La
cortesía podría enfocarse en la importancia de las buenas maneras y el respeto
hacia los demás, tanto en la vida cotidiana como en la relación con Dios. Se
puede destacar que la cortesía cristiana no es solo etiqueta, sino una
manifestación del fruto del Espíritu Santo y una forma de reflejar el amor de
Cristo. Por lo tanto, este es un tema con el que debemos familiarizarnos.
Sociedades
enteras de todo el mundo, e incluso sus líderes políticos, parecen haber
perdido recientemente una de las virtudes humanas más importantes: la cortesía.
Los
diccionarios definen la palabra “cortés” de esta manera: “Cortés: adj. Educado
y gentil; respetuoso o considerado en el trato; marcado por el respeto y la
consideración de los demás”
¿Cuándo
fue la última vez que te encontraste con una verdadera cortesía?
La
verdadera cortesía se ha vuelto cada vez más rara, la que se experimenta cuando
uno se da cuenta de que otra persona, ya sea alguien conocido o no, reconoce su
humanidad común, se comporta con amabilidad y consideración hacia uno y muestra
un mínimo de respeto.
De
hecho, en nuestra sociedad, con algunas excepciones notables en unos pocos
lugares, ha descendido una maraña de comportamientos nada corteses. Los asiduos
al celular se lanzan irrespetos en Facebook; los insultos groseros vuelan a
través del internet; la murmuración, el chisme y la calumnia dominan muchas
formas de los medios de comunicación; la polarización política nos separa unos
de otros e incluso engendra odio; la grosería aumenta a medida que las guerras
convierten en enemigos a personas que ni siquiera se conocen y nadie parece
inmune a esta desagradable embestida.
Incluso
cuando intentamos hablar y actuar con cortesía, a menudo no recibimos más que
desprecio, burla y falta de respeto a cambio. Cuando eso ocurre, la gente se
enfada, por lo que tiende a convertirse en un círculo vicioso, en el que la
cortesía se ve desplazada por la vulgaridad, la incivilidad y, después, por
todo lo contrario a la cortesía: la barbarie.
Jesús
estableció la Regla de Oro en Lucas 6:31: "Y como queréis que hagan los
hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos" Esta regla es
la columna vertebral de la cortesía. Exige que pongamos a los demás en primer
lugar. Como escribió Pablo: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria;
antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo
de los otros" Filipenses 2:3…4. Este principio es el que explica por qué
un hombre o un niño cede su silla a una mujer o a un anciano. Es por eso que un
hombre más joven se pone de pie cuando un hombre mayor le habla. Es por eso que
nuestros hijos ceden sus camas si nuestra visita de fuera de la ciudad necesita
pasar la noche. Este principio es el que explica por qué las familias más
jóvenes y saludables necesitan sentarse más cerca del frente en los edificios
de la iglesia, para reservar los bancos más cercanos a los baños y las
guarderías para las personas mayores o los padres con niños pequeños. Es por
eso que un hombre le da su abrigo a su esposa cuando tiene frío. Este principio
es el que nos ponemos de pie o nos hacemos a un lado cuando alguien está
tratando de encontrar un lugar para sentarse en un auditorio lleno de gente. Se
trata de poner a los demás antes que a uno mismo.
Parte
de la cortesía es respetar la hospitalidad de los demás. Jesús instruyó a sus
discípulos: "Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os
den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En
cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan
delante" (Lucas 10:7…8). Llegas a una casa y te invitan a comer, probablemente
te pondrán alimentos que nunca creíste comerías, preparados de maneras que no
conoces… pero el comerlos es cortesía. No hacerlo puede verse como una ofensa y
cerrar una puerta. Pablo dijo: “he aprendido a contentarme, cualquiera que sea
mi situación” Filipenses 4:11…12.
Expresar
descontento con tu cónyuge, tu trabajo o asuntos de preferencia con tu iglesia
también puede ser una forma de descortesía (Romanos 14:1…12). En el centro de
una queja está la falta de paciencia y de contentamiento. La queja es una forma
principal de descortesía (1 Corintios 10:2).
Jesús
habla de uno “¿Quién no llevaba vestido de boda?” en la parábola de la fiesta
de bodas (Mateo 22:11). Sí, es una parábola. Sin embargo, para que el
significado celestial sea verdadero, el terrenal también debe serlo. En su
nivel básico, Jesús indica la importancia de vestirse apropiadamente para la
ocasión. Es simplemente cortesía común. Cuando Pedro supo que Jesús había resucitado,
inmediatamente salió en su búsqueda, Juan 21:7 Narra: "Entonces aquel
discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando
oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se
echó al mar". Pedro se vestía de una manera cuando estaba pescando con sus
compañeros varones. Se vestía de otra manera cuando se acercaba a Jesús para
conversar. En ambas situaciones, estaba vestido apropiadamente para la ocasión.
Debemos considerar este principio en nuestra propia vestimenta. Pablo le dijo a
Timoteo que las mujeres debían vestir “ropa respetable” (2 Timoteo 9:4; NVI).
Esto puede variar según la situación. Puede ser respetable usar pantalones
cortos de baloncesto para un partido de baloncesto, pero ¿deberían usarse para
un velorio? Vestirse apropiadamente para la ocasión es parte de la cortesía.
¿Con
quién debemos ser corteses? ¡Con todos! Los esposos y las esposas entre sí. Los
padres deben ser corteses con sus hijos; los hijos con sus padres; los súbditos
con los gobernantes; los gobernantes con los súbditos; los hermanos con sus
propios hermanos; los hermanos con aquellos que no son sus hermanos.
¿Cómo
puede un cristiano cortés ignorar a un visitante en la iglesia? ¿Cómo pueden
los hermanos y hermanas en Cristo o en la carne, no hablarse entre sí? ¿Cómo
puede un cristiano decir palabras que hieren en lo más profundo? Incluso si no
estamos de acuerdo en cuanto a políticas o doctrinas, no podemos ser
descorteses y tener el espíritu del Señor.
¿Cómo
podemos formar personas corteses?
Aprendan
la voluntad del Señor y háganla. Enséñenla a sus hijos y practíquenla junto con
ellos. Muéstrenles la necesidad de respetar a los demás. Enséñenles a
levantarse cuando una persona mayor que ellos entre en la habitación.
Enséñenles a sus hijos cómo tratar a las mujeres. Enséñenles a hablar con
amabilidad, a actuar con amabilidad. Las personas refinadas son verdaderamente
personas educadas; las personas refinadas son verdaderamente personas corteses.
Los
cristianos debemos ser educados porque aprendemos del Señor.
¡Los
cristianos debemos ser siempre corteses!
S.A.G.
- 24 – AGO – 2025 (Estudio No. 850)
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