Encerrado
por la cuarentena de la pandemia que vivimos hoy en día y en mi caso a un poco
mas de una semana, veo, leo y oigo los distintos medios de comunicación social
que la vida a este momento nos ha dado, estos son momentos de hacer vida el
evangelio y dejar las recitolgías. Estos son momentos de solidaridad.
El
principio de solidaridad se formula claramente en Mateo 7:12. texto denominado
“regla de oro”, donde Jesús resume el Antiguo Testamento con esta frase: “Así
que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así
también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.”
Estos
son momentos en que me preocupa, aun cuando no es nada nuevo, el ver la miseria
del corazón humano y pienso que indiscutiblemente Satanás camina por el mundo
con sus huestes de maldad gozándose de este mal, como no haya sido él, el que
lo haya desatado. Pero mas triste es ver esas estériles discusiones de seudo
bibliólogos puestas en carteles como se ven en Facebook.
El
evangelio es una llamada constante a un estilo o forma de vida, basado en el
amor solidario. Repito y recalco una forma de vida y no palabrerío estéril en
los medios de comunicación.
Jesús
invita a ser solidario o lo que es igual, a ponerse en el lugar del otro, como
si fuera uno mismo, haciendo con el otro, lo que uno desearía que le hicieran.
Para ello hay que renunciar al egocentrismo; cada uno ha de considerar que los
demás tienen con él un destino común y que, por lo tanto, merecen su atención e
interés.
Aunque
la palabra moderna solidaridad no aparece en los evangelios, éstos pueden
considerarse, sin lugar a dudas, una constante invitación a su práctica, como
expresión de amor universal sin barreras de ningún tipo.
La
palabra más próxima a ésta, porque la supone y la incluye, es ágape que aparece
116 veces en el Nuevo Testamento (de las cuales sólo nueve en los evangelios).
Con ésta se indica en el amor que proviene o tiene por objeto a Dios o al
hombre en cumplimiento del precepto divino: “Amarás a Dios y al prójimo como a ti
mismo” Lucas 10:27.
Lucas
en este evangelio nos relata que un abogado prueba a Jesús preguntando qué debe
hacer para recibir la vida eterna. Jesús responde preguntándole, qué dice la
ley, y el abogado responde que amarás a Dios con todo lo que eres y amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Jesús confirma que esta es la respuesta correcta; el
abogado entonces pregunta quién es mi vecino. Jesús responde con la bien
conocida parábola del buen samaritano.
En
su esencia, la parábola nos dice que nuestro vecino no es sólo la persona en la
calle. El pueblo al que Jesús predicaba estaba en constante conflicto con el
pueblo samaritano. Así que esta parábola nos enseña que nuestro prójimo no son
sólo las otras personas de nuestro grupo familiar o vecindario. Nuestros
vecinos no son simplemente las personas que miran y piensan como nosotros.
Jesús enseña que debemos velar por el bienestar de las personas de otras
iglesias, comunidades y culturas. Aquí, Jesús enseña que debemos ayudar a
cualquiera que esté en necesidad, incluso si él o ella parece un enemigo. Pero
las actuaciones actuales de muchos que asisten a las iglesias tienen una comprensión
del vecino que es en contra de esta cultura emanada e impulsada por Jesús en
esta parábola.
Actualmente
países ricos de los llamados del primer mundo y los que no calificamos a ellos,
la pandemia nos ha igualado con nuestras acciones, los gobiernos dejan a un
lado sus proyectos políticos y recurren a los programas de asistencia urgente a
sus pueblos.
Estos
programas se centran en las necesidades humanas reales como la salud, el agua,
el saneamiento, provisionar y asegurar la alimentación y otros. Estos programas
se instauran de emergencia y se construyen con una capacidad socioeconómica de
largo plazo para que el país en desarrollo al sobreponerse pueda llegar a ser
autosuficiente. Estos programas han hecho una gran diferencia en la vida de
millones de personas que tienen hambre y viven en la pobreza y que, en
conjunto, representan el real pueblo de Dios.
Martin
Luther King Jr. agrega contexto a la parábola en su sermón de 1968 "He
estado en la cima de la montaña." King observa que el camino que viajó el
samaritano era peligroso: "Es posible que el sacerdote y el levita
hubieran mirado por encima del hombre en el suelo y se preguntaran si los
ladrones estaban todavía alrededor. O es posible que sintieran que el hombre
que estaba en el suelo no hacía más que fingir, y estaba actuando como si le
hubieran robado y herido para poder agarrarlos. "El sacerdote y el levita
se preguntaron si debían detenerse a ayudar a aquel hombre, ¿qué nos
pasará?". El samaritano, según el rey, devuelve la pregunta, preguntando
"si no me detengo a ayudar a este hombre, ¿qué le sucederá?"
La
pregunta que nos hacemos a nosotros mismos y a nuestros líderes es: ¿qué
sucederá con nuestros vecinos si no los asistimos y somos ejemplo?
Hay
que notar, no obstante, que “el ámbito del amor cristiano va más allá de la
solidaridad e incluye toda relación positiva entre personas: la justicia, la
generosidad, el respeto, la comprensión, la tolerancia, la ayuda, el afecto y
la entrega, que forjan la unidad entre los seres humanos”.
La
solidaridad es, por tanto, una de las manifestaciones del amor que lleva al
cristiano a fundirse o identificarse con el prójimo.
En
un momento dado tu vecino es tu prójimo y tu para él, también eres su prójimo,
te piden quedarte en casa, ¿lo haces? O pones en riesgo a tu prójimo. Te llaman
a la paz, pero ínsitas a la protesta y al desorden.
Son
tiempos duros, difíciles, ya hay quienes habla no de semanas si no de meses,
hasta doce meses, un año, de vivencia en un estado excepcional y no conocido,
es momento de unirnos, de dejar nuestras rabias y rencores, simple y
sencillamente es el momento de sacar nuestra solidaridad y en humildad dar una
mano, pero asegúrate que darás la de Jesús a tus vecinos.
Tu
tienes esa mano, para eso declaraste a Jesucristo como tu único redentor y
Señor, ha llegado el momento de usarla.
S.A.G. 06 ABR 2020
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