Proverbios
11:11 NVI "La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca
de los malvados la destruye."
Siempre
he acotado dos porciones bíblicas tan necesarias no solo de tenerlas presente,
si no, de abordarlas en todo el sentido de su diversidad, ellas son:
1. Oseas 4:6 NVI "...pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido" y
2. Romanos 12:2 NVI "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta."
Es
una constante en nuestras autoridades eclesiásticas, el querer evadir el tema
social y máxime si este lleva inmerso un compromiso social con los desposeídos.
Esta
pandemia fue publica después de diciembre 2019 y ahora vivimos entre el asombro
y la preocupación por lo visto en estos días, sobre todo en las grandes
ciudades donde el coronavirus resulto ser más serio de lo que se pensó en un
principio.
Hemos
pasado horas escuchando a líderes políticos decir “todo está controlado” y en
las iglesias peor, casi no se escuchaba nada, hemos visto el vaciar
supermercados compulsivamente, el considerar una cuarentena como un festival de
libertad y de orgullo, nuestros feligreses aun en muchas iglesias que no han
entendido el distanciamiento social (sin considerarlo bíblico) con riesgo e
inconsciencia han seguido sus actividades, pero llegamos al colmo de bromear
criminalizando el horror en un absurdo sentido del humor. En la gran mayoría de
países se entremezcla la crisis sanitaria con la política y la económica.
Sin
embargo, los cristianos debemos de intentar no perder el rumbo, a esa tarea
estamos obligados, predicadores, pastores, lideres ministeriales, nuestras
expresiones al pueblo de Dios han de ser para tomar precauciones, asimilar la
información de forma clara, no dejarnos llevar por el alarmismo y no olvidar
enseñar el bien de todos (común) como valor fundamental de nuestra sociedad.
En
una época profundamente individualista nos encontramos en una situación en la
que más que nunca nuestras decisiones cuentan. Se trata de una oportunidad como
sociedad de pensar más en el otro y considerar que muchas de nuestras acciones
tendrán repercusión, para bien y para mal, en alguien que no conocemos sin
saber cuándo ni cómo. Ojalá descubramos que detrás de la salud pública está el
cuidado del bien de todos, algo que ocurre con la ecología, la economía, la
política y así una lista larga de posibilidades que a menudo nos negamos a ver.
La
vida y la salud física son bienes preciosos, confiados al hombre por Dios.
Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los
demás y del bien común.
El
coronavirus o Covid-19, es un evidente peligro para la vida, especialmente en
relación con personas mayores o personas en riesgo por patologías previas. Todo
cristiano está llamado a velar por la vida, la salud y el bien de todos, por lo
que no podemos olvidar, como Iglesia, a las personas vulnerables que van a
sufrir una grave crisis económica por causa de las medidas tomadas por culpa
del Covid-19.
Debemos
vivir y ejercer la solidaridad, como una auténtica comunidad favoreciendo con
ello el bien de todos. Debemos por lo menos emitir mensajes firmes a favor de
las personas en este tiempo de tinieblas, donde emerge el egoísmo, la ambición
y el lucro, lo peor del ser humano.
Urge
responder en estos momentos el llamado a ser luz, al momento de escribir este
estudio (16/04/2020) hay alrededor de dos millones cien mil infectados de
coronavirus en el mundo, debemos por lo menos llamar a mantener una cuarentena,
el confinamiento contribuye sustancialmente a la disminución de la capacidad de
transmisión del virus y con ello a su letalidad. En la situación de colapso
sanitario que sufrimos no hay otra salida.
Crisis
de una u otra índole y ahora esta epidemia, ya hemos tenido, hemos de entender
que desgraciadamente quizás tengamos más en el futuro, por ello debemos tomar
medidas estructurales desde la Iglesia para favorecer la salud. Siempre los
colectivos de riesgo han sido los mismos, las personas mayores y las que tienen
patologías previas de carácter grave. La crisis de New York ya ha dado cifras
que un 49% de los fallecidos son mayores.
Los
políticos nacionales e internacionales valoran el dinero sobre la vida humana,
la Iglesia debe velar por el bien de todos, por eso no puede permanecer en
silencio cuando la ambición y la rapiña impiden que nos lleguen los equipos
necesarios (respiradores y mascarillas; no podemos poner a los médicos en el
trance de decidir a quién ponen el respirador) para superar la crisis sanitaria
y tampoco que la vida de una gran parte de la población y especialmente la de
los más vulnerables, los desposeídos,
sea peor media vez haya pasado el tiempo del coronavirus según la crisis
económica que se prevé.
Quizás
ahora se entienda mejor lo que significa apostar por el bien común, por encima
de conveniencias e intereses individualistas o corporativos. Somos responsables
unos de otros. Estamos llamados a ejercer nuestra responsabilidad, solidaridad
y cooperación, muy especialmente con los más vulnerables: los mayores, lo
enfermos, las personas y familias sin recursos, quienes pierden el empleo… El
bien de todos (común), tan distinto de la suma de bienes individuales
desigualmente repartidos, implica la atención, sin límites, a la fragilidad de
las personas.
Ahora
caemos en la cuenta de la importancia de los servicios públicos, en particular
de la sanidad; del esfuerzo de tantas mujeres y hombres que renuncian, de algún
modo, a su bienestar personal para ponerse al servicio de los demás.
Estamos
comprobando la trascendencia de contar con gobiernos, representantes políticos
y líderes religiosos interesados en defender el bien común, los servicios
públicos y la sana economía. De la misma forma, apreciamos el gran contraste
entre la gestión responsable atenta al interés general y el uso de bulos y
falacias por intereses espurios y cálculos partidistas.
Superaremos
cuando sea la voluntad de Dios y a su manera, este drama humano global. Para
mientras hagamos que sea un paréntesis en la carrera hacia ninguna parte o un
salto en humanidad, depende también de nosotros, de nuestra capacidad de
aprender y de nuestra voluntad de reorientar humanamente, aquí y ahora,
nuestras opciones individuales y nuestras prioridades compartidas.
Pero
eso si NO OLVIDEMOS…
1. Oseas 4:6 NVI "...pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido" y
2. Romanos 12:2 NVI "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta."
Hagamos
un esfuerzo y preparémonos.
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