Los
momentos que vivimos, nos demandan encontramos como hermanos llamados a
testimoniar una gran solidaridad entre nosotros y con todas las personas.
Con
una oración, agradezcamos a Jesucristo que, con su palabra y con su ejemplo,
nos enseña a ser solidarios con todas las personas y con nuestras iglesias, pero
sobre todo con los más pobres. Compartimos hoy las dificultades ligadas a una
pandemia jamás vivida por las generaciones presentes, sentimos la necesidad de
los otros: su presencia, su afecto, sus gestos de solidaridad nos dan fuerza
para seguir adelante.
¿Cómo
entender la solidaridad cristiana y cómo vivirla?
La
palabra “solidaridad” evoca siempre el vínculo de asistencia recíproca en la
necesidad, que une las personas entre ellas; también evoca los vínculos
afectivos y morales que unen a la comunidad que pertenecemos. Para nosotros,
ella significa la ayuda en todos los
campos: espiritual, pastoral, material, humano, cultural, especialmente en los
momentos de necesidad y de dificultad.
Nuestro
sentido de solidaridad no se limita a nuestra parentela o nuestra casa, no, no
y no, el cristiano que piensa y actúa asi, no ha encontrado aun a Jesucristo.
Jesucristo
no nos deja caer en los lazos de la parentela, en Él, la solidaridad se
convierte en una virtud cristiana ligada a la caridad, al amor, la compasión,
atención, misericordia, perdón, ayuda sin condiciones y sin reserva. La
parábola del Buen Samaritano, Lucas 10:25…37, es el ejemplo claro de un Dios de
amor gratuito y solidario hacia todos.
A
veces erramos en creer que el amor caritativo es dar cosas a los pobres. Es
bueno pensarlo después de leer y entender a Pablo cuando dice: “Si reparto
entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman
las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso” 1 Corintios 13:3 NVI.
En
momentos como los actuales somos invitados a sentirnos más solidarios los unos
de los otros. Esto significa que debemos entrar en relación con todos para
ofrecerles nuestro afecto, nuestro tiempo libre, nuestro consejo, nuestra
competencia cultural, nuestros bienes materiales, el perdón y el amor de
Cristo.
En
nuestra comunidad (vecindario), debemos llevar una vida sobria, como hermanos
entre hermanos, compartiendo bienes y servicios; siendo modelo de justicia y de
paz. La solidaridad cristiana no se hace cómplice de la injusticia social y de
los desequilibrios en la distribución de los bienes del mundo, originariamente
destinados a todos, por ello debemos velar por que se mantengan los precios
justos, no exista acaparamiento, ni latrocinio alguno.
Hemos
de promover, entonces, las experiencias de vivir en común unión y servir los
unos a los otros en este campo.
Antes
que todo, poner al centro los bienes espirituales, celebrar la Cena del Señor
en nuestras familias bajo la guía de la cabeza de hogar.
Hace
falta educarnos a compartir los bienes materiales, espirituales, culturales,
que tenemos, con simplicidad y humildad, y habituarnos a la comprensión de los
hermanos: evitar censuras, comportamientos críticos y destructores,
aprovecharse según los propios intereses, etc. Una mentalidad de comunión debe
guiar todas las decisiones.
No
hemos de olvidar a nuestros Pastores e iglesias, existen muchos pastores que
viven de la obra, que abrieron sus casas para la iglesia y ¿Qué de ellos
Pastores e iglesias que pagan impuestos ahora que han cerrado?... Seamos
solidarios con ellos, apartemos un poco para ellos, aun con sacrificio, pero no
los abandonemos. Ellos no tienen feligresías grandes ni pudientes, como tampoco
tienen templos propios para un estadio, ellos simplemente No Tienen,
preparémonos para dar.
Por
ello es necesario, también, formar a los fieles para que sean solidarios con su
pastor y familia: para que los acojan como familia pastoral que son, lo ayuden
para que su vida, aunque sencilla, sea digna (casa, alimento, vestido, apoyo en
la enfermedad, pago de los servicios públicos del templo, etc.).
La
solidaridad supone tantas otras virtudes humanas, que hay que lograr: la
amabilidad (Juan 8:10…11), la delicadeza, el sentido de la amistad (Juan 11:35…36),
el sentido del deber (Lucas 2:49), el equilibrio y la sobriedad (Mateo 22:21),
la hospitalidad (Lucas 15:20…24), la disponibilidad (Lucas 7:40…47). practicar
las obras de misericordia, dar el propio aporte al bien común.
Estas
calamidades pasan, vendrán ya pronto nuevos amaneceres que crecerán como la
aurora, es el momento de sembrar y poner nuestras semillas de solidaridad, con
solidaridad edificamos la paz y la comunidad cristiana.
Es
el momento de cimentar y vivir la solidaridad con cada familia, con los
miembros de nuestra comunidad, con las otras comunidades, con las autoridades,
con nuestros líderes de la iglesia y con todos los hombres.
Demos
apoyo y ayuda a los hermanos en crisis y en varias situaciones de desánimo,
promovamos la acogida, la hospitalidad y el compartir entre los hermanos de
todo el mundo.
Ya
dejaremos de estar en casa, Dios obrará, y entonces será el momento de visitar
a los hermanos, sobre todo aquellos que tendrán especial necesidad de ayuda, de
amistad y de apoyo.
Agradezcamos
a Cristo que nos enseña y nos ayuda a ser solidarios y que ha permitido este
momento. Oremos, por todos nuestros hermanos necesitados, golpeados,
acongojados del mundo.
Que
el amor fraterno sea para nosotros un signo visible de nuestra preferencia por
una vida nueva, en donde la solidaridad ocupa un puesto privilegiado.
Sea
en nosotros y en cada acción, Jesús Cristo actuando.
S.A.G. 25 MAR 2020
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