y este es su menor defecto. Y le preguntó a la cigarra: 
- ¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello? 
- Cantaba noche y día libremente - respondió la despreocupada cigarra. 
- ¿Con que cantabas? ¡Me gusta tu frescura! Pues entonces ponte ahora a bailar, amiga mía” 
Moraleja: No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez. 

Esta fábula estaba siendo usada para una enseñanza por un Pastor en su iglesia y a los fieles les decía:
- Hijos míos: He aquí dos conductas opuestas, la de la cigarra y la de la hormiga. ¿A cuál debéis imitar?

Iba a proseguir, pero le interrumpió una risita burlona que escucho encima de él.

Busco con la vista y vio que el que se reía era un mirlo que estaba posado en la rama de un olivo. Acostumbrado a las fabulas, no le extraño que el mirlo hablara. El mirlo le dijo con cortesía:

 - Perdóneme que le haya interrumpido. Comprendí que iba usted a proponer a esos pobres niños que imitasen a la hormiga, y he querido evitar que cometa usted la crueldad de envenenar y endurecer tan pronto esas almas infantiles.

El Pastor protesto indignado:

- Señor mirlo, no olvide usted que el autor de esta fábula, el señor La Fontaine, esta considerado como un clásico.

El mirlo respondió: - El señor La Fontaine no conto más que la mitad de la fábula. ¿Sabe usted lo que paso luego? Pues luego, poco a poco, al encontrarse sin comida, la cigarra se fue debilitando. Su canto era cada vez más débil, más triste, más suave. Al fin, una noche dejo de cantar... ¿Y la hormiga? ¡Ah! La hormiga estaba allá abajo, en su agujero templado y bien provisto, comiendo su trigo, su alpiste y su maíz. Hasta su agujero llegaba desde fuera el canto de la cigarra, pero este fue debilitándose hasta enmudecer.

Entonces la hormiga sintió un vago desasosiego, un vacío extraño. Hasta entonces no comprendió que se le había hecho necesario para la vida aquel dulce rumor de la cigarra cantora. La echaba de menos. Andaba triste de un lado para otro; perdió el apetito, junto a sus graneros atestados; encontró su agujero frio y húmedo. Comprendió poco a poco lo que le ocurría: la infeliz se había vuelto neurasténica.

¡Que no hubiera dado entonces por poder resucitar con un granito de trigo a la cigarra! 

Pero era tarde; en un rincón triste y oscuro de su hormiguero, sumido en un silencio mortal desde que enmudeció la cigarra, la hormiga fue languideciendo poco a poco hasta morir...

Esto es lo que olvido el señor La Fontaine... 

…se puede morir de hambre de trigo, pero también se puede morir de hambre de música. Y ahora, adiós – le dijo el mirlo – y empieza la primavera. Ha de saber usted que soy casado. De un día a otro mi señora ha de poner huevos. Tengo que acarrear pajuelas y barro para el nido. Voy, pues, a mi trabajo... ¡pero voy cantando, siempre cantando!...

Y cantando se perdió en el cielo hondo y azul. 

Los fieles, que le habían visto, no entendían el habla del mirlo, lo miraban raro y de repente recordó la interrumpida pregunta:

- ¿Hemos de imitar a la cigarra o a la hormiga?

- A ninguna de las dos -les contesto -, sino a aquel mirlo que va allí cantando a su tarea…

Nosotros los cristianos, tenemos una gran tarea en pro del mundo y es una tarea muy hermosa, como es la de dedicarse a tender puentes hacia los hombres y hacia las cosas. Sobre todo, en un tiempo en el que tanto abundan los constructores de barreras. 
Un momento donde satanás y sus demonios, aprovechan la mezquindad humana para construir un mundo de zanjas ¿qué mejor que entregarse a la tarea de superarlas?

Pero hacer puentes, y, sobre todo, hacer de puente, es tarea muy dura. Cosa que no se hace sin mucho sacrificio.

Y, lógicamente, sale caro ser puente.

Este es un oficio por el que se paga mucho más de lo que se cobra.

Un puente es fundamentalmente alguien que soporta el peso de todos los que pasan por él. La resistencia, el aguante, la solidez son sus virtudes.

En un puente cuenta menos la belleza que la capacidad de servicio y la utilidad. Y un puente vive en la ingratitud. Los usamos para cruzar y, cuando alcanzamos la otra orilla, nos olvidamos de ellos.

Incluso los puentes suelen ser lo primero que se bombardea en las guerras.

A pesar de ello, amigos míos, ¡qué gran oficio el de ser puentes!

No hay comentarios:

Publicar un comentario