“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con
vosotros en Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:18).
Los acontecimientos que estamos viviendo incluido en ellos la no
asistencia a los templos, podría influir en los creyentes débiles, tiernos o de
poca formación (pueden existir otras razones) para que se alejen de sus
iglesias porque no experimentan una influencia significativa en sus vidas ni
observan ninguna influencia en su comunidad.
Aunque la mayoría de sus percepciones tal vez estén matizadas por
falsas conjeturas, sus recelos obviamente tienen alguna razón de ser. El
asistir a un templo nos da el sentido de una comunidad cuando estamos reunidos y
nos identificamos como parte de los demás.
Estas es una diferencia real en la vivencia social de estos tiempos
que pasamos, no bastan los grupos de chat, las predicas online, los mensajes
escritos difundidos por las redes sociales e internet, nada de estas cosas
bastan, Dios permitió los templos como parte de nuestra vivencia cristiana que
permita analizar y realizar con toda sinceridad el elemento humano en la vida
de la iglesia, así como el potencial de la iglesia para hacer grandes cosas
para Dios
Hay voces que en su conciencia mágica dicen que esta pandemia es del
diablo para que se cerraran los templos.
Permítanme decir que Satanás no está interesado que su iglesia o
cualquier otra iglesia se cierre, lo que él quiere es que por medio de la
iglesia el nombre de Cristo sea blasfemado: -mira no voy a esa iglesia porque
el pastor hizo esto o aquello, porque los miembros son hipócritas, estamos
mejor aquí en este grupito, etc. Son estos comentarios propicios en hacerse en
la informalidad de las comunicaciones de redes sociales o chat.
Creo que Dios nos está dando otra oportunidad donde tenemos que
analizarnos cada uno en particular y también colectivamente, preguntarnos ¿cómo
estamos?, ¿que nos motiva la falta de ir al templo?, ¿cómo estamos cuidando el
templo?, ¿entendemos nuestras responsabilidades en el mantenimiento?, ¿qué
hacemos?
No estoy echando la culpa a nadie solo quiero que me ayuden, como nos
está pasando a todos los pastores, a llevar la carga y que se hable bien de la
iglesia, que digan que somos esclavos de Cristo, pero de último nivel, del
nivel más bajo.
Si usted solo quiere mirar de palco o la comodidad del internet, déjeme
decirle que la apatía es lo peor, la apatía destruye a la iglesia y el fruto de
la apatía es la crítica: Es fácil para una persona llegar al punto de que da
todo por sentado, que las cosas se hacen solas y empieza a criticar cualquier
imperfección que encuentra. El autor Thomas Hardy (*) dijo que él tenía
un amigo que podía ir a cualquier bello prado e inmediatamente encontrar un
montón de estiércol.
Nosotros no debiéramos tener esa clase
de perspectiva.
Al escribir a su congregación, el
apóstol Pedro dijo: "Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas
cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad
presente". Pedro tenía un alto llamamiento de parte de Dios y no quería
ser irresponsable en cuanto a la manera en que lo cumplía. No quería ser
negligente para con aquellos a los que estaba llamado a enseñar, de modo que
continuamente les recordaba lo que ya habían aprendido. Les estaba diciendo:
"Yo sé que vosotros conocéis estas cosas, pero necesitáis que os las
recuerde".
Muchos creyentes aprendimos un cristianismo que lleva a cabo todas sus
actividades en el edificio en donde nos congregamos con otros creyentes. Como
resultado, hemos fusionado la idea del templo en el Antiguo Testamento, el
lugar donde Israel realizaba sus actividades religiosas, con el edificio de la
iglesia de hoy.
Y quiero aclarar, antes que me salgan legalistas con su retórica, que
hoy y en este articulo hablo de ese templo, el físico, ese lugar al que nos
dirigimos y vamos a celebrar los cultos, en otras palabras, estoy hablando del
templo material y no el espiritual.
Hablo de esos edificios, casas o sitios en donde antes del
confinamiento obligado por la pandemia nos reuníamos, ese lugar al que llegábamos
temprano a barrer, ordenar, limpiar, etc. para tener bonita esa casa de Dios,
motivados por el agradecimiento a nuestro creador y proveedor por tu su hacer
diario en nosotros.
Varios de esos templos ahora no han sido visitados, ¿Quién los arregla?
¿Quién los asea? ¿Quién los ordena? ¿Cómo se mantienen? Y aunque ciertamente
muchos se han adaptados a las nuevas formas on-line, los verdaderos fieles aun
llegan a dar mantenimiento al templo y es que una pandemia no es mas grande que
Dios y nunca nos podrá separar del amor de Cristo y sus cosas.
Aprendemos de la Biblia de ese amor: "Las muchas aguas no podrían apagar el amor, ni lo ahogaron los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de
cierto lo menos preciarían".
Cantares 8:7 RV
Salomón
era lo suficientemente rico y sabio para saber que no podía comprar el amor. Así que se disfrazó de pastor de ovejas y se fue a
conquistar el corazón
de la linda muchacha sunamita. Ella vivía con su familia y con sus hermanos mayores que le protegían como guardaespaldas de celebridad en
peligro. Cuando se habían
enamorado, Salomón
regreso
por ella con toda la realeza y la llevo a su palacio.
Parece una inocente historia de amor. Es mucho más que eso. Es una alegoría del amor de Cristo por Su Iglesia.
Aunque Cantares describe el amor físico, emocional y personal de una pareja, ilustra tan bien el gran
amor que Cristo siente por Su Iglesia, la Novia del Cordero de Dios.
No somos buenos discípulos de Cristo si no amamos Su Iglesia. Aquellos que la pasan criticando, juzgando, abandonándola y quejándose de la iglesia, no comprenden la
alta estima y el profundo amor que Cristo siente por Su Iglesia. ¿Que sienten los esposo(a)s cuando alguien critica a su cónyuge que tanta ama? ¿Que sienten los padres cuando hablan mal de sus hijos? ¿Como reaccionan los hijos cuando se habla mal de sus padres?
Lo mejor que podemos hacer es orar, bendecir, trabajar y contribuir
hasta económicamente, por el bien de la iglesia; Y cuando se hace necesario,
con amor y respeto ayudar constructivamente a mejorarla, pero sin
menospreciarla.
Señor,
dame amor por Tu iglesia y ayúdame a trabajar por su unidad y bendición.
(*) Thomas Hardy: 2 de junio de 1840 - 11 de enero de
1928; fue un novelista y poeta inglés, superador del naturalismo de su tiempo.
S.A.G.
24 JUN 2020
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