Qué significa esta bendición y este logro en mí vida, pues es evidente
que hay mucho más aquí que un simple accidente del calendario. El testimonio
bíblico toma muy en serio la historia: Dios está haciendo algo con nosotros y
con su mundo. Este algo se hace realidad en el espacio y en el tiempo. En este
caso, en mi vida y a lo largo de setenta años.
Esta semana de febrero, el día quince para ser exactos, estaré
cumpliendo mis setenta años de vida, glorificado sea Dios por esta bendición.
Desde la perspectiva bíblica, las cosas tienen un destino. Existe
además un camino hacia ese destino. Un elemento de nuestro protagonismo en la
historia a la cual la Escritura nos orienta es tratar de entender los elementos
que constituyen nuestro camino; es decir, los eventos… y los años… los eventos
que nos han formado… y nuestros años.
La conclusión de estas siete décadas, algunas de ellas vividas bajo
las condiciones menos prometedoras que uno podría imaginar, tiene que significar
algo. Aquí hay más que la mera aglomeración de días, que se sumaron para hacer
meses, que se amontonaron hasta llegar a años, que nos sorprendieron, pues de
repente se multiplicaron hasta medirse por décadas, que se han acumulado hasta
llegar a la edad de setenta años.
A mí me parece, no sé si a ustedes también, que todo esto, por alguna
lógica, tiene que significar algo. Entonces: ¿Qué significa cumplir setenta
años?
Estas reflexiones me han llevado a la experiencia del profeta Daniel.
El noveno capítulo dice: “Corría el primer año del reinado de Darío hijo de
Jerjes, un medo que llegó a ser rey de los babilonios, cuando yo, Daniel, logré
entender ese pasaje de las Escrituras donde el SEÑOR le comunicó al profeta
Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años” Daniel 9:1…2
NVI
El profeta Jeremías había entendido y prometido algo importante.
Después de setenta años de sufrimiento, soledad y purificación, el Señor
volvería a recordar a sus hijos e hijas cautivos. Los cautivos judíos más
atentos convivieron con esa promesa de Jeremías.
El ángel Gabriel responde al clamor y al esfuerzo de Daniel y le
informa que:
Setenta semanas han sido decretadas para que tu pueblo y tu santa
ciudad pongan fin a sus transgresiones y pecados, pidan perdón por su maldad,
establezcan para siempre la justicia, sellen la visión y la profecía, y
consagren el lugar santísimo. Entiende bien lo siguiente: Habrá siete semanas
desde la promulgación del decreto que ordena la reconstrucción de Jerusalén
hasta la llegada del príncipe ungido. (Daniel 9:24…25 NVI, parafraseado)
La promesa es segura y cierta, conforme a una venerable interpretativa
de Daniel 9, los cautivos sí tendrían después de los 70 años su oportunidad de
retornar a la tierra. Pero a la vez los propósitos de Dios serían más ricos,
más complejos, más sofisticados y más difíciles de lo que se habían imaginado.
Su calendario sería a la vez más prometedor y más exigente. Y vendría su
Mesías.
¿Qué significa cumplir setenta años?
Quizás para unos significa paciencia, significa prestarse al desafío y
el privilegio de confiar en Dios. Quizás significa la posibilidad de que sus
labores no están a punto de concluir, sino que apenas han comenzado. Tal vez
significa que el principal aporte a las nuevas generaciones es poner los
cimientos es mantener la noble, santa y efervescente tradición de la fe
cristiana bajo presión, es convertir la oportunidad de orar y trabajar en favor
de la prosperidad de un pueblo al cual el Señor los ha llevado o en el mío, en
la labor en la cual el Señor me ha plantado.
Pero puede ser que cumplir setenta años signifique también otra cosa. Quizás
cumplir setenta años significa juventud. O quizás setenta años es la edad ideal
para anticipar cosas grandes… hechos heroicos… movimientos de liberación y de
encuentro tanto con Dios como con aquella genuina libertad que parece ser el
objetivo no negociable del Señor para los suyos.
Quizás setenta años no significan exactamente juventud, sino apenas
comenzando. Se ha comentado que el Éxodo es para el Antiguo Testamento lo que
la cruz de Jesús es para el Nuevo; es decir, el momento paradigmático en el que
el Señor se manifiesta para sacar a los suyos de la esclavitud… para humillar
la arrogancia de los que se oponen a Él y afligen a sus hijos e hijas… para
crear futuro donde las conclusiones siempre se han impuesto… para hacer que la vida reine donde
la muerte se ha proclamado rey… para recordar
a los padres y a las madres y recordando, cumplir promesas que han sido
olvidadas.
Me encanta un comentario escueto en el capítulo 7 de Éxodo, un detalle
que establece la edad de los dos protagonistas hebreos más recordados del drama
liberador que las líneas de este libro nos regala. El texto nos avisa que el
Señor está al punto de desnudar su brazo para cambiar el orden de las cosas en
el mundo de nuestros padres hebreo:
El faraón no os oirá, les advierte el SEÑOR a Moisés y a Aarón con un
perfecto realismo, pero yo pondré mi mano sobre Egipto y sacaré a mis
ejércitos, a mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con
grandes juicios. Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando extienda mi
mano sobre Egipto y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos. (Éxodo
7:4…5, RV)
Y luego este detallito en el verso 7, como si fuera hecho para una
septuagésima fiesta de cumpleaños: Ahora, tenía Moisés ochenta años de edad, y
Aarón ochenta y tres, cuando hablaron al faraón. (Éxodo 7:7, RV)
¡Ochenta años!… ¡Y ochenta y tres! ¡Son unos jovencitos!
Diez años antes, los eventos que a este Moisés… a este ‘hombre
egipcio’ como el texto lo reconoce… lo convertirían en el gran libertador y
legislador de Israel, apenas comenzaban a acelerarse… a conducir a este ser
humano y al pueblo hebreo a proezas que ellos en ese momento jamás hubieran
imaginado.
Una cosa podemos saber: Moisés, al cumplir setenta años, tenía por
delante un rol poco imaginable en la liberación de los esclavos hebreos y en el
nacimiento de un pueblo que sería la posesión particular de Jehová. Moisés jamás
habría sido capaz de conocer lo que le esperaba dentro de poco.
Setenta puede ser, apenas comenzando. Cumplir setenta puede ser la
antesala a grandes cosas, el prefacio del capítulo que representa el destino de
uno.
Cumplir setenta años puede significar anticipar…
La juventud y la vejez, medidas por un conteo de años, son fantasmas.
La realidad ocurre a un nivel más profundo que las apariencias, un nivel al
cual los contadores populares de años tienen poco acceso.
Pero una cosa sí sabemos, una realidad articulada con particular
claridad por el autor del Salmo 31: ¡En tu mano están mis tiempos! … ¡En tu
mano están nuestros tiempos! (vers.15)
Existen ciertas declaraciones de los salmos que uno, con su
impaciencia, podría relegar a lo netamente religioso o sentimental. Pero el
mejor antídoto a la impaciencia es la paciencia. Cuando uno pacientemente
permite que el texto se interprete a sí mismo, el realismo del Salmo 31 salta a
la vista.
Es un poema-oración repleto de lamento y confianza, una astuta
combinación de los dos, que refleja la vida de cada uno de nosotros que está
cumpliendo siete décadas. Con total transparencia ante el Dios que nos invita a
expresarle nuestra realidad, el escritor del Salmo 31 puede quejarse de que, He
sido olvidado como un muerto; he llegado a ser como un vaso quebrado. (Salmo
31.12)
En una misma conversación, el poeta reposa en el cuidado divino que a
lo largo de los años ha llegado a conocer: Tú eres mi roca y mi castillo; por
tu nombre me guiarás y me encaminarás. (Salmo 31.3). El salmista concentra su
verdad en esa declaración potente que es la corona de este salmo: ¡En tu mano
están mis tiempos!
Es más que su verdad. Es nuestra verdad. Es más, es la verdad.
En tus manos, Señor, están nuestros tiempos. En tus manos, Señor,
están los tiempos de este servidor, los pasados, el presente y los futuros.
Las fiestas de cumpleaños representan un exquisito momento para
recordar esta verdad, aún más cuando los años cumplidos suman setenta.
Amigos, hermanos cristianos y usted mi lector, tengan estos consejos
para en los días y en los años que les esperan
- · ¡Sean pacientes y determinados, como los cautivos que con Daniel aguardan la venida de Mesías!
- · ¡Canten y bailen con alegría y si puede remolinéese no olvide que “por culpa de Jehová yo seré más vil”
- · ¡Anticipen grandes cosas, como Moisés! Esta después de setenta años por entrar en su liberación y recuerde que sus ojos verán cosas que jamás otros vieron.
- · ¡Como el salmista y a igual que yo, confíen en Él, que es quien atesora sus tiempos en sus manos divinos!
Por lo demás ¡Feliz cumpleaños!
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