Ciertamente
que el coronavirus, está dejando en evidencia la fragilidad del ser humano y su
impotencia ante entes desconocidos que al igual que él, puedan surgir en el
futuro. Todas las instituciones sociales, incluyendo las iglesias, nos
encontramos en la obligación de documentar las realidades del momento (hechos y
acciones), para beneficio y experiencia de generaciones futuras. No es digno
sentarnos solo a ver y mucho menos abandonarnos entre sí, este es momento de
demostrar el dónde estamos parados y la madurez espiritual para enfrentar estos
acontecimientos.
Por
mucho tiempo los líderes religiosos han estado interesados en saber por qué
tantos dejan de servir fielmente al Señor y más aún surge esta incógnita,
cuando en momentos como estos muchos feligreses han desaparecido y no por
acción del virus.
Jesús
resumió el asunto en Su Parábola del Sembrador. Las causas que listó son: El
afán de este siglo, el engaño de las riquezas, las codicias de otras cosas, y
los placeres de la vida (Mateo 13:22; Marcos 4:18…19; Lucas 8:14). Se pudiera
expandir la lista al considerar esta etapa de pandemia, como, por ejemplo: el
seguimiento de la falsa enseñanza: Romanos 16:17; 2 Tesalonicenses 3:6; Tito
3:10), pero las primeras razones son suficientes para el propósito de este estudio.
Las
excusas más comunes para olvidarse de su iglesia son:
·
Varios de ellos cuentan que “abandonaron a la
iglesia” ya que simplemente llegaron a estar “demasiado ocupados” para cumplir
con los requisitos sanitarios o por cuidarse de contraer el virus. Entienda
usted, estuvieron demasiado ocupados para honrar a su Creador, demasiado
ocupados para servir a Quien murió por ellos y demasiado ocupados para ganarse
el cielo, todo ello en momentos cruciales en el que fácilmente enfermas y
mueres.
·
Otros dijeron que ellos no han abandonado, solo
se han apartado debido a las demandas que “las responsabilidades familiares y
del hogar reclaman en estos momentos” pero que pasado esto, su relación con la
iglesia sigue y algunos osan decir que hasta será mejor. Yo pregunto: ¿No es
servir a Dios la responsabilidad familiar más importante? ¿Es más importante ver
televisión en casa que nutrir su alma para ganar el cielo? No poder determinar
las obligaciones principales personales es una de las causas más significativas
de negligencia espiritual. ¿Cuántas veces pregunto por sus hermanos?
·
Otros se quejan de estar desilusionados debido
a algunos líderes religiosos o miembros ni siquiera le han hablado. Esto es lo
que podemos llamar el síndrome de evitar la responsabilidad. A algunos no les
gusta las decisiones de los líderes, otros piensan que la predicación es
aburrida, y otros se quejan de que los diáconos no administran correctamente la
ayuda a los necesitados. Una queja común es la de que no se les
incluye en las actividades de la iglesia. Desde luego, muchos de ellos nunca se
ofrecen voluntariamente para el trabajo y frecuentemente murmuran cuando se les
pide que hagan algo. Pero también están los que se ofrecen y no llegan.
·
Hay quienes declaran que ahora están mejor
porque ya no tienen que ver y soportar a los chambrosos e hipócritas. Siempre
se trata de tener el rol de la víctima: “No es mi culpa; ellos me hicieron
esto”. Tales argumentos son subterfugios deshonestos de gente que rechaza
reconocer sus propios problemas.
·
Un grupo pequeño declara que abandonó a la
iglesia debido a que perdió la fe por cómo se organizó el cierre de las
iglesias. Se supone que prefieren la iglesia desorganizada. Dios no aprueba la
confusión (1 Corintios 14:33), y a nadie se le permite crear su propio sistema
de adoración y servicio (Juan 4:24; 17:17). Tales personas autocráticas y
egoístas no entienden lo que el cristianismo genuino es.
