Consideraciones Al Reabrir La Iglesia Local Por Saúl Guevara


Las autoridades religiosas, estamos liderando en medio de una de las pandemias más devastadoras en más de un siglo, esto es extraordinario y está plagado de circunstancias complicadas y fluctuantes. Aun así, seguimos avanzando porque el evangelio no está limitado por un cierre global. Es inspirador ver las formas creativas en que se están liderando las iglesias, involucrándose mutuamente en el cuidado, oración y solidaridad.

Ahora ya hablamos de planes de reapertura. Pero nos preguntamos: ¿pueden comenzar a reunirse nuevamente las iglesias en sus edificios?; de ser así, ¿cómo deberían enfrentar esa transición? ¿Cuánto tiempo es prudente esperar? ¿Cuándo es demasiado pronto para abrir? A estas preguntas necesitamos un marco de referencia para responderlas mientras tomamos buenas decisiones.

Hay que considerar el contexto, casi todo el mundo ha sido afectado por el COVID-19, pero no de la misma manera. En algunas áreas, unos pocos, se han contagiado; en otros lugares, miles han perdido sus vidas. Por lo tanto, debemos considerar el contexto local al tomar decisiones en cuanto a reabrir. Cada iglesia es diferente por lo que sus consideraciones para la reapertura también lo serán.

Las características únicas de la ubicación, instalaciones, personal y tamaño de la congregación de cada iglesia presentarán desafíos únicos para reabrir. No puede haber un método que sea igual para todos.

Las batallas políticas, las presiones económicas y las diferencias en la experiencia social, están desafiando nuestro mandato de salvaguardar la vida. Las presiones que estas dinámicas nos obligan a la toma de decisiones sabias, necesitaremos evitar hacer juicios sobre las acciones del otro.

La consideración más importante para nosotros es sencilla: “¿Es lo correcto hacer esto?” Solo porque podemos, ¿deberíamos hacerlo?

No nos podemos separar de una decisión de nuestro mandato de amarnos el uno al otro. Siempre debemos considerar si una acción propuesta refleja amor, como también si es sabia. El amor nos obliga a hacer esto (2 Corintios 5:14). Nuestro amor por Dios y por el prójimo es nuestra motivación principal. El amor dicta que la preservación de la vida humana anula prácticamente toda otra obligación. Este principio destaca el propósito de los mandamientos de Dios: Por medio de ellos, Su pueblo podría elegir la vida. La intención de la ley era asegurar la preservación de la vida entre el pueblo que Dios amaba. Es por eso que Jesús sanó en el Día de Reposo. Como creyentes del Nuevo Testamento, no estamos bajo la ley, pero ahí sigue habiendo una lección para nosotros. Nunca es virtuoso arriesgar la vida.

Al enfrentarnos a las decisiones en cuanto a la reapertura, tomamos en serio la exhortación de Pablo en 1 Corintios 10:23: “«Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no todo es constructivo.” (NVI).

Por otro parte, con tanta información que nos llega, la primera pregunta que enfrentamos es: ¿Qué reglas del gobierno seguimos?

Quizás usted vive en un país que ha emitido leyes que parecen diferir (o incluso entrar en conflicto). Pero en términos generales se sabe que se puede abrir, entonces como líder espiritual, considere que si hay un riesgo razonable de que una reapertura pondría la vida de la gente en riesgo, la decisión que reflejaría amor es retrasar la reapertura hasta que tengamos una garantía razonable de seguridad.

Este virus podrá haber cerrado edificios, pero no cerró a la iglesia. De hecho, la iglesia ha dejado sus edificios para ser iglesia en formas más poderosamente visibles en los corazones de cada miembro. Hemos aprendido a priorizar la esencia de nuestra misión, forzados por una crisis que no deseábamos. Esto nos motiva a hacer preguntas menos obvias. ¿Pudiera ser perjudicial para nuestra misión si reabrimos prematuramente? ¿Será más efectivo, en esta etapa, retrasar la reapertura de nuestros edificios para volvernos a reunir? Estas pueden ser preguntas que van contra de lo que parezca lo más lógico, pero unas que deben ser parte del proceso de toma de decisiones.

