Si
hacemos un resumen ilativo de Amós 2:6…8; 4:1…2; 5:7…12 leemos algo así: “…
Venden al inocente por dinero, al pobre por un par de sandalias; aplastan
contra el polvo al desvalido y no imparten justicia al indefenso… sobre ropas
tomadas en prenda beben en el templo de su Dios vino comprado con multas
injustas… oprimís a los pobres, maltratáis a los necesitados… Hay de los que
cambian el derecho en amargura y arrastran por tierra la justicia… odian a
quien pide un juicio justo y detestan al que testifica con verdad… aplastáis al
inocente, aceptáis sobornos, atropelláis al desvalido en el tribunal”.
Una
mirada al mundo que le rodea, lleva a Amós a denunciar la corrupción y la
injusticia, no como una excepción que confirma la regla, sino como una regla,
como una peste endémica que se repite de manera escandalosa por parte de los poderosos
hacia los más débiles y los más pobres.
Los
grandes y poderosos controlan la institución judicial sobornan a los jueces
para ganar los pleitos, silencian testigos y pisoteando el derecho de los
demás, que acaban creyendo que la justicia es para los que pueden comprarla.
El
Dios de nosotros los cristianos no está inerte en una cruz inmovilizado, A El, le
importan las cosas de nosotros y no calla, no vuelve la mirada, ni tapa sus
oídos ante las injusticias y la corrupción porque jamás ha sido, ni será
cómplice de ellas. El Dios de nosotros expone las tramas de un sistema corrupto
y perverso, porque pisotea los derechos de todos los desposeídos. Ni la
corrupción, ni la perversión del derecho, ni la práctica de la injusticia y las
desigualdades sociales podrán ser jamás amparadas y legitimadas en su nombre.
Si
por otro lado volvemos y hacemos un resumen ilativo de Amós 3:10; Miqueas 3:1…2;
6:9…11; Isaías 5:8, 20…21, leeríamos: “No saben obrar con rectitud, sus
palacios están repletos del fruto de su violencia… Odiáis el bien y amáis el
mal, arrancáis la piel a la gente y dejáis sus huesos al desnudo… ¿Voy a seguir
soportando vuestra maldad y el que os hayáis enriquecido inicuamente…? ¿Voy a
dar por buenas las balanzas trucadas o la bolsa llena de pesas engañosas… ¡Ay de los que especulan con casas y juntan
campo con campo hasta no dejar ya espacio y ocupar solos el país!
Y
es que en muchas de nuestras sociedades (países), de la responsabilidad del
servicio al pueblo, se ha hecho poder. Del puesto ocupado, prepotencia. De la
autoridad, abuso. Del dinero, compra de influencias. Unos pocos quieren ser los
dueños de todo.
Pretenden
poseer el monopolio de la política, la economía, de las entidades financieras y
los medios de comunicación… ¿Están hablando los profetas del mundo de su tiempo
o del nuestro?
El
problema del hombre no es sólo que no practique la justicia. El problema
fundamental es de carácter antropológico: Su corazón es injusto, tiende al mal,
es perverso.
Jeremías
17:9 “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo
conocerá?”.
El
ser humano no sólo hace el mal, sino que además es un ser deficitario de
justicia propia y abriga un potencial de maldad absolutamente incalculable.
¿Hay
alguien en este mundo capaz de encarnar la justicia de Dios, en su vida y en
sus obras? La respuesta a esta pregunta es si: Jesús de Nazaret.
Lucas
4:16…19 NVI “Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la
sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le
entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar
donde está escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha
ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar
libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los
oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor".
Jesús
nos habló con su vida, con sus palabras y con sus obras nos dejo enseñanza como:
·
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos
recibirán consolación” (Mateo 5:4)
·
“Bienaventurados los pobres, porque de ellos es
el reino de os cielos” (Mateo 5:3)
·
“Nada hay fuera del hombre que entre en él que
le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al
hombre”. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. (Marcos 7:15…16).
Pero
nosotros no quisimos escuchar del hijo del carpintero la denuncia ensordecedora
de nuestras injusticias y pecados, de tal modo que nos descarriamos, cada cual
se apartó por su camino, nos resistimos a la voz de Dios, la negamos y
amordazamos hasta el punto de que fuimos capaces de silenciarle crucificándole
en el calvario.
Pero
la muerte no le retuvo. Jesús, aquel hijo de un obrero, venció con su
resurrección a todos los poderes que en este mundo pretendieron someterlo y
silenciarlo.
Y,
hoy, su justicia se levanta contra toda la corrupción e injusticia del corazón
humano con estas palabras que si nuevamente hacemos un resumen ilativo de Romanos
3:10…12; 5:6…8; Isaías. 53:5…6; 2 Corintios 5:21, podríamos leer: “No hay
justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se
desviaron, a una de hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno…. Mas Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo aun
pecadores, Cristo murió por nosotros … Mas Él, herido fue por nuestras
transgresiones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue
sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados… Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
él”.
…para
Él las heridas, para nosotros la paz. …para Él las llagas, para nosotros la
curación.
Para
que, como dice la Escritura: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos
10:9)
Este
es el evangelio que, aún por encima de nuestra corrupción moral y la injusticia
que nos habita, ofrece vida, justicia y salvación aquí, ahora y por toda la
eternidad.
Y
ahora no te preguntaré que puedes hacer, te diré ese evangelio…
¿lo
estas practicando?
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