Malcriado, da: adj. Falto de buena educación, descortés, incívico.
Estupidez: f. Torpeza y lentitud notable en comprender las cosas.
Inicio definiendo estas palabras, porque posiblemente no faltara más de alguno con estas características y que al leerme, abra su bocota y diga “lo dice por mí”.
Estamos viviendo tiempos extraordinarios en esta pandemia, la muerte está a las puertas de todas las casas, en comercios, transportes, iglesias, estadios… en fin, la muerte nos acecha ahora como comercialmente se dice 24/7 (veinticuatro horas del día todas las semanas).
A grandes desafíos, soluciones extraordinarias e innovadoras, pero cuando tenemos un lastre como es la malacrianza o la estupidez, entonces mejor es ser lerdo de boca y observador de los sucesos.
El mundo dice: “Los niños tienen todos los derechos” pero “nadie respeta a los padres”, se lamenta una madre. “Cuestiona la autoridad”, dice una calcomanía colocada en el vidrio trasero de un automóvil. Estos son tan solo dos reflejos de una situación que hoy se ha generalizado. En todo el mundo es común la falta de respeto a los padres, maestros, patronos y autoridades.
Muchas veces los hijos de Dios nos comportamos como niños malcriados. Cuando le pedimos algo al Señor en oración hay tres posibles respuestas que el Señor nos puede dar: Si, No, Espera. De esta realidad, Dios instruye a sus autoridades (Pastores), para que ellos, que son quienes darán cuenta de las ovejas, las apliquen, por ello con autoridad un Pastor decide decir responsablemente: Si, No, Espera.
Cuando nos responde que sí estamos felices, alabamos su nombre, somos cristianos muy espirituales cuando el Señor contesta nuestras oraciones afirmativamente. Y si quien respondió si, fue el Pastor, entonces tenemos un gran ungido del Señor.
Cuando la respuesta es no, a veces nos comportamos como el niño que viajaba en tren con su madre y su niñera veamos que paso:
“Un niño vio una avispa revolotear contra el vidrio de la ventanilla y comenzó a pedirle a su nana que le diera aquello, la niñera le dijo que no y el niño se puso a llorar, su madre entretenida leyendo una revista ni siquiera sabía lo que pedía su hijo.
El niño seguía pidiendo y llorando y la niñera seguía diciéndole que no. Finalmente, la madre sin despegar los ojos de su revista le dijo a la niñera:
- Dele a mi hijo lo que le pide.
- Pero señora es que...
- Le dije que le dé lo que le pide.
No pasó mucho para que el niño estuviera llorando más fuerte aún por el dolor de la picadura de la avispa.
- ¿No le dije que le diera lo que le pedía?
- Eso hice señora.”
Cuando Dios responde (personalmente o por medio de su Pastor) negativamente a nuestras oraciones o no hace las cosas como nosotros queremos que las haga, es para nuestro bien, sólo que a veces nuestro punto de vista es el del niño que le parecía que sería tan bueno tener aquella avispa.
Otras veces Dios nos dice: Espera, pero somos impacientes y queremos todo ya, como el niño que le pedía a su padre una manzana del árbol que había al fondo de la casa, el papá le decía que tenía que esperar, que pronto podría dársela, pero el niño se enfadó con su padre porque no le daba ahora la fruta que él quería. El padre sabía que la manzana estaba verde y le podría hacer daño a su hijo ahora, pero nadie deseaba más que él dársela cuando estuviese madura y lista para comer.
Para no actuar malcriadamente, la próxima vez que Dios te diga "no" o "espera" recuerda que los ojos de Dios ven más lejos que nuestros ojos y que el Señor sabe más cosas que las que nosotros sabemos.
Pero por otro lado está la estupidez y debemos considerar que algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez y hay individuos, a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto. En realidad, algunos sobresalen y hacen el tonto cabal y perfecto. Naturalmente, son los últimos en saberlo. La estupidez, reviste formas tan variadas como el orgullo, la vanidad, la credulidad, el temor y el prejuicio.
Los cristianos, debemos entender que somos los privilegiados de Dios en este mundo y honrarlo, entender cosas tan simples, pero tan profundas como el que no es la boca del hombre la que come; es el hombre que come con su boca. No camina la pierna; el hombre usa la pierna para moverse. El cerebro no piensa; se piensa con el cerebro.
Como cristianos tenemos una “razón apremiante” para respetar a las autoridades seglares. El apóstol Pablo aconsejó a los cristianos que estuvieran “en sujeción a las autoridades superiores, porque no hay autoridad a no ser por Dios; las autoridades que existen están colocadas por Dios en sus posiciones relativas” (Romanos 13:1, 2, 5; 1 Pedro 2:13…15). Pablo también indicó una razón importante por la que obedecer a la autoridad en la familia: “Esposas, estén en sujeción a sus esposos, como es decoroso en el Señor. Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es muy agradable en el Señor” (Colosenses 3:18, 20).
Los Pastores de la congregación merecen nuestra honra porque “el espíritu santo los ha nombrado superintendentes, para pastorear la congregación de Dios” (Hechos 20:28). De modo que honramos a las autoridades humanas por respeto a Jehová. Naturalmente, honrar la autoridad de Jehová siempre ocupa un lugar prioritario en nuestra vida (Hechos 5:29).
Los Pastores de las congregaciones están nombrados por Espíritu Santo, pero aún son imperfectos y cometen errores (Salmo 130:3; Eclesiastés 7:20; Hechos 20:28; Santiago 3:2). Por tanto, es posible que algunos miembros de la congregación se sientan descontentos con ellos, hechos que no nos autoriza a ser malcriados o a obrar con estupidez. Por el contrario, siendo consecuentes y con un mejor sentido de la justicia y “por respeto a Jehová” le dejamos el juicio a Él.
Hagamos todo "Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe." Gálatas 6:10 RV
S.A.G. 12 – OCT - 2020
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