La
verdad real es la siguiente: No hay razones válidas para dejar a Cristo, ¡solamente
excusas pobres! Jesús lo enseñó muy claramente: las excusas no tendrán
relevancia en el día que se deberá dar cuenta (Lucas 14:18).
Una
de las más grandes adicciones a las que debemos tener cuidado como hijos de
Dios para no caer en ellas, es a la adicción a las excusas. Las excusas buscan
desviar la atención del verdadero responsable por miedo a la directa
confrontación e inminente requerimiento de cambio.
Las
excusas existen desde Adán y Eva, y se han extendido generación tras
generación. Todo empezó con Adán diciendo: “La mujer que tú me diste” (Génesis
3:12), es decir: “Dios tú tienes la culpa, tú me la diste”. Pero también
podemos encontrar otros ejemplos de excusas a lo largo de Biblia:
·
Saúl diciendo: “… Pero es que tuve miedo de los
soldados; por eso los dejé hacer lo que querían” (1 Samuel 15:24).
·
Aarón diciendo: “Y respondió Aarón: No se enoje
mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal. Porque me dijeron:
Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que
nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Y yo les
respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y
salió este becerro” (Éxodo 32:22…24 RV).
·
El paralítico de Bethesda diciendo: “no tengo
quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy,
otro desciende antes que yo” (Juan 5:7 RV).
Durante
estos años de entregar semanalmente un estudio, hemos editado y publicado a la
fecha 24 AGO 2020, alrededor de 594 en el blog “Reflexiones Con El Pastor Saul
Guevara” y 451 en el blog “55ymas” de exclusiva temática de la tercera edad,
son en total 1,045 estudios que ofrecemos de forma gratuita en nuestras páginas
web, ahí enseñamos de forma detallada y sencilla, temas que son importantísimos
que las personas conozcan. Pero aun teniéndolos gratis, no faltan las excusas
de: “Es que yo no tengo Wi-Fi”, cuando la verdad es que pudieron haber ido a un
lugar de internet para que le pasaran esos estudios a una memoria de celular, o
excusas como: “Es que no tengo tiempo para leer”, cuando la verdad es que no es
que no tengan tiempo; porque si tienen tiempo para la televisión y las redes
sociales (Facebook), incluso, hasta altas horas de la noche.
Estoy
mencionando ejemplos comunes, pero si vamos a un nivel más alto, hay excusas
todavía más peligrosas como: “Es que nadie me ha informado” o “Es que como en
mi trabajo me han prohibido la religión”. Pero si no identificamos a las
excusas como frenos de potencial en nuestras vidas, podemos estar pasando de
excusa tras excusa permitiendo que se conviertan en una adicción, la adicción a
las excusas.
Cuando
dejas las excusas a un lado y no tienes miedo a afrontar tus errores, entonces
ahí puedes ver con claridad la salida y solución a tu problema de carácter.
Cuando no tienes miedo de decir: “Yo soy el o la culpable”. No se trata de
avergonzarte al punto de que no te puedas levantar, sino por el contrario, que
cuando te quitas las excusas de encima, te liberas del peso que te mantenía
atado a ese mal hábito o pecado. Y es que los malos hábitos o pecados son
difíciles de desarraigar cuando están detrás de una excusa.
Quitarnos
las excusas es como quitarnos una máscara de nuestro rostro, nos miramos al
espejo y reconocemos: “Ese que estoy viendo en el espejo de realidad es el que
tiene la responsabilidad”, es allí donde pides ayuda a Dios diciendo ahora la
verdad:
“¡Señor,
necesito ayuda, he sido impuntual, negligente, débil, carnal, necesito tu ayuda
y dirección para ser libre de esto!”.
Es
allí, sin máscaras de excusas, donde Dios puede obrar en todas las áreas de tu
vida.
¡Sé
libre de las excusas!
Y ayuda a tu iglesia
S.A.G. 26 AGO 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario