Los Amigos De Job

Un amado hermano argentino me escribía en días pasados y entre sus cosas me decía: “Hermano que bendición de Dios debe haber en Usted, que siempre semana a semana tiene el animo de escribir cual si no pasase alguna pena”... cual si no pasase alguna pena... hermanos preciosos las paso y que penas, pero debo proseguir hacia la meta. He notado que cuando bendiciones grandes, de esfuerzos de años están a las puertas y ya el enemigo no puede robarlas, este sinvergüenza viene y trata de quitarme el gozo de esas victorias, así ha sido siempre... el año pasado mi hija mayor ya para salir de la especialización de Ortodoncista en la republica de Guatemala, el enemigo se ensaño por medio del robo, del arruinarnos el vehículo y por ultimo a punto estuvimos de ser secuestrados y quizás hasta muerto en una visita de almuerzo a San Lucas... en estos momentos que escribo estas líneas estoy a tres días en que mis otras dos hijas siguientes defiendan su tesis para el grado de psicólogas, pero hace menos de veinticuatro horas la vivienda se me encareció en un 55.56%, mas otros gastos de reparaciones urgentes que hay que hacerle a dicha vivienda... pero... ¿sabe una cosa?, cuando usted el lunes, lea este estudio en el Nombre de Jesús declaro mis hijas ya son legalmente Psicólogas para honra y gloria de Jehová. 

Cuando esos momentos se agudizan clamo a Dios para que me de discernimiento y revelación de sus pensamientos, que no son mis pensamientos y siempre termino ahondando en Job, hoy quiero compartir con usted, una de las tantas enseñanzas que podemos sacar del libro de Job, es la de los tres amigos, esta es un buen punto de reflexión, porque cuanto andamos pasando pruebas, siempre aparecen esos “amiguitos doctos”, sabios en su propia opinión. Cuidado no los oigas, pudiera suceder que por salir de una, caigas en otras peores. No pretendo realizar un examen minucioso de las discusiones que se sucedieron entre Job y sus amigos, (abarcan más de 29 capítulos). Sólo citare fragmentos de los discursos de los tres amigos, lo cual posibilitará al lector formarse una idea del verdadero estado de estos errados hombres.

Elifaz: Es el primero en tomar la palabra. “1 Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo:  2 Si probáremos a hablarte, te será molesto;  Pero ¿quién podrá detener las palabras?  3 He aquí, tú enseñabas a muchos,  4 Al que tropezaba enderezaban tus palabras,  Y esforzabas las rodillas que decaían. 5 Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas;  Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.  6 ¿No es tu temor a Dios tu confianza?  ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos? 7 Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido?  Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos?  :8 Como yo he visto, los que aran iniquidad  Y siembran injuria, la siegan.” (4:1..8). Asimismo: "Yo he visto al necio que echaba raíces, y en la misma hora maldije su habitación" (5:3; véase también 15:17).

A partir de estas palabras es evidente que Elifaz es de esa clase de gente que le gusta argüir basándose en su propia experiencia. Su máxima era: "Yo he visto." Ahora bien, es posible que lo que "hayamos visto", sea absolutamente verdadero. Pero es un error garrafal hacer de nuestra experiencia individual una regla general; no obstante, muchos tienen esta inclinación. ¿Qué tenía que ver la experiencia de Elifaz con la situación de Job? Tal vez él jamás se encontró con otro caso exactamente igual al de Job; y conque hubiera habido un solo rasgo de disparidad entre los dos casos, todo el argumento basado en la experiencia de uno de ellos, no habría sido de ninguna utilidad para el otro. Y esto se hace realidad  en lo sucedido con Job: tan pronto como Elifaz terminó de hablar, Job (que no le había prestado la mínima atención) prosiguió hablando de sus propias aflicciones, intercalando palabras de justificación propia y amargas recriminaciones contra los designios de Dios (capítulos 6 y 7).

Bildad: Es el segundo en hablar. Presenta un argumento diferente. No menciona ni una sola vez sus experiencias ni el resultado de su propia observación. Apela a la antigüedad. “8 Porque pregunta ahora a las generaciones pasadas,  Y disponte para inquirir a los padres de ellas;  9 Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos,  Siendo nuestros días sobre la tierra como sombra.  10 ¿No te enseñarán ellos, te hablarán,  Y de su corazón sacarán palabras?” (8:8..10).

Bildad nos conduce a un campo mucho más vasto que el de Elifaz. La autoridad de una multitud de "padres" tiene más peso y respeto que la experiencia de un simple individuo. Por otro parte, dejarse guiar por la voz de una multitud de hombres sabios y eruditos sabe mucho más a modestia que hacerlo por la experiencia de tan sólo uno de ellos. Pero la cuestión es que ni la experiencia ni la tradición servirán de algo. La primera puede ser verdadera; pero a penas hallaremos a dos personas cuyas experiencias coincidan de forma exacta. En cuanto a la última, es un raudal de confusión; pues un padre difiere de otro y nada puede ser más voluble e incierto que la voz de la tradición.

Luego entonces, las palabras de Bildad no hicieron efecto en Job igual que las de Elifaz. El uno estaba tan lejos de la verdad como el otro. Si ellos hubieran apelado a la revelación divina, ¡cuán diferentes habrían sido los resultados! La verdad de Dios es la única regla, la única gran autoridad. Es según su medida que todo debe ser medido; y todos, tarde o temprano, habrán de inclinarse bajo su autoridad. Ninguno tiene derecho a establecer su experiencia como regla para los demás. Y si ningún hombre tiene este derecho, tampoco lo tiene una multitud de hombres. En otras palabras, es la voz de Dios (no la voz del hombre) la que nos debe gobernar. Ni la experiencia ni la tradición, sino la Palabra de Dios sola es la que pronunciará el juicio en el día postrero. ¡No lo perdamos nunca de vista!.

Zofar: Revisemos brevemente la primera parte de su discurso: “5 Mas ¡oh, quién diera que Dios hablara,  Y abriera sus labios contigo,  6 Y te declarara los secretos de la sabiduría,  Que son de doble valor que las riquezas!  Conocerías entonces que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece” Leemos también: "13 Si tú dispusieres tu corazón,  Y extendieres a él tus manos;  14 Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti,  Y no consintieres que more en tu casa la injusticia,  15 Entonces levantarás tu rostro limpio de mancha,  Y serás fuerte, y nada temerás" (11:5-6; 13-15).

Estas palabras suenan a legalismo. Muestran claramente que Zofar no tenía un sentido justo del carácter de Dios. No conocía a Dios. Ninguno que posea un verdadero conocimiento de Dios podría hablar de Él como de alguien que abre su boca contra un pobre pecador afligido o que exige algo de una criatura desvalida y necesitada. Dios no es contra nosotros, sino por nosotros (Romanos 8:31). Él no es un demandante legal, sino un generoso dador. Fijémonos en los últimos versículos que leímos; Zofar dice: "Si tú dispusieres tu corazón" (v. 13). Ahora bien, ¿qué pasaría si Job no hubiera dispuesto su corazón? Es cierto que un hombre debería tener siempre dispuesto su corazón; pero ello será posible en tanto y en cuanto su estado moral sea bueno. Job, lamentablemente, no se hallaba en un buen estado, por lo que, cuando intenta disponer su corazón, no encuentra en él otra cosa que iniquidad. Y ¿qué debería hacer entonces? Zofar no se lo podía decir -como tampoco se lo podía decir ninguno de su escuela-. Ellos solamente conocían a Dios como un severo opresor, como alguien que sólo abre su boca para hablar contra el pecador. ¿conoces a alguien así?

Los tres ellos estaban equivocados. La tradición, la experiencia y el legalismo son todos igualmente defectuosos, limitados y falsos. Ninguna de estas tres cosas, ni las tres juntas, podían ser de ayuda para Job. Ellas sólo "oscurecían el consejo con palabras sin sabiduría" (38:2). Ninguno de los tres comprendió a Job; es más, ellos no conocían ni el carácter de Dios ni su propósito respecto de la prueba de su querido siervo. Estaban en un error. No sabían cómo presentar a Dios ante Job. No introdujeron a Dios en sus pláticas. Dijeron algunas cosas verdaderas, pero no poseían la verdad. Sacaron a relucir sus experiencias, su tradición y su legalismo, pero no expusieron la verdad.

Por ello, los tres amigos no pudieron persuadir a Job. Su raciocinio era de una naturaleza parcial y en vez de callar a Job, sólo lograron una discusión que parecía interminable. Job, entonces, no deja de contestarles palabra por palabra, y de agregar muchas más: "Ciertamente -afirma- vosotros sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría. También tengo yo entendimiento como vosotros; no soy yo menos que vosotros; ¿y quién habrá que no pueda decir otro tanto?". "Porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; sois todos vosotros médicos nulos. Ojalá callarais por completo, porque esto os fuera sabiduría." "Muchas veces he oído cosas como éstas; consoladores molestos sois todos vosotros. ¿Tendrán fin las palabras vacías? ¿O qué te anima a responder? También yo podría hablar como vosotros, si vuestra alma estuviera en lugar de la mía; yo podría hilvanar contra vosotros palabras, y sobre vosotros mover mi cabeza." "¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras? Ya me habéis vituperado diez veces; ¿no os avergonzáis de injuriarme?". "¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado" (12:2-3; 13:4-5; 16:2-4; 19:2-3, 21).

Cuanto más detenidamente estudiamos las extensas discusiones que se sucedieron entre Job y sus amigos, claramente advertimos la imposibilidad de que ellos alguna vez llegaran a entenderse. Job estaba empeñado en justificarse a sí mismo; mientras que sus amigos trataban por todos los medios de inculparlo.

Ellos insistían en que como Dios es justo, los sufrimientos de Job debían de representar el castigo por pecados ocultos y que único recurso era el arrepentimiento. Job repudio sus respuestas preparadas, afirmó su inocencia y confeso su incapacidad para comprender (Caps. 3 - 31). Fue Eliú quien presento otra perspectiva, es decir, que los sufrimientos de Job, comprendían el propósito redentor de Dios de purificar mas a Job.

Al final Job deja de contender con Dios, oye su voz, entra en arrepentimiento, los amigos son mandados a pedir perdón a Job y rendir holocausto y... “42:10 Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. 42:11 Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro.  42:12 Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero”

Guarda tu fe y ejercítala en cada prueba, que al final Dios traerá su recompensa, no importa lo que digan tus amigos, lo que diga el mundo, tan solo importa lo que dice Dios. El hermano argentino escribía “cual si no pasase alguna pena...”, pero si hermano, usted, yo, todos pasamos pruebas, el asunto esta en como las enfrentamos y en quien confiamos. Amen.

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