Volver A La Actividad No Es Volver A La Normalidad Por Saúl Guevara


Genesis 8:15...16; 18: "Entonces habló Dios a Noé, diciendo: Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo; entonces salió Noé, y sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos con él"… ¿Qué vio Noe al salir? ¿eran las cosas iguales?... Aceptémoslo, en ese entonces como ahora, el estilo de vida que conocíamos no va a volver nunca

Para detener el coronavirus debemos cambiar nuestra forma de hacer casi todo: cómo trabajamos, hacemos deporte, salimos, compramos, controlamos nuestra salud, educamos a nuestros hijos y cuidamos a los miembros de la iglesia. Queremos volver a la normalidad cuanto antes. Pero parece que la mayoría todavía no somos conscientes de que nada volverá a la normalidad después de unas semanas, ni siquiera meses. Algunas cosas tardarán o nunca volverán a ser como antes.

Aunque por fin se ha alcanzado un consenso generalizado sobre que cada país debe "aplanar la curva". Todas las naciones deben imponer el alejamiento social para frenar la propagación del virus y que el número de personas enfermas no provoque un colapso de los sistemas sanitarios, como ya ha pasado en varios países. Eso significa que la pandemia debe avanzar a un ritmo más lento hasta que suficientes personas se hayan contagiado para lograr la inmunidad de grupo (cosa que puede durar años, aún no sabemos) o hasta que exista una vacuna (algo que pasará por el 2021, si es que se halla). Pero el problema no se acaba aquí. Mientras haya una sola persona en el mundo con el virus, los brotes pueden y seguirán ocurriendo sin controles estrictos para contenerlos. Recordemos que fuera de Noé y sus acompañantes, no había otra persona en el momento de salir del arca, para ellos fue más fácil el salir.

Entonces una medida actual como es el alejamiento social perdurara por meses, entendamos que el "alejamiento social" es la norma para reducir el contacto fuera del hogar, en la escuela o en el lugar de trabajo en un 75 %". Eso no significa que haya que salir con los amigos una vez a la semana en lugar de cuatro veces, sino que todos harían lo máximo posible para minimizar el contacto social, lo que, en general, reduciría el número de contactos en un 75 %.

Esto no es una alteración temporal. Se trata del inicio de una forma de vida en muchas formas diferente.

A corto plazo, esto será muy perjudicial para los negocios que dependen de juntar a grandes cantidades de personas: restaurantes, cafeterías, bares, discotecas, gimnasios, hoteles, teatros, cines, galerías de arte, centros comerciales, ferias de artesanía, museos, músicos y otros artistas, centros deportivos (y equipos deportivos), lugares de conferencias (y organizadores de las mismas), cruceros, aerolíneas, transporte público, escuelas privadas, guarderías. Por no hablar de las tensiones que los padres tendrán para educar a sus hijos en casa, de las personas que cuidan a sus parientes de edad avanzada para no exponerlos al virus, de las personas atrapadas en relaciones abusivas y de cualquiera sin ahorros para lidiar con los cambios en sus ingresos.

Pero eso por hoy, es lo que hay y el estilo de vida confinado durante períodos tan largos simplemente no es sostenible.

Entonces, ¿cómo podremos vivir en este nuevo mundo? Con suerte, parte de la respuesta será que tendremos mejores sistemas sanitarios, con unidades de respuesta capaces de actuar rápidamente y contener brotes antes de que empiecen a propagarse, con la capacidad de aumentar rápidamente la producción de equipos médicos, kits de prueba y medicamentos.

A corto plazo, probablemente los cines podrían eliminar la mitad de sus butacas, las reuniones se llevarán a cabo con sillas más separadas, en las iglesias habrá que retomar y modificar algunas de nuestras formas usuales de expresarnos, como en la danza, ministraciones, periodos de alabanza, tiempos de reunión, etc.

Pero, al final, recuperaremos la capacidad de socializar de manera segura con el desarrollo de formas más sofisticadas de identificar quién representa un riesgo y quién no y aislando legalmente, a los primeros.


Sea como sea, es obligación de la iglesia prepararse para ese futuro, debemos entender que la iglesia vivirá hasta que venga Jesucristo y se la lleve, por ello todo líder sea Pastor responsable o como lo quieran llamar, debe visualizar en serio ese futuro. No sabemos exactamente cómo será este nuevo futuro, por supuesto. Pero es posible imaginar un mundo en el que, para estar o entrar a lugares habría requisitos en la entrada para demostrar no estar contagiado. Habría escáneres de temperatura en todas partes y su lugar de trabajo podría exigirle usar un monitor que controle su temperatura u otros signos vitales. Actualmente, no sería raro el ver que por una tarjeta de identidad o algún tipo de verificación digital se demuestre que la persona ya se ha recuperado y vacunado contra la última cepa del virus.

Nos adaptaremos y aceptaremos esas medidas, de la misma forma que nos hemos acostumbrado a los cada vez más estrictos controles de seguridad como en los aeropuertos a raíz de los ataques terroristas.

Como de costumbre, además, el coste real será asumido por los más pobres y los más débiles. Las personas con menos acceso a la sanidad y las que vivan en áreas más propensas a enfermedades también serán excluidas con mayor frecuencia de lugares y oportunidades abiertas para todos los demás. Los trabajadores autónomos, desde conductores hasta fontaneros e instructores de gimnasios, verán que sus trabajos se precarizan aún más. Los inmigrantes, los refugiados, los indocumentados y los expresidiarios se enfrentarán a otro obstáculo para hacerse un hueco en la sociedad.

Para todo ello la iglesia debe prepararse y asumir un rol valiente como es el rol que nos dejó Jesucristo.

El mundo ha cambiado muchas veces y ahora lo está haciendo de nuevo. Todos tendremos que adaptarnos a una nueva forma de vivir, trabajar y relacionarnos. Pero como con todo cambio, habrá algunos que perderán más que la mayoría y probablemente serán los que ya han perdido demasiado. Lo mejor que podríamos esperar es que la gravedad de esta crisis finalmente obligue a los países, llamados desarrollados, a corregir las enormes desigualdades sociales que provocan que grandes franjas de población sean tan extremadamente vulnerables.

La iglesia no puede después de esto seguir igual… ¿No serán estos momentos para que la iglesia demuestre al mundo que en vez del temor hemos escogido confiar plenamente en la voluntad de Dios? ¿No será esta una oportunidad de predicar el evangelio a personas que quizá en otros momentos no han sido sensibles al mensaje de salvación? ¿No será este el momento de amar al prójimo tomando las medidas pertinentes para frenar el esparcimiento del virus, clamando por la salvación física y espiritual de muchos y buscando maneras creativas de suplir las necesidades de personas en nuestra comunidad?  

Confiar en Dios o tener fe no es equivalente a estar seguros de que no seremos contagiados por este virus. Ser cristianos no nos hace inmunes y la sangre de Cristo no es un amuleto o algo que nos untamos para que el mal no nos toque. Dios no promete inmunidad contra el coronavirus. Dios nos promete algo mejor: el perdón de nuestros pecados y la vida eterna a su lado. Confiar en Dios implica creer que aun si Dios en su providencia considera necesario que nos enfermemos esto será para nuestro bien. Jesús no murió para que nunca sufrieras. Él murió para que cuando sufras, Dios use ese dolor para hacerte más como Jesús.  

Dentro de la iglesia existe cizaña. Personas que profesan a Cristo con sus labios pero que aún no han sido regenerados por la gracia de Dios (Mateo 7:21…23, 1 Juan 2:19). Muchos de estos son líderes espirituales, individuos que la Palabra de Dios llama falsos maestros, falsos profetas y falsos apóstoles. Estos personajes deshonran al Señor, dan una mala imagen a la iglesia de Cristo y confunden al pueblo de Dios. Desde el primer siglo estos falsos maestros han representado una grave amenaza para la salud y unidad de la iglesia (Mateo 24:24, Hechos 20:29…30, Judas 1:3…4, 2 Juan. 1:8…11, 2 Tito 4:3…4).

Amados, esta es la oportunidad de cambiar lo que no anda bien. Volver A La Actividad No Es Volver A La Normalidad

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