¿Qué conservaremos y qué hábitos descartaremos? Creo que Jesús desea una iglesia diferente al otro lado de esta crisis. Un afán por regresar a la “normalidad”, o lo cómodamente familiar, podría no ser lógico, esta crisis nueva debe dar frutos nuevos en nuestra misión. Muchos repiten que el buen cristiano florece en cualquier parte, pero Dios no quiere flores, El quiere frutos. Este virus podrá haber cerrado edificios, pero no cerró a la iglesia. De hecho, la iglesia ha dejado sus edificios para ser iglesia en formas más poderosa en sus comunidades circundantes.

¿Cómo pudieran la comunidad donde servimos ver nuestra reapertura? Es sabio considerar nuestro testimonio colectivo. Si parecemos poco cuidadosos, amorosos o imprudentes en nuestro reabrir, puede dar lugar a reacciones negativas innecesarias entre el vecindario que puedan obstaculizar nuestra misión. Queremos tener una “buena reputación” con las personas de afuera en la medida en que podamos tenerla (1 Timoteo 3: 7; 1 Tesalonicenses 4:12).

Nuestras decisiones afectan a otros directa e indirectamente. Mis decisiones tienen consecuencias para usted y viceversa. Recordemos las palabras de Jesús cuando habló sobre nuestro impacto misional en Juan 13:35: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”. (NVI).

Los entes gubernamentales ordenarán los requisitos de la reapertura en cuanto a ocupación, distanciamiento social, procedimientos de saneamiento, etc. Algunos ya lo han hecho. ¿Podemos cumplirlos? ¿Necesitamos excederlos? ¿Podemos, en buena conciencia, servir a niños y familias de manera segura y con excelencia? ¿Cantamos o no cantamos? ¿Danzamos o no danzamos? ¿Ensayamos o no ensayamos? etc.

Teniendo en cuenta eso, debemos recordar que la creación con todo y descanso tardo siete días y si bien estas son preguntas importantes a considerar, debe prevalecer el mandato de “hágase todo decentemente y en orden”.

Para concluir, mi intención no es emitir una norma o ser prescriptivo. Pero eso sí, al considerar las cuestiones éticas, legales, misionales y prácticas planteadas arriba, tomaremos mejores decisiones en cuanto a cuándo y cómo reabrir.

Como autoridades eclesiásticas, todo en nosotros quiere reunirse con el pueblo que Dios nos ha dado para apacentar. Las palabras del apóstol Pablo dan voz a lo que creo que es la fuente de nuestro profundo deseo de nuevamente estar juntos:
·         “Aunque estoy físicamente ausente, los acompaño en espíritu, y me alegro al ver su buen orden y la firmeza de su fe en Cristo.” Colosenses 2:5 NVI
·         “Amados hermanos, después de estar separados de ustedes por un breve tiempo (aunque nuestro corazón nunca los dejó), hicimos todo lo posible por regresar, debido a nuestro intenso anhelo de volver a verlos. Teníamos muchas ganas de visitarlos de nuevo, y yo, Pablo, lo intenté una y otra vez, pero Satanás nos lo impidió. Después de todo, ¿qué es lo que nos da esperanza y alegría?, ¿y cuál será nuestra orgullosa recompensa y corona al estar delante del Señor Jesús cuando él regrese? ¡Son ustedes!” 1 Tesalonicenses 2:17…19, NTV (Nueva Traducción Viviente)

No nos extrañamos el uno al otro simplemente porque no estamos en el mismo espacio físico; extrañamos a nuestra gente porque tenemos una conexión real. Ya sea que estemos juntos o no, estamos profunda y verdaderamente unidos en el Espíritu y esta realidad espiritual solo aumenta nuestro deseo de estar el uno con el otro, cara a cara. Hermano, estoy agradecido por usted y oro por usted. Siempre creo que nuestros mejores días como iglesia todavía están por venir.
S.A.G. 03 JUN 2020


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