Isaías
41:13 NVI "Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha;
yo soy quien te dice: No temas, yo te ayudaré”.
Al
principio, parecía extraño. Los estantes de supermercados vacíos… después las
autopistas espeluznantemente solas... escuelas cerradas y centros de comida
cerrados... predicadores hablando sobre varios capítulos del libro de
Apocalipsis de Juan…
Todo
debido al Covid-19, un virus del que pocos habían escuchado hablar en finales
2019 y ahora todo el mundo conoce, pasaron vacaciones de semana santa y la
mayoría de nosotros no celebramos, ni vivimos y ni vimos una semana santa como no
solíamos hacerlo…
Indudablemente
el mundo ha cambiado ya nada parece normal y entramos a vivir la anormalidad.
Al
principio, parecía extraño. Las familias encerradas; caras tapadas con
mascarillas; ya no más saludos de manos, abrazos o besos, Las escuelas
cerradas, los padres de familia ahora profesores. Muchos de nosotros vemos que
las comunidades actúan como lo hicieron hace generaciones atrás. El mundo ha
cambiado y nada parece normal.
O
tal vez nuestra idea de “normal” no es normal.
No
es un secreto que vivíamos a un ritmo frenético. Casi todos los padres trabajaban
más de cincuenta horas por semana y poco atendían a sus hijos. Los pastores
pasaban casi tres o cuatro noches a la semana fuera de sus hogares por atender
cultos u otras reuniones con los hermanos de la congregación. Los estudiantes llenos
de actividades extracurriculares, en fin, no teníamos tiempo ni para nosotros.
Idealmente, la iglesia evangélica debería haber contrarrestado estas
desafortunadas normas culturales, pero al contrario hasta la iglesia había
entrado en ese frenesí, que el ensayo de alabanza, el de danza, clases
dominicales, reuniones celulares, que el grupo de jóvenes, mujeres, hombres,
evangelismo en calle… en fin llenos de actividades.
A
veces somos tan frenéticos como el resto del mundo.
Tal
vez necesitábamos de una pandemia global para darnos cuenta de que hemos hecho
que la vida cristiana sea más ocupada de lo que necesita serlo
Tal
vez necesitábamos de una pandemia global para darnos cuenta de que el
hiperactivismo del mundo ha o había invadido el hacer eclesiástico.
En
un deseo de seguir siendo “relevante” o quizás “competitivo”, agregamos
nuestras propias actividades, expectativas, y demandas, como si la respuesta al
hiperactivismo secular es simplemente un hiperactivismo centrado en el
evangelio.
El
Covid-19 está causando muchos efectos graves y desafortunados en nuestra
sociedad. Pero ciertamente nos está demostrando que nuestra ilusión o concepto de
que “ocupado” y “grande” no es lo mismo que “fructífero” y “efectivo”.
Por
ejemplo, hoy puedes celebrar una boda con un máximo de 20 asistentes, incluye
pastor y contrayentes los planes de boda se veían comprometidos con costumbres
sociales, ahora serán más sencillos, baratos y si se quiere íntimos, como
resultado del “distanciamiento social”. Pero qué alegría ver su crecimiento
mutuo mientras cuando aceptan la realidad y se ajustan a normas de humildad que
aviamos desechado, una boda de este tipo es tan legítima y mucho menos
estresante que una de comilona y fiesta donde se derrocha dinero que luego hará
falta en la vida matrimonial que se inicia.
Multiplica
esa experiencia por los cientos de maneras en que hemos complicado la vida
porque “simplemente podemos hacerlo”, sin detenernos a preguntar si deberíamos
hacerlo. Ahora no tenemos la opción de preguntar si deberíamos; debido al Covid-19,
simplemente no podemos. Y tal vez eso sea un favor.
Pareciera
ser que la nueva norma es: “en cuanto más simple, más normal”
Esta
restricción dada por el confinamiento, ha traído libertad inesperada de otras
maneras. Tal vez con menos que hacer, aprenderemos a manejarnos bien con menos
complicaciones. ¿Quizás el culto de los domingos sea más cortos, más
especiales? Tal vez nos demos cuenta de que ser un cristiano eficaz requiere de
menos palabreríos, planes de estudio bíblicos fabricados o momentos de alabanza
y danza de alta producción escénica. Y requiere de más tiempo espontáneo, no
programado.
O
acaso no será que llego el momento que, en lugar de comprar cosas en la
iglesia, es hora de comprar alimentos, ayudar a los vulnerables, auxiliar a
nuestro vecindario, estar quietos y conocer a Dios… Salmo 46:10 NVI “Quédense
quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo
seré enaltecido en la tierra!”
Vale
la pena aclarar que las clases y los programas no son intrínsecamente malos. El
peligro es que pueden convertirse en sustitutos fáciles del trabajo real de
simplemente ser un cristiano. En cierto modo, ser cristiano en lugar de solo
hacer cosas cristianas va en contra de nuestra cultura altamente programada,
centrada en la eficiencia y orientada a los resultados.
Tal
vez se necesita de una pandemia global para darnos cuenta de que hemos hecho
que la vida cristiana sea más ocupada de lo que necesita serlo. Hemos
complicado la vida cristiana que se basa en preceptos humildes y simples. Yo
suelo predicar y decir que retorcemos la palabra de Dios para hacerla difícil.
Jesús, siendo hijo de Dios, vino como un sencillo hijo de un obrero.
Tal
vez se necesita de una pandemia global para darnos cuenta de que hemos hecho
que la vida cristiana sea más ocupada de lo que necesita serlo
Por
la gracia de Dios, la vida puede volver a la “normalidad”. Pero por la gracia
de Dios, tal vez no lo haremos. Tal vez nos mantengamos un poco “anormales”.
Creo que algo vamos a aprender.
Tal
vez haremos un mejor uso del día del Señor para liberar los otros días para la
obra del Señor. En otras palabras, en lugar de asistir a otro estudio bíblico a
mitad de semana que nos aleja de nuestros vecinos y vecindarios, tal vez
podríamos aprovechar mejor nuestra hora de escuela dominical o las otras
ofertas de discipulado en nuestras iglesias el domingo por la mañana.
Tal
vez haremos menos deportes por nuestros hijos y haremos más deportes con
nuestros hijos. Tal vez todavía crucemos la calle para ver a esa pareja de
ancianos que aún sigue estando sola una vez que el virus haya pasado.
Jesús
no enseñó que el mundo iba a saber que somos sus discípulos debido a
nuestras vidas ocupadas, frenéticas y de agendas apretadas o porque pertenecías
a mega iglesias o mini iglesias.
Jesús
dijo que el mundo conocería que somos sus discípulos por nuestro amor mutuo o
sea por la forma que vivamos en armonía, ayuda, alegría, respeto, los hermanos
de la iglesia… Juan 13:34…35 NVI “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen
los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse
los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se
aman los unos a los otros”
Jesús
NO dijo que el mundo sabría de nosotros, por el volumen alto y
desaforado de los parlantes de la iglesia, por los gritos del predicador, por
los acostumbrados uniformes que se ponen sus ujieres, por las fantásticas
danzas que expresemos, por el colosal templo construido, por el canal de
televisión o emisora que tengamos, no, no y no… Jesús SI dijo: “que se
amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben
amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos”
Para
concluir recordemos a Pablo en 1 Corintios 13:1…3 NVI “Si hablo en lenguas
humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena
o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los
misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar
montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo
lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no
tengo amor, nada gano con eso.”
Finalizo
con una reflexión del principio, rogando a Dios que Usted amigo lector piense y
también reflexione: “Tal vez necesitábamos de una pandemia global para darnos
cuenta de que hemos hecho que la vida cristiana sea más ocupada de lo que
necesita serlo”
S.A.G.
17 JUN 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario