Vivir en el pasado es un sinsentido. Lo vivido no se borra, no se
reedita, no cambia… La mejor solución es aceptar lo experimentado y soltarlo,
hay que dejar de viajar al pasado para intentar arreglar lo imposible.
1 Crónicas 16:12 "Recordad las maravillas que Él ha hecho, sus
prodigios y los juicios de su boca"
Muchas personas tratan de convertir el pasado en su presente. Resistirse
a aceptar la realidad que se les presenta o considerar que una decisión tomada
en el pasado es la causante del infortunio presente es uno de los motivos que
hace a muchas personas vivir erróneamente. Vivir en el pasado es elegir morir
en el presente y negarnos la posibilidad de poder disfrutar de un futuro mejor.
El pasado es un baúl lleno de experiencias buenas y malas, de decisiones
erróneas y afortunadas, de tristezas y alegrías y personas que entraron y
salieron de nuestra vida. Vivir en el pasado es como correr tras el viento
No se trata de renunciar al pasado, sino evitar que se convierta en una
atadura, un lastre, que nos paraliza y estorba para disfrutar del presente.
Acudimos a él, a través del recuerdo. Pero sentir la necesidad de vivir en el
pasado es un comportamiento poco recomendable para nuestro desarrollo personal.
Por mirar hacia atrás por un pasado que no va a volver, te puedes perder mil
nuevos caminos por recorrer.
No se trata de borrar nuestro pasado, pues recordar momentos agradables
nos provoca placer. Lo que se trata es de soltar el lastre y aceptar que el
pasado es un pensamiento espontáneo y no una vivencia real. Saber sacar
provecho del recuerdo de experiencias vividas, ya sean alegres o tristes,
convirtiéndolo en una enseñanza para mejorar nuestra condición de seres humanos
El objetivo es dejar de hablar una y otra vez de lo vivido,
especialmente de aquello que nos hizo daño, para pasar a vivir un presente sin
cargas de culpabilidad, ni dolor.
La solución está en nuestra mente, frenando en el momento que los
pensamientos pasados se vuelven obsesivos y martirizan nuestro presente. Instalarnos
en la melancolía continua es un error porque, por suerte o desgracia, no se
puede viajar al pasado. Culpabilizándonos por una decisión pasada y darle
vueltas a la cabeza para buscar una solución a algo que ya no existe, lo único
que conseguimos es un castigo psicológico que no nos permite disfrutar de
nuestro momento actual.
Una de las ataduras más comunes en este caso es cuando en nuestro ol de
hijos recurrimos al pasado para juzgar a nuestros padres, “Los hijos no son
jueces y no deben juzgar a sus padres”
A solas en mis pensamientos, frecuentemente cuando escribo o preparo
algún estudio, escuchando música de mis años pasados, admiro como los años
dejan huellas, cicatrices… y me he puesto a pensar en los albores de mi vida.
De pronto los años se me vinieron encima; cuando joven nunca me hice la idea de
que iba a llegar a esta edad de mi vida, pero aquí estoy afrontando un presente.
Como una película van pasando los episodios de mi vida desde cuando era
un niño en los brazos de mi madre, de mi padre, cuando estudiaba, cuando viví
en otras ciudades en busca de profesionalizarme para enfrentar la vida; cuando
ansiaba regresar a mi país querido en busca de mis padres, mi hermano, mi
familia, mis amigos...
Si tiene la bendición de tener un padre aún con vida, respételo y ámelo
intensamente, no lo juzgue, pues solo Dios es nuestro juez, los hijos no son
jueces. Ay de los hijos que irrespeten a sus padres. En esta misma vida
recibirán el retorno de sus hijos como un búmeran, el mundo es redondo, en esta
vida misma se paga todo.
Crecimos y nos cuidaron, nos apapacharon y nos aguantaron… Pero con el
tiempo, empezamos a sentir que son ellos quienes ahora necesitan de nosotros o
peor aún: dependen de nuestro cuidado total. ¿Cómo asimilar el cambio de roles
entre padres e hijos?
Salmos 143:5 "Me acuerdo de los días antiguos, en todas tus obras
medito, reflexiono en la obra de tus manos"
Hoy no es más ese hombre fuerte, ni esa mujer de carácter arrojada,
capaces de todo. El tiempo pasa y ellos tienen sus limitaciones y ahora necesitan
de ti. ¿Estarás ahí para ellos?
Soy padre, soy abuelo… y también soy hijo aun cuando mis padres llegaron
a su morada final hace ya años, he muchas cosas, muchas vidas, que me dan la
propiedad para decir que como hijo duele ver envejecer a los padres, sentir que
todos sus atributos se desvanecen y sus defectos o debilidades se incrementan.
Duele porque no estás listo siquiera para considerar el perderlos y ésta como
en el teatro, es la primera, segunda o tercera llamada.
Por otra parte, si bien es cierto que algunos de sus rasgos
característicos pueden estar intactos como su claridad mental, su habilidad
para hacer cuentas o su memoria a largo plazo, otras habilidades como la
agilidad física o mental, la toma de decisiones o su capacidad de interesarse
en tus cosas puede estarse viendo mermada.
Ahora es cuando necesitan más apapacho y atención y muchos no saben cómo-
darlo porque sus mismos padres no les enseñaron cómo. Tal vez no fueron
afectivos, consideraban cursis algunos detalles o fechas y ahora se ofenden si
no los invitas a comer el día de las madres y resulta que les gustan los dulces.
Ten presente, la vida nos pide redefinir roles y establecer prioridades.
Necesitamos tener paciencia, debemos aprender que mamá o papá ya no son
la Mujer Maravilla o Superman que estaban siempre conmigo, ahora lo que hacen y
el tiempo que les toma hacerlo no es para molestarnos. Ellos nos tuvieron
paciencia infinita o tal vez no pero ahora nos toca ser el mejor hijo que
podamos ser y no necesariamente el que ellos se merezcan
La lucha y el conflicto que tuvimos con ellos en la adolescencia es cosa
del pasado, ahora la lucha sería desigual y nos dejaría un sabor amargo en la
boca. Lo fácil sería no estar con ellos, no presenciar las demencias, los
olvidos y la repetición de temas una y otra vez.
Es privilegio de Dios, el cuidar de nuestros padres. Muchos no tuvieron
esa fortuna que hoy descubrimos como un regalo envuelto en una envoltura muy
extraña.
También tenemos que dejar ir nuestra postura egoísta frente a ellos
donde ellos siempre estaban disponibles para nosotros para acompañarnos a una
cita médica o quedarse a cuidar a nuestros hijos. Ellos están viejos, su
equipaje espiritual está listo… pronto llegara a ellos el momento de abordar el
viaje más fantástico que Dios tiene para cada uno y llegaran a su destino: EL
CIELO.
No podemos negociar el tiempo, no podemos dar marcha atrás al reloj o
simplemente detenerlo. Eso no va a pasar.
Como hijo tente paciencia a ti mismo, no te desesperes ni juzgues a tus
padres, no te atraigas maldiciones. Recuerda que muchos de ustedes tienen hijos
chicos y padres grandes y no pueden dividirse en más pedazos. Todo padre
necesita saber que no lo ha hecho tan mal, que será recordado y que lo quieres.
Tú también llegaras a viejo por lo tanto no los juzgues más… ayuda a que el
dolor vivido sea menos y su despedida sea radiante, entre sonrisas, platicas,
viajes y abrazos, es tu oportunidad de enseñarles a tus hijos como deben
tratarte cuando asumas el rol de esos viejos padres tuyos.
Denles el regalo de la tecnología con paciencia y calma, ayúdenlos a
enviar un mensaje de texto a ver películas o recorridos virtuales de museos en
la computadora. Llévenlos de la mano a este mundo que ellos desconocen como en
su momento ellos nos enseñaron el suyo en el que había patines, bicis y juegos
de mesa.
¿Quién puede enseñarte cómo se cuida de un padre o una madre si no son
ellos mismos?
Acepten el desafío y no corten un puente por el que algún día ustedes
mismos habrán de cruzar. Recuerden el dicho “Como te ves me vi y como me ves te
verás.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario