Oseas
4:6 "pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido" NVI
Dios
nos ama y por eso nos guarda en un encierro (cuarentena), pero cuando vemos
noticias mundiales y observamos a pueblos enteros ignorando los llamados a
confinarnos o a jóvenes rebeldes, hijos de Satanás diría yo, desafiando la
autoridad y haciendo fiestas callejeras en lugar de estar en reposo en sus
casas… entonces me pregunto que tan efectivas somos las iglesias, que tan
efectivos son los centros educativos, que tan efectivos son los padres guiando
a sus hijos, etc.
La
cuarentena, es un término usado en medicina para describir el aislamiento de
personas por una enfermedad durante un período de tiempo no específico y así
evitar o limitar la propagación de un agente infeccioso, toxina biológica o un
químico liberado para proteger la salud, seguridad y bienestar público.
La
cuarentena es para personas que han estado expuestas a una enfermedad
contagiosa, pero que no están enfermas. Mientras que las personas que si están
enfermas con una enfermedad contagiosa son separadas, en otras palabras, se les
aísla.
Las
formas de aislamiento más antiguas, son mencionadas en el Pentateuco hace más
de 3,640 años, de las que, por generaciones, se siguieron sus consejos,
especialmente en el caso de la lepra.
Las
personas infectadas fueron separadas para evitar la propagación de la
enfermedad entre los antiguos israelitas bajo la ley mosaica. No importaba
posición socioeconómica, cultural u otra prebenda, eran sacados de la población
para que no contagiasen a esta.
Actualmente
en diferentes países del mundo han decretado cuarentena debido a la propagación
del Covid-19, aunque la cuarentena que están promoviendo los gobiernos no sea
literalmente de cuarenta días, como hijos de Dios debemos aprovechar esta
oportunidad para buscar aún más de Dios. Este tiempo de aislamiento social
podemos aprovecharlos para meditar en la palabra, hacer ayunos y buscar a Dios
en oración profundamente, ya que no tenemos los mismos compromisos laborales y
eclesiásticos.
El
evangelio cuenta que el Señor Jesús estuvo cuarenta días con sus noches. Se
hace la especificación, que, con sus noches, porque era y es una costumbre muy
arraigada en occidente y en oriente medio, guardar solamente las horas de luz
solar, no así las noches.
Fueron,
narra la Escritura, cuarenta días de soledad, de diálogo intenso con el Padre.
Días de ayuno y gran silencio, solo posible en medio de las arideces y de
inclemencia solar de aquellos abandonados riscos palestinos del desierto.
Aquel
fue un ejemplo magistral que en cierta forma anima ahora a la Iglesia a
imitarlo, claro que dentro de nuestras miserias y limitaciones.
Pareciera
que Dios le está dando un alto a la humanidad para que se vuelva a Él,
recordando lo que dice Su palabra, que “cuando vean que todo está pasando como
les he dicho, sabrán que pronto vendré de nuevo”, Mateo 24:32…33 parafraseado
En
el Nuevo Testamento, pocas cartas han tenido la difusión de la carta a los
Filipenses y pocos textos son más recordados y citados que Filipenses 4:13,
donde dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
Lo
que no todos conocen es que Pablo estaba bajo arresto domiciliario cuando
escribió esas palabras. Estaba involuntariamente encerrado en su casa. Pablo no
se consideraba prisionero de Roma. Se consideraba prisionero de Cristo.
Las
perspectivas son importantes en la vida. Hay quien solo se fija en las espinas,
mientras otros se gozan en el perfume y en la belleza de una rosa. Pablo
entendía que aquel tiempo en aquel domicilio tendría un propósito que le
superaba a él mismo, pues toda su vida estaba en las manos del Señor.
Y
sin duda alguna que lo que Dios le reveló en su domicilio ha alcanzado el mundo
entero y siglos después sigue haciendo bien. Es glorioso conocer que el tiempo
que Dios nos regala en este tiempo de cuarentena por el Covid-19, es también un
tiempo de bendición y que reparemos en que nuestras casas son lugares de
encuentro con el Altísimo. Nuestras casas y nuestros hogares son del Señor.
En
el Antiguo Testamento, en 2 Reyes 4:4, el profeta Eliseo ordenó a una viuda a
encerrarse en su casa con sus hijos que estaban en peligro. El peligro no era
una pandemia como la del coronavirus. Era la enfermedad de la avaricia que por
poco destruye su hogar. La solución no estaba en la calle, la solución estaba
en el hogar. Parecía que el problema era financiero, pero la solución se
encontró en familia.
El
tiempo en el hogar puede ser un tiempo de crecimiento y tiempo para ver la
gloria de Dios. Nunca llegó al hogar un evangelista o un profeta. Dios llegó.
Los vecinos pensaban que la madre y los hijos estaban solos en la casa, pero se
equivocaron. Dios estaba presente con sus bendiciones. Y los jóvenes
aprendieron una lección que jamás olvidarían: cuando una familia clama en el
hogar, la gloria de Dios multiplica el aceite.
Hay
unción de Dios en la oración familiar. Lo demás encuentra solución cuando nos
conectamos los unos con los otros y la familia se conecta con Dios.
Antes
de Jesús ascender invitó a sus discípulos a esperar por la promesa. Unas ciento
veinte personas estuvieron esperando por diez días en el aposento alto por una
promesa. Recluidos en una casa por diez días. En ese tiempo ocurrieron cosas
que no están detalladas en el escrito bíblico, pero que tuvieron un efecto
positivo. Al llegar el décimo día, que era el día de Pentecostés, estaban todos
unánimes juntos.
¿Qué
debe ocurrir para que al final de la cuarentena nuestras familias estén
unánimes juntas? Afectos entrañables, comunicación franca y el mover de Dios en
los corazones.
Amados
hermanos, aprovechemos este tiempo que Dios nos concede para ver su gloria en
nuestro encierro, porque solo somos prisioneros de Cristo y somos libres para
vivir en amor.
Dios
bendiga nuestro encierro
S.A.G. 06 ABR 2020
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