Obediencia es la acción de obedecer
especialmente en organizaciones jerárquicas. Se trata del cumplimiento de un
mandato o una orden. Esta palabra se utiliza en diferentes contextos, como en
la religión, el ejército, la familia o la educación.
Se puede sustituir la palabra obediencia por
los siguientes sinónimos: sumisión, acatamiento, subordinación y sometimiento.
Por otra parte, como antónimos de este término se encuentran: desobediencia,
rebeldía o subversión.
Obediencia
a Dios
De una manera genérica, cuando se habla en
algunas religiones de obediencia a Dios, se hace referencia a mantener los
preceptos y obligaciones religiosas, como los mandamientos.
También se aplica la palabra obediencia, en
este contexto, al permiso que otorga un superior para realizar determinada
tarea u oficio y también al propio empleo se desempeña por orden de un
superior.
Obediencia
en la Biblia
El tema de la obediencia aparece en la Biblia
cristiana tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Por
ejemplo, esta cita atribuida a Jesús: "Si me amáis, guardad mis
mandamientos". (Juan 14:15)
Obediencia
jerárquica u obediencia debida
La obediencia debida es la obediencia que se
presta al superior jerárquico y que funciona como eliminador de responsabilidad
al ejecutor de la orden si supone comete un delito al cumplir la orden de su
superior.
En Derecho Penal, esta situación exime de
responsabilidad penal por delitos cometidos en el cumplimiento de una orden
impartida por un superior jerárquico.
En una organización militar como el ejército,
en el que existe una estructura jerárquica, se utiliza este término. Este
concepto puede llegar a ser polémico. Por ejemplo, en Argentina se aprobó una
ley en 1987 llamada Ley de Obediencia Debida que establecía que los delitos
cometidos por los miembros de las Fuerzas Armadas durante los años 1970 y 1980
no eran punibles por haber actuado siguiendo la obediencia debida.
La obediencia a los mandamientos de Dios es un
signo vital del nuevo nacimiento.
Juan usa la palabra "mandamientos"
tres veces. Juan no está diciendo que los creyentes obedezcan a Dios
perfectamente. Por el contrario, él está mirando la dirección general de
nuestras vidas. La vida de un cristiano debe estar marcada por la obediencia
desde un corazón de amor a Dios.
Cuando un hijo de Dios peca, confiesa su pecado
para que pueda ser restaurado a la comunión con Dios. La persona que afirma
haber nacido de nuevo, pero que no está preocupada por un estilo de vida de
desobediencia a la Palabra de Dios, debe examinarse a sí mismo para ver si
realmente está en la fe (1 Juan 3:4…10; 2 Corintios 13:5)
Juan agrega una palabra edificante diciendo:
"y sus mandamientos no son gravosos". No quiere decir que la
obediencia a los mandamientos de Dios sea siempre fácil o sin esfuerzo. La
terminología bíblica de guerra de "vencer" y "victoria"
muestra que la obediencia es a menudo una batalla. El mundo, la carne y el
diablo son enemigos formidables contra los que debemos luchar constantemente.
Entonces, ¿en qué sentido son los mandamientos de Dios no gravosos?
·
Primero,
los mandamientos de Dios no son gravosos porque tenemos una nueva naturaleza
que tiene el poder de obedecer. Los mandamientos de Dios no son gravosos porque
"todo lo que nace de Dios vence" el mundo. Así, Juan enfatiza no
"la persona victoriosa", sino "el poder victorioso".
"No es el hombre, sino su nacimiento de Dios, lo que vence"
·
Segundo,
los mandamientos de Dios no son gravosos porque son los mandamientos de Dios,
no del hombre. Los mandamientos de los hombres son gravosos. Invariablemente se
derivan de un intento de ganarse prestigio ante Dios o ante los hombres a
través de un sistema de obras humanas. Los fariseos habían agregado sus
mandamientos a los mandamientos de Dios, pero Jesús los llamó "cargas
pesadas" (Mateo 23:4). Incluso la ley de Dios, aparte de la gracia de
Cristo, era un pesado yugo que nadie podía soportar (Hechos 15:10, Gálatas 5:
1). Pero, los mandamientos de Dios provienen de un Padre celestial omnisciente,
diseñado para nuestro bien. Nuestro Salvador dijo: "Mi yugo es fácil y mi
carga es liviana" (Mateo 11:30).
·
Tercero,
los mandamientos de Dios no son gravosos porque se dan y se reciben en el
contexto del amor. Un padre amoroso no le dice a su hijo que se mantenga
alejado de una calle concurrida porque quiere quitarle la diversión, sino
porque lo ama y quiere protegerlo de lesiones o la muerte. Un niño inmaduro puede
pensar que el mandamiento de su padre es restrictivo, pero necesita confiar en
el amor de su padre y obedecer de todos modos.
Un creyente inmaduro puede ver los mandatos de
Dios como restrictivos. Pero nuestro Padre celestial sabe que el pecado nos
dañará y nos destruirá. Si hemos llegado a conocer Su amor en Cristo a través
del nuevo nacimiento, entonces debemos confiar en Su amor y obedecer Sus
mandamientos. Cuando vemos que los mandamientos de Dios se derivan de su amor
por nosotros como sus hijos, no son gravosos.
La primera prueba que se le da a un recién
nacido en la sala de partos se llama puntaje Apgar. La prueba fue diseñada para
evaluar rápidamente la condición física del recién nacido después del parto y
para determinar cualquier necesidad inmediata de atención médica o de
emergencia adicional. Mide cosas como el tono muscular, la frecuencia cardíaca,
los reflejos, el color de la piel y la frecuencia respiratoria.
Mi contaba un hermano que su segunda hija salió
del útero con la piel azul y él estaba muy alarmado. El doctor limpió con calma
la mucosidad de su nariz y en un minuto ella se puso rosa y llorando. Ella no
obtuvo un puntaje Apgar muy alto, pero afortunadamente, ella estaba viva. Si
ella no hubiera comenzado a respirar, se habría sentido abrumado por el dolor y
no lleno de alegría. ¡Los signos vitales del nacimiento son esenciales!
Un verdadero hijo de Dios tendrá una puntuación
espiritual de Apgar. Probablemente podríamos llegar a más, pero Juan nos da
tres signos vitales del nuevo nacimiento:
1.
Fe
en Jesucristo,
2.
Amor
por los demás y
3.
Obediencia
a los mandamientos de Dios.
Si dice que nació de nuevo, es posible que
desee comprobar su puntaje espiritual de Apgar. Si los signos vitales de una
nueva vida en Cristo no están allí, debes ponerte de rodillas y rogarle a Dios
que te haga "nacer de nuevo a una esperanza viva por la resurrección de
Jesucristo de entre los muertos" (1 Pedro 1:3).
Por ello nació Jesús y en esta época de fin de
año, vale la pena que tu vuelvas a nacer.
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