Después de sanar al hombre paralítico, Jesús se queda por algún tiempo
en la zona de Capernaúm, junto al mar de Galilea. Muchísimas personas se le
acercan, y Él les enseña. Un día, al pasar por la oficina de los impuestos, ve
sentado allí a Mateo, también llamado Leví y le invita diciéndole: “Sígueme…”
Mateo 9:9.
Mateo en la Biblia es uno de los discípulos de Jesús. El evangelio de
Mateo, junto con los de Lucas, Juan y Marcos, es una historia inspirada por el
Espíritu Santo, por lo tanto, es precisa y verdadera. Este evangelio es el más
largo de los cuatro y algunos creen que fue el primero que se escribió.
A aquella invitación de Jesús, Mateo “se levantó y lo siguió” Mateo
9:9. Antes de ello, él era un cobrador de impuestos o "publicano" en
Capernaúm. Mateo 10:3.
Lo más seguro es que Mateo estuviese al tanto de las obras que Jesús
había andado realizando en la ciudad, junto con sus enseñanzas, como lo estaban
Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Al igual que estos cuatro discípulos, Mateo
acepta la invitación inmediatamente. En su Evangelio, él mismo cuenta que “se
levantó y lo siguió” y así dejo su trabajo de cobrador de impuestos para
convertirse en discípulo de Jesús.
Los cobradores de impuestos eran despreciados por su propia sociedad, porque
ellos trabajaban para el gobierno romano y se enriquecían recaudando los
impuestos de su propio pueblo; a menudo y de manera engañosa, fraudulenta, recogían
cantidades excesivas (léase Lucas 19:8); cobraban impuestos, entre otras cosas,
por los barcos que llegaban al puerto, por las caravanas que viajaban por los
caminos principales y por los productos que se importaban. Es probable que
Mateo haya sido adinerado, ya que Lucas dice que Leví organizó un "gran
banquete en su casa" para Jesús y "había mucha compañía" de
publicanos y de otros (Lucas 5:29). Tal vez este banquete lo organizo para
mostrar agradecimiento por la oportunidad que le ha dado Jesús; en el banquete
hay pecadores, personas conocidas por llevar una vida inmoral (Lucas 7:37…39).
La élite religiosa veía a los cobradores de impuestos tales como
Mateo, como gente muy pecadora, tan pecadores que incluso, el pasar tiempo con
ellos, podría inmediatamente empañar la reputación de una persona buena (Mateo
9:10…11).
Al ver que Jesús está comiendo con personas de esa clase, los
fariseos, que se creen mejores que los demás, les preguntan a los discípulos:
“¿Por qué come su maestro con cobradores de impuestos y pecadores?” (Mateo
9:11).
La respuesta de Jesús es una de las explicaciones más claras del
corazón de Dios y de su evangelio para el hombre: "Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. . .no he venido a llamar a justos, sino
a pecadores" (Mateo 9:12…13). Jesús no vino para salvar a los
"buenos" o autosuficientes, sino a aquellos que saben que no son
buenos, las personas que admiten libremente que necesitan la salvación (Mateo
5:3).
Muchos de los seguidores de Jesús eran pobres, rechazados, enfermos,
pecadores, cansados (Mateo 11:28). Él nunca los condenó, sino que los perdonó y
los alentó. Las condenas más duras de Jesús fueron para los fariseos, los
maestros de la ley y los escribas que se creían buenos, dignos y mejores que
los "cobradores de impuestos y pecadores" que estaban alrededor
(Mateo 9:10; 23:13…15).
Aunque los fariseos llaman a Jesús “maestro”, no creen que lo sea,
esto no es raro, aun ahora muchos llaman a su líder Pastor y no se dejan
pastorear. Sin embargo, la realidad es que Jesús tiene mucho que enseñarles
sobre lo que es justo.
Probablemente, Mateo ha invitado a estos cobradores de impuestos y
pecadores para que puedan escuchar a Jesús y curarse en sentido espiritual,
pues muchos de ellos lo siguen (Marcos 2:15). Y Jesús quiere ayudarlos para que
tengan una buena amistad con Dios. A diferencia de los orgullosos fariseos, Él
no los desprecia; más bien, se compadece de ellos. Es como un médico al que
pueden acudir todos los que están enfermos en sentido espiritual.
Mateo fue uno de los cobradores de impuestos a quien Jesús salvó.
Cuando Jesús lo llamó, Mateo inmediatamente dejó su puesto donde recaudaba
impuestos y siguió al Señor (Mateo 9:9). Dejó tras de sí la fuente de su
riqueza; dejó su posición de seguridad y comodidad para viajar, pasar
dificultades y eventualmente enfrentar el martirio; dejó su antigua vida por
una nueva vida con Jesús.
Jesús es compasivo con los cobradores de impuestos y pecadores, pero
eso no significa que apruebe sus pecados, sino que siente el mismo cariño por
ellos que por los que padecen enfermedades físicas. Recuerde, por ejemplo,
cuando, totalmente conmovido, tocó a aquel leproso y le dijo: “Quiero. Se
limpio” (Mateo 8:3). ¿No deberíamos nosotros esforzarnos por ser así de
compasivos y ayudar a quien lo necesite, sobre todo en sentido espiritual?
Somos herederos de la promesa de Abraham y Dios promete a Abram que Él
luchará contra sus enemigos. Ellos serán maldecidos y los que están con Abram
serán bendecidos.
Esta promesa se extiende a ti y a mí también. Una y otra vez Dios le
dice a Su pueblo que Él está de su lado. Dios dice que si somos hijos de
Abraham (por la fe en Cristo) seremos bendecidos (Hechos 3:25). Y en Romanos
8:31 Pablo pregunta: “Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?”
Si somos honestos, no siempre se siente que Dios está de nuestro lado
(Salmo 73). Tenemos mucho que parece estar en contra de nosotros, pero Dios que
está en nosotros y por nosotros, es más fuerte que cualquier circunstancia o
persona que venga contra nosotros (1 Juan 4:4).
He aquí algo que es muy importante recordar. En ninguna parte se nos
dice que maldigamos a aquellos que nos maldicen. Ese es el trabajo únicamente
de Dios. El señor nos vindicará (Salmos 138:8)
En su lugar, se nos dice que debemos bendecir a los que nos maldicen
(Lucas 6:28). ¿Qué significa eso? Amar a nuestros enemigos o a las personas que
están en contra de nosotras significa la búsqueda de su bien. Significa
restringir nuestros sentimientos de resentimiento o de desearles maldad. Es
deshacerse de ese deseo en nuestro corazón de devolver mal por mal.
¿Cómo hacemos esto? Orando por ellos, hablando con bondad de ellos y a
ellos, y haciendo el bien a ellos.
Jesús mostró gracia y bondad a los que le escupieron en la cara, lo
acusaron de todo tipo de cosas falsas, se rieron de Él, lo torturaron y lo
mataron. No sólo es nuestro ejemplo es también nuestra esperanza. Él amó a sus
enemigos por nosotros, soportó acusaciones y chismes con la gracia perfecta por
nosotros y murió en la cruz por todas las veces que íbamos a fracasar en
bendecir a nuestros enemigos.
Somos llamados a tomar el camino de bendecir a los que nos maldicen y
amar a los que están en contra de nosotras y no estamos llamados a tomar este
camino solos. Dios está con nosotros y al final nos hará justicia porque la
verdad va a ganar.
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