Cristianos Activemos Nuestra Solidaridad Por Saul Guevara


Los momentos que vivimos, nos demandan encontramos como hermanos llamados a testimoniar una gran solidaridad entre nosotros y con todas las personas.

Con una oración, agradezcamos a Jesucristo que, con su palabra y con su ejemplo, nos enseña a ser solidarios con todas las personas y con nuestras iglesias, pero sobre todo con los más pobres. Compartimos hoy las dificultades ligadas a una pandemia jamás vivida por las generaciones presentes, sentimos la necesidad de los otros: su presencia, su afecto, sus gestos de solidaridad nos dan fuerza para seguir adelante.

¿Cómo entender la solidaridad cristiana y cómo vivirla?

La palabra “solidaridad” evoca siempre el vínculo de asistencia recíproca en la necesidad, que une las personas entre ellas; también evoca los vínculos afectivos y morales que unen a la comunidad que pertenecemos. Para nosotros, ella significa  la ayuda en todos los campos: espiritual, pastoral, material, humano, cultural, especialmente en los momentos de necesidad y de dificultad.

Nuestro sentido de solidaridad no se limita a nuestra parentela o nuestra casa, no, no y no, el cristiano que piensa y actúa asi, no ha encontrado aun a Jesucristo.

Jesucristo no nos deja caer en los lazos de la parentela, en Él, la solidaridad se convierte en una virtud cristiana ligada a la caridad, al amor, la compasión, atención, misericordia, perdón, ayuda sin condiciones y sin reserva. La parábola del Buen Samaritano, Lucas 10:25…37, es el ejemplo claro de un Dios de amor gratuito y solidario hacia todos.

A veces erramos en creer que el amor caritativo es dar cosas a los pobres. Es bueno pensarlo después de leer y entender a Pablo cuando dice: “Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso” 1 Corintios 13:3 NVI.

En momentos como los actuales somos invitados a sentirnos más solidarios los unos de los otros. Esto significa que debemos entrar en relación con todos para ofrecerles nuestro afecto, nuestro tiempo libre, nuestro consejo, nuestra competencia cultural, nuestros bienes materiales, el perdón y el amor de Cristo.

En nuestra comunidad (vecindario), debemos llevar una vida sobria, como hermanos entre hermanos, compartiendo bienes y servicios; siendo modelo de justicia y de paz. La solidaridad cristiana no se hace cómplice de la injusticia social y de los desequilibrios en la distribución de los bienes del mundo, originariamente destinados a todos, por ello debemos velar por que se mantengan los precios justos, no exista acaparamiento, ni latrocinio alguno.

Hemos de promover, entonces, las experiencias de vivir en común unión y servir los unos a los otros en este campo.

Antes que todo, poner al centro los bienes espirituales, celebrar la Cena del Señor en nuestras familias bajo la guía de la cabeza de hogar.

Hace falta educarnos a compartir los bienes materiales, espirituales, culturales, que tenemos, con simplicidad y humildad, y habituarnos a la comprensión de los hermanos: evitar censuras, comportamientos críticos y destructores, aprovecharse según los propios intereses, etc. Una mentalidad de comunión debe guiar todas las decisiones.

No hemos de olvidar a nuestros Pastores e iglesias, existen muchos pastores que viven de la obra, que abrieron sus casas para la iglesia y ¿Qué de ellos Pastores e iglesias que pagan impuestos ahora que han cerrado?... Seamos solidarios con ellos, apartemos un poco para ellos, aun con sacrificio, pero no los abandonemos. Ellos no tienen feligresías grandes ni pudientes, como tampoco tienen templos propios para un estadio, ellos simplemente No Tienen, preparémonos para dar.

Por ello es necesario, también, formar a los fieles para que sean solidarios con su pastor y familia: para que los acojan como familia pastoral que son, lo ayuden para que su vida, aunque sencilla, sea digna (casa, alimento, vestido, apoyo en la enfermedad, pago de los servicios públicos del templo, etc.).

La solidaridad supone tantas otras virtudes humanas, que hay que lograr: la amabilidad (Juan 8:10…11), la delicadeza, el sentido de la amistad (Juan 11:35…36), el sentido del deber (Lucas 2:49), el equilibrio y la sobriedad (Mateo 22:21), la hospitalidad (Lucas 15:20…24), la disponibilidad (Lucas 7:40…47). practicar las obras de misericordia, dar el propio aporte al bien común.

Estas calamidades pasan, vendrán ya pronto nuevos amaneceres que crecerán como la aurora, es el momento de sembrar y poner nuestras semillas de solidaridad, con solidaridad edificamos la paz y la comunidad cristiana.

Es el momento de cimentar y vivir la solidaridad con cada familia, con los miembros de nuestra comunidad, con las otras comunidades, con las autoridades, con nuestros líderes de la iglesia y con todos los hombres.

Demos apoyo y ayuda a los hermanos en crisis y en varias situaciones de desánimo, promovamos la acogida, la hospitalidad y el compartir entre los hermanos de todo el mundo.

Ya dejaremos de estar en casa, Dios obrará, y entonces será el momento de visitar a los hermanos, sobre todo aquellos que tendrán especial necesidad de ayuda, de amistad y de apoyo.

Agradezcamos a Cristo que nos enseña y nos ayuda a ser solidarios y que ha permitido este momento. Oremos, por todos nuestros hermanos necesitados, golpeados, acongojados del mundo.

Que el amor fraterno sea para nosotros un signo visible de nuestra preferencia por una vida nueva, en donde la solidaridad ocupa un puesto privilegiado.

Sea en nosotros y en cada acción, Jesús Cristo actuando.
S.A.G. 25 MAR 2020










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