1. En
segundo lugar, seguir a Jesús nos lleva a vivir en humildad.
Vivir
en humildad tiene que ver con un estilo de vida cristiano humilde. Sin
pretender tenerlo todo o tener mucho para poder ayudar a alguien, y digo esto
porque ya he escuchado de personas que esperan que Dios las bendiga
(económicamente) para poder compartir con sus bendiciones y aunque creo que sea
sensato ese pensamiento también nos aleja del principio fundamental de ayudar
al necesitado.
La
Biblia dice, "Señor, no me des tanto que me olvide de ti, ni me des tan
poco que reniegue de tu existencia". Creo que Dios nos da en la justa
medida.
No
se necesita ser multimillonario para regalar un vaso de agua a alguien que
tiene sed, aunque nunca antes en la vida hayamos visto a este alguien.
Vivir
en humildad nos llevará a entender las necesidades que existen en la vida
cotidiana, vivir humildemente nos hará tener un corazón sensible y compasivo
para con el prójimo.
Cuando
dejamos de vivir en humildad y empezamos a perseguir un estatus para poder ser
aceptado por algún grupo de personas, empezamos a codearnos con personas que
probablemente no tengan ninguna necesidad material y esto también nos roba la
bendición de poder ejercer nuestra función como cristianos ayudando a las
personas necesitadas.
Aquí
hay cuatro puntos bíblicos que todo cristiano debe saber acerca de la humildad.
a) La
humildad significa subordinarse, pero no arrastrarse
La
humildad y el subordinarse van de la mano. La palabra de Dios dice que nosotros
como cristianos debemos subordinarnos bajo los unos a los otros en humildad.
“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a
otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia
a los humildes.” 1. Pedro 5:5.
Ser
sumisos y humildes no significa, de ninguna manera que debemos ceder ante otras
personas. Pablo fue muy claro cuando dijo que debemos servir a Dios y sólo a
Dios. “Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” 1
Corintios 7:23. Él escribe también: “Pues, ¿busco ahora el favor de los
hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía
agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” Gálatas1:10.
b) La
humildad no significa que somos gente silenciosa o pasiva
“Vuestro
atavío no sea el externo… sino el interno, el del corazón, en el incorruptible
ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de
Dios.” 1 Pedro 3:3…4. Dios quiere que los cristianos tengan un espíritu afable
y apacible. Es de suma importancia que seamos humildes y tranquilos en nuestro
hombre interior, de modo que podamos escuchar el Espíritu de Dios que habla a
nuestro corazón a través del día.
c) La
humildad significa que usamos nuestros talentos y habilidades
“Digo,
pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no
tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con
cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” Romanos
12:3. Tener una mentalidad humilde es pensar con prudencia de uno mismo. Esto
significa que no nos jactamos de nuestras habilidades y capacidades. También
reconocemos que nuestra competencia proviene de Dios en todas las cosas. (2
Corintios 3:5)
Esto
no quiere decir que debemos ignorar los dones y el llamamiento celestial que
Dios nos ha dado. Dios lo que quiere, es que nos pueda usar para su gloria y
para su propósito, y cada uno de nosotros debe estar consciente de esto. La
humildad es usar nuestros talentos y habilidades bajo la dirección y la guía de
Dios.
d) La
humildad es la clave para el progreso
“Pero
él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a
los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros… Humillaos delante del Señor, y él
os exaltará.” Santiago 4:6…8,10. Dios trabaja de acuerdo a leyes. Es una ley
natural que, si nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios, y sometemos
nuestra propia voluntad y honor, entonces él nos dará la gracia que necesitamos
para vivir una vida cristiana en verdad y nos exaltará a su debido tiempo.
Ser
humilde es tener la misma forma de pensar de Jesucristo. El cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa ha que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres. “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:6…8.
2. Y, en
tercer lugar, seguir a Jesús nos lleva a vivir en comunidad.
Vivir
en comunidad tiene que ver con un estilo de vida cristiano comunitario. Estilo
de vida que es manifestado en la iglesia primitiva.
Yo
creo que la mejor manera de conocer las necesidades de los demás y entender la
dimensión y la complejidad de sus problemas es conviviendo. Convivir
diariamente con alguien nos lleva consecuentemente a fomentar cierta confianza,
a tal grado que es casi inevitable no darse cuenta de las situaciones difíciles
que nuestros amigos pasan o que ellos mismos se sientan en la confianza de
expresarlo abiertamente y pedir ayuda.
Para
concluir:
Seguir
a Jesús según la Biblia, no es posible sin las relaciones interpersonales con
los demás. En este punto quiero expresar mi total indiferencia con las mega
iglesias, ahí donde nadie se conoce y se pierde el interés de convivir como
hermanos en Cristo, con esto no digo que ahí no esté Dios o que no sean
cristianos de manera genuina, no quiero que se me mal entienda. Yo no soy quién
para emitir un juicio de este tipo, pero sí puedo decir que ahí se pierde la
convivencia espontánea y natural que caracterizó a los primeros cristianos del primer
siglo.
Todo
esto no es un nuevo evangelio es simplemente volver a la expresión sencilla de
iglesia, es un cristianismo que va de lo teórico a lo práctico. Quiero hacer un
llamado a la acción a los que leen este artículo; practiquemos las buenas obras
con el prójimo, con el vecino, con los demás pasajeros de transporte colectivo,
con sus compañeros de trabajo y que su vida evidencie un cristianismo práctico
a tal punto que su testimonio sea más evangelizador que su discurso.
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