La palabra
Biblia viene del griego “biblós” y está compuesta de 66 escritos. En el siglo V
de nuestra era, Jerónimo le llamó a este conjunto “Biblioteca Divina.” Y para
el siglo XIII “los libros” y posteriormente “el libro.” Con la evolución de
término Biblia, se subrayó la unidad de los 39 libros del Antiguo Testamento
con los 27 del Nuevo Testamento. Pero, ¿cómo llegó hasta nuestras manos esta
colección de textos sagrados? ¿Nos hemos preguntado alguna vez cómo llegó a
escribirse nuestra Biblia?
La
Palabra Eterna
La Biblia
es la Palabra de Dios. Expliquemos un poco más lo que esto significa. Dios ha
hablado a los hombres, a algunos directamente como a Moisés (Éxodo 33:11); a
otros por medio de sueños y visiones como a Jacob (Génesis 46:2), Ezequiel (Ezequiel
8:3, 40:2); Daniel (Daniel 7:7), Pablo (2 Corintios 12:1); a otros por los
profetas (Hebreos 1:1), etc.
Dentro de
esta revelación, se encuentra el plan de salvación que Dios va cumpliendo a
través de las páginas de la Biblia y que culmina con la obra del Hijo de Dios
que se cumplió llegando la plenitud de los tiempos. La Biblia tiene pues, una
doble función. Es a la vez registro de una revelación y revelación y actual de
la voluntad de Dios.
En primer lugar,
podemos decir que la palabra divina existió en la mente de Dios desde la
eternidad. Está escrito en Juan 1:1 “En el principio era el verbo y el verbo
era con Dios, y el verbo era Dios.” La expresión “verbo” es en griego “Logos,”
que significa “mente” “pensamientos” en otras palabras, la palabra que sale del
interior de Dios da a conocer lo que hay dentro de la Divinidad. Así entonces
nosotros podemos conocer a Dios porque “Él ha dado a conocer su palabra.” Sus
pensamientos los exterioriza y se revela al hombre. Su Espíritu Santo los pone
en el corazón y la mente de los escritores inspirados y ellos los plasman en el
material que tienen a su alcance.
La
Palabra Escrita
La historia
de cómo fue escrita la Biblia y transmitida hasta nosotros es fascinante. En
tiempos de Moisés, quién escribió los primeros cinco libros de las Escrituras,
el material que más se usaba en ese tiempo era el papiro. Este se hacía de
lámina del tallo de una planta acuática de Egipto. Otro material que más se usó
para escribir los pensamientos divinos fue el pergamino, que era preparado de
pieles de animales los cuales eran pulidas y caladas hasta obtener una textura
especial y duradera. Se puede decir que los manuscritos originales de todos los
libros sagrados han desaparecido y es que, desde el comienzo, estos por el uso
se envejecieron y amenazaban con desaparecer. Surgió entonces la profesión
singular del copista. Este era el encargado de copiar celosamente el manuscrito
divino. Estos se sometían a reglas muy estrictas cuando su labor consistía en
hacer nuevas copias, vea usted:
a.
Bañarse cuando iniciaban los trabajos y se
tenían que poner una ropa especial.
b.
Usar rollos preparados por hebreos de
animales ceremonialmente limpios.
c.
Usaban solo tinta negra preparada de
acuerdo a una receta secreta.
d.
Guardar completo silencio durante las
horas de trabajo.
e.
No deberían escribir una palabra o letra
de memoria.
f.
Entre cada letra, tenía que haber el
espacio de un cabello.
g.
Cada columna debería de tener de ancho 30
letras y de longitud de no menos de 48 renglones, ni más de 60.
h.
No escribir el nombre de Dios con una
pluma acabada de untarle tinta.
i.
Aunque el rey le hablara mientras escribía
el nombre de Dios, no le prestaban atención.
j.
Usaban una copia auténtica sin desviarse
en lo mínimo.
k.
Debían de contar las letras del texto y si
a la copia le sobraba o le faltaba, era quemado ese pergamino.
Este
trabajo era hereditario. No cualquiera podía copiar un texto sagrado. Por eso
se dice que las copias son fieles a las primeras. Una de varias pruebas es el
descubrimiento de los rollos del mar muerto en 1947.
La casi
totalidad de los manuscritos están redactados en hebreo y arameo y solo algunos
ejemplares en griego. Los primeros siete manuscritos fueron descubiertos
accidentalmente por pastores beduinos a finales de 1946, en una cueva en las cercanías
de las ruinas de Qumrán, en la orilla noroccidental del Mar Muerto.
Posteriormente, hasta el año 1956, se encontraron manuscritos en un total de 11
cuevas de la misma región.
Parte de
los manuscritos hallados en el mar Muerto constituyen el testimonio más antiguo
del texto bíblico encontrado hasta la fecha. En Qumrán se han descubierto
aproximadamente 200 copias, la mayoría muy fragmentadas, de todos los libros de
la Biblia hebrea.
La
Palabra Traducida
El Antiguo
Testamento se escribió en hebreo con algunas partes en arameo. El Nuevo
Testamento en el idioma griego. La primera traducción que se hizo de las
escrituras fue aquella que se conoce como la Septuaginta (LXX) o versión de los
setenta; era el año 285-246 A. C. en el norte de África, esta sería el Antiguo
Testamento en hebreo traducido al griego y que se considera como la Biblia que
en tiempos de Cristo se utilizaba entre el pueblo. Posteriormente, ya en la era
cristiana, por el año 200 D. C. se empezaron a traducir al latín algunos textos
sagrados, llegando a desembocar en la famosa traducción “Vulgata latina”, era
el año 383-420 cuando San Jerónimo la completó y se publicó. Pero no pierda de
vista, toda era escrita a mano. Como Tenemos Nuestra Biblia en Castellano.
Vamos a referirnos a la versión que más usamos: Reina-Valera.
Cuando
alguien nos trae una Biblia comprada por unos pocos pesos, debemos de verla
manchada de sangre y escrita, no con tinta, sino con sangre. Todo el dinero del
mundo no puede pagar esta Biblia. Algunas almas pagaron tal precio, que debemos
de apreciarla en lo que vale. Esta Biblia que usamos en nuestros devocionales o
llevamos a los cultos vale mucho más de lo que hemos pagado por ella. La
primera página de nuestra Biblia tiene una aclaración de la que destacamos lo
que sigue:
Antigua
versión de Casiodoro de Reina (1569) Revisada por Cipriano de Valera (1602).
¿Quiénes eran Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, traductor y primer
revisor de nuestra Biblia? Veamos.
Casiodoro
de Reina. Casiodoro de Reina había conocido la fe por dos grandes figuras del
protestantismo español: el doctor Egidio y Ponce de la Fuente. En aquellos años
España no era un lugar propicio para la práctica del culto evangélico. Mediante
la “Santa Inquisición” la Iglesia Católica mantenía al país libre de la
contaminación protestante. Así se creía. Sevilla y Valladolid eran los focos
más importantes de las ideas de la Reforma en España, pero muchos españoles
buscaban libertad para practicar su culto en el exilio. Cuando la “Inquisición”
descubrió la presencia de estos centros en España procedió a acabar con los
herejes. Casiodoro de Reina tuvo que huir de España en 1559 y pastoreando
pequeñas congregaciones de españoles exiliados comenzó a trabajar en la magna
obra de su vida. En medio de grandes dificultades económicas y con el temor de
que la vida le faltara antes de terminar su empresa, consigue finalizar su
traducción y hacerla publicar en Basilea, Suiza en el año de 1569. El 6 de
agosto de ese año envía a Estrasburgo cuatro grandes toneles de Biblias con el
propósito de que de allí pasaran a España. Ni la persecución, ni los problemas
económicos, ni los problemas de salud le impidieron cumplir su propósito.
Cipriano de
Valera. En los índices expurgatorios del santo Oficio se le llama “el hereje
español.” Nació en Sevilla en 1532; en el monasterio de San Isidro del Campo
conoció al doctor Egidio quien lo ganó para la causa de la Reforma. Como tantos
otros buscó la seguridad huyendo de España. Fue él quien hizo la revisión de la
versión de Casiodoro de Reina. Durante unos 20 años, trabajó en la revisión que
fue publicada en Ámsterdam, Holanda en 1602. La historia de esta Biblia
Reina-Valera que tenemos en nuestras manos no termina con lo que hemos
mencionado.
Ya hemos
mencionado el interés de que esta Biblia al castellano entrara a territorio
español. Muchas vidas se comprometieron en esta empresa, un solo paso en falso
y les esperaba el tormento y la muerte.
Así le
sucedió a Julián Hernández cuando mostró un Nuevo Testamento a un herrero. Este
de inmediato lo denunció a la Inquisición y él pagó su atrevimiento con la
muerte. Pero esto merece una mención especial más extensa. Los creyentes
españoles que estaban en el exilio trataban de introducir las Biblia de
contrabando, pero no encontraban a algún agente español que intentará
introducirlas. Pero al fin un humilde individuo tuvo el coraje y la habilidad
de realizarlo. Este fue Julián Hernández, quien a causa de su poca estatura le
decía Julianillo. Como ya dijimos, Julianillo fue denunciado y puesto preso.
Ninguno de los tormentos a que fue sometido lograron hacer que denunciara a sus
hermanos en la fe. Tres años permaneció preso y el 22 de diciembre de 1560
rindió su heroica vida al Señor luego de besar la hoguera en que sería quemado
vivo. Pero este mártir de la Reforma en España es sólo un soldado de ese
ejército anónimo que trató de dar la Biblia al pueblo español.
En nuestra
América Latina encontramos a hombres y mujeres que lucharon, padecieron y en
ocasiones, también dieron sus vidas, para que la Palabra de Dios fuera conocida
por el pueblo. Esta es la historia del Libro, del cómo fue traducido y
publicado en nuestro idioma y cómo fue entregado al pueblo.
Espero que
ahora cada uno de nosotros tenga una idea de los esfuerzos, de trabajos, de
luchas y sufrimientos que ha costado este libro santo antes de llegar a
nuestras manos, sepamos atesorarlo. Espero, además, que sabiendo todo esto lo
leamos con un renovado interés.